

Ya sé que solo llevamos transcurridos 21 años de siglo, y que casi con toda seguridad no llegaré a ser testigo de cómo acaba. Aun así me atrevo a afirmar que el siglo XXI está siendo uno de los peores de los últimos cien años (lo que tampoco es decir mucho).
Y no lo digo solo por el reguetón, ni por los telefilmes alemanes y las series turcas —que ya por sí serían motivos más que suficientes—, lo digo por el modelo de sociedad que se ha venido desarrollando en las últimas dos décadas. Una sociedad de personas superfluas que lo que mejor saben hacer es ofenderse, que han abandonado el interés por la cultura; una cultura que ha sido sustituida por otra insustancial y de consumo rápido y fácil. El cine, la literatura, la música y las artes escénicas son, por lo general, productos que no pasarán a la historia, y que en la mayoría de los casos se olvidan al día siguiente de haberlos consumido.
Y es que el concepto de arte se ha diluido tanto que la mayoría no sabría distinguir a una soprano interpretando una aria de Bellini de una feminista miccionando sobre el escenario. Pero da igual, porque lo que importa es entretenerse, pasar el rato y luego a otra cosa, mariposa.
Todo está en la nube, películas, libros, discos. Se ven, se oyen, se leen y se olvidan. Nada es permanente, todo es sustituible. Y lo curioso es que ni siquiera nos planteamos qué ha pasado, Aceptamos que los nuevos tiempos son así y ya está.
¿Conocéis el denominado síndrome de la rana hervida? Consiste en que si metes una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente pegará un salto y escapará, pero si la introduces en agua fría y vas aumentando la temperatura progresivamente de manera muy lenta, llegará el momento en el que el agua estará tan caliente que la rana no tendrá fuerzas para saltar. Hasta que finalmente morirá hervida dentro de la olla.
Esta metáfora suele usarse de manera ilustrativa para explicar cómo las personas perdemos la capacidad de reacción ante situaciones adversas cuando nos hemos ido adaptando a ellas de manera tan progresiva que casi no nos hemos dado cuenta. Esto se aplicaría, por ejemplo, a las víctimas de la violencia doméstica, que tras años de sufrirla, al principio de manera muy sutil, acaban adaptándose a una forma de vida de la que ya no son capaces de salir ni queriendo.
¿Pero qué ocurre si esto lo aplicamos a una sociedad entera de miles de millones de personas? ¿Es posible introducirlos a todos ellos a la vez en una inmensa olla y ponerles a calentar el agua muy poquito a poco? Es posible. Metafóricamente hablando, claro.
No sé en qué momento alguien decidió que los humanos éramos como esa rana. Pero lo cierto es que a estas alturas del experimento son muy pocos los que aún tienen fuerzas o ganas para pegar el salto y huir de la olla con agua hirviendo. Quizás algunos os estéis preguntando: “¿De qué diablos habla este tío?” Aunque intuyo que la mayoría sabéis por dónde voy. En fin, puede que todo esto no sea más que un producto de mi mente calenturienta y que en realidad no exista ninguna conspiración masónica concebida para convertir a la sociedad en un rebaño dócil y fácilmente dirigible. O puede que sí, y que lo estén haciendo tan bien que a la mayoría les resulte casi imposible considerar tan solo esta posibilidad.
He opinado sobre esto en ocasiones anteriores, y estoy convencido de que nada es azar, y que este nuevo orden del que tanto se habla últimamente es una realidad cada vez más presente. Y que obedece a un plan perfectamente diseñado.
La cuestión es si estamos dispuestos a saltar de la olla o por el contrario nos acabaremos adaptando y conformando con ser parte de esa nueva sociedad, de la que, reconozcámoslo, por muy penosa que nos parezca, es muy difícil escapar.
Para aquellos que os interese el tema y penséis que quizás no esté tan desencaminado os voy a recomendar un libro: Las élites y el arte de la impostura, de Marcos López Herrador. Os ayudará a haceros una idea de qué hay detrás de la transformación que la sociedad está sufriendo.
JORGE R. RUEDA
Puedes seguir al escritor Jorge Rodríguez Rueda en Facebook y en Twitter Si su novela, «Gente Corriente», no está disponible en tu librería habitual puedes adquirirla en Amazon.

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