Pasión de los fuertes


Todo John Ford en una película… ¿quizá la mejor película de John Ford? ¿uno de los mejores westerns de todos los tiempos? ¿una de las películas más notables de la historia del cine? Todo eso y mucho más es «Pasión de los fuertes» o el gran desafío a «La diligencia» , «Centauros del desierto» y «El hombre tranquilo»… «Pasión de los fuertes», de John Ford: Un superlativo gozo visual y ético.

Título original: My Darling Clementine • Año: 1946 • Duración: 97 min. • País: Estados Unidos • Director: John Ford • Guion: Samuel G. Engel, Winston Miller • Música: Cyril J. Mockridge • Fotografía: Joseph MacDonald (B&W) • Reparto: Henry Fonda,  Linda Darnell,  Victor Mature,  Walter Brennan,  Tim Holt,  Ward Bond, Cathy Downs,  Alan Mowbray,  John Ireland,  Grant Withers,  J. Farrell MacDonald, Russell Simpson,  Jane Darwell,  Harry Woods,  Hank Bell,  Tex Cooper,  Mae Marsh, Jack Kenny,  Charles Stevens,  Kermit Maynard,  Francis Ford,  Tex Driscoll

John Ford

De verdad, es tan grande el placer de reencontrarse con títulos míticos, pero casi olvidados, aunque ello sea una contradicción casi insuperable, lo sé, que a veces me da por pensar que veo y leo más para olvidar que para retener. Sé que solo con esa estrategia volveré a ver o leer, de nuevo, muchos años después, obras de tanta belleza como esta Pasión de los fuertes para la que han buscado tintes épicos en la traducción de un título denotativo: My Darling Clementine, el tema musical de una historia llena de cotidianeidad y vibrantes relaciones humanas que se mueve en ese terreno tan fordiano de la convivencia entre las pasiones acendradas y un espectacular sentido del humor; pero todo ello, en este caso particular, se suma a una realización que difícilmente puede describirse o encomiarse en el pobre espacio de una crítica cinematográfica.

Quiero destacar, en todo caso, que el encargado de la portentosa fotografía de la película es uno de los grandes entre los grandes, Joseph MacDonald, responsable de la fotografía de dos joyas como La calle sin nombre y La casa de Bambú, ambas estrechamente relacionados no solo por la trama, sino por la excelentísima fotografía: la primera, dirigida por William Keighley; la segunda, por Samuel Fuller. Desde el comienzo de la película, en esos espacios de Monument Valley, sobre los que Ford hubiera podido pedir un copyright, por lo asociados que están a sus westerns, estelares y crespusculares, nos hallamos ante un prodigio del claroscuro, del enfoque y de la descripción de los dos rivales, el exsheriff  Wyatt Earp (Henry Fonda) y el cuatrero Ike Clanton. MacDonald, además, usa una técnica muy parecida a la de La casa de Bambú, porque son innumerables los planos en los que aparecen las grandes masas pétreas de Monument Valley casi como punto de fuga del plano, del mismo modo que el Fujiyama aparecía en la película de Fuller.

El robo del ganado de Earp por parte de los cuatreros se complica por el asesinato del hermano pequeño de Earp, que había quedado al cargo de todo mientras los tres hermanos mayores iban al pueblo, Tombstone, a asearse y recrearse un poco. Consumado el robo y el asesinato, Earp acepta la placa de sheriff en un pueblo inseguro en el que nadie se atreve a imponer la ley y el orden. La llegada de Victor Mature, Doc Hollyday —Doc de doctor, aunque  ejerce más como pistolero que como médico—, complica la trama y genera una tensión que se acrecienta con la aparición de su enamorada, a quien ha abandonado porque se sabe, por la enfermedad que acarrea, relativamente cercano a su muerte y, tras haber abandonado la medicina, no quiere que ella se sume a su vida criminal.

Su relación con la cantante del Saloon, una magnífica Linda Darnell, aún acentuará más la ya de por sí compleja situación, que parece haberse olvidado del principal motivo de la estancia de Earp en Tombstone: descubrir a los culpables del asesinato de su hermano menor. Esa vida lugareña, llena de personajes pintorescos, de relaciones cordiales y atravesadas, de largos momentos de ocio y de súbita tensión, nos ofrece un retrato de la dura vida del Oeste en la que a veces se producen —¡y cómo se debió de divertir Ford con esa escena!— milagros como la inauguración de un templo con campanario y sin paredes, pero que se declara inaugurado aún sin predicador responsable al frente mediante un baile… “He leído la Biblia de arriba abajo, y jamás he encontrado que diga nada contra el baile”, dice el encargado de la orquesta antes de arrancar la fiesta de celebración en la que participa Earp como pareja de la ex de Doc Holliday.

De igual manera… ¿a quién le puede sorprender que en una película de Ford aparezca un comediante que, subido en una mesa del Saloon, recite el célebre monólogo de Hamlet, y que Doc Hollyday, el pistolero ilustrado, lo continúe? A eso es a lo que me refería cuando hablaba de «Pasión de los fuertes» como película fordiana a carta cabal y por antonomasia.

A resultas del enfrentamiento entre las dos mujeres enamoradas de Hollyday, Earp descubre que una joya que luce la cantante era la que su hermano menor iba a regalar a su novia de regreso a casa. Mientras confiesa que un hijo de Clanton se la había dado, después de que Earp iniciara una caza al hombre de Hollyday —en una persecución de la diligencia por el mismo terreno en que John Ford rodó La diligencia, siete años antes—,  Clanton le dispara y la hiere de muerte, aunque Earp logra hacer blanco en el cuatrero que pese al balazo consigue llegar hasta la guarida familiar, refugio hasta el que es seguido por uno de los dos hermanos de Earp, que, a su vez, es asesinado por el viejo Clanton.

Quiero dejar claro, antes de acercarme al desenlace, que los mejores planos de la película no necesariamente están ligados a los momentos más dramáticos o emotivos de la historia. Cualquier plano, en cualquier momento, es un prodigio, sobre todo en lo referido a la profundidad de campo, aquí con caracteres poco menos que de película galáctica.

Tras los acontecimientos, que se suceden con inusual rapidez, para lo que es el ritmo general de la película, más cerca del retrato psicológico que del western de acción, llegamos al núcleo de la leyenda de Earp, el celebérrimo duelo en O.K. Corral. Ford, que conoció personalmente a Earp, dice que lo rodó siguiendo la descripción detallada que el personaje histórico le hizo del famoso duelo; lo cual viene a ser algo así como el reclamo actual con que se abren, en falso, tantas y tantas cintas: «it’s based  on a true story».

Poco añade, en efecto, la veracidad o no del tiroteo, porque lo cierto es que Ford hace una planificación del mismo excelente per se, más allá de su desarrollo veraz. Hay una contención y una suerte de ritual  casi a cámara lenta en el proceso del mortal duelo, que tiene más de ballet que propiamente de escena de acción; a ello contribuye la interpretación ralentizada que hace Henry Fonda de su personaje, “marca de fábrica” intransferible de este actor, parsimonioso en los andares, parco en los gestos, y lacónico en la expresión oral. Representar, con esos rasgos de personalidad a quien se enamora por primera vez, en este caso de la ex de Hollyday, que se queda en Tombstone como maestra, y hacerlo verosímil, es realmente prodigioso.

Yo confieso que me he quedado completamente hechizado por la realización de la película al revisitarla, un film que bien merecería un disección, plano a plano, para que los lectores de esta crítica acabaran compartiendo mi absoluto entusiasmo, pero eso sería más propio de un programa televisivo o del youtuber en que a mi edad difícilmente me convertiré. Poco más que añadir de esta maravilla del séptimo arte, film que merece ser consignado en letras de oro en cualquier relación de películas eternas. Si la han visto, vuelvan a verla; y si no la han visto no duden en disfrutar de ella tras estas líneas o en el apartado «Sesión continua» que cierra este especial western de Ataraxia Magazine…

PASIÓN DE LOS FUERTES (1946) • JOHN FORD

A Wyatt Earp (Henry Fonda), antiguo sheriff de Dodge City, le ofrecen el puesto de comisario de la ciudad de Tombstone, pero lo rechaza porque le interesa más el negocio ganadero al que se dedica con sus hermanos. Sin embargo, cuando uno de ellos muere asesinado, acepta el puesto vacante y nombra ayudantes a sus hermanos. Contará también con la amistad y la colaboración de un jugador y pistolero llamado Doc Holliday (Victor Mature). (FILMAFFINITY

Premios 1946: National Board of Review: Mejores diez películas del año

Sin duda la mejor adaptación al cine sobre el legendario «duelo en Ok corral» en la ciudad de Tombstone, Arizona. Tras regresar de la Segunda Guerra Mundial -donde rodó para la Marina de los Estados Unidos- el gran John Ford vuelve al género ‘western’ para entregar otra incontestable obra maestra. Pablo Kurt: FilmAffinity 

«El mejor western de John Ford (…) La mayor parte de los westerns ponen el énfasis en el duelo final. ‘My Darling Clementine’ se contruye alrededor del tiroteo de OK Corral, pero trata más sobre el día a día: cortes de pelo, romance, amistad, póker y enfermedad (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)» Roger Ebert: rogerebert.com 

«Convirtiendo los mitos del Oeste Americano en poesía (…) Obra maestra» Philip French: The Guardian

JUAN POZ

Puedes seguir a Juan Poz en Twitter como @JuanPoz9 y también en su excelente blog de crítica cinematográfica «El Ojo Cosmológico de Juan Poz» y en su blog de crítica literaria «Diario de un artista desencajado»

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Autor- Juan Poz

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