
Como ya sabrán, hace pocos días se aireó la noticia de los pagos del F.C. Barcelona a los árbitros, con la sospecha de que esas mordidas buscaban comprar un trato de favor. Una noticia de este calibre justificaría inundar las portadas de la prensa catalana. Pero no...
Cuando se descubrió el pastel, eché un vistazo a la prensa deportiva catalana. Asombroso. Ni una sola línea. Repito: ni una sola línea. No hace falta imaginar qué habría pasado si lo mismo hubiese ocurrido con el Real Madrid. En los días siguientes echaba ojeadas a la prensa generalista —La Vanguardia, El Periódico, Ara, etcétera…—. Y lo único que encontré fue un artículo que se hacía eco de los comentarios del entrenador del Barça, en el que decía que era raro que algo así se publicase justo ahora, siendo líderes. O sea, que era una conspiración.
Sigamos. A las puertas de la huelga de Sanidad en Cataluña, La Vanguardia publicaba un artículo a página completa… ¡Sobre Ayuso y la Sanidad! ¿Saben que Cataluña es la Comunidad Autónoma que lidera las listas de espera para operarse? Es vergonzoso.
Hace unos días ocurrió algo terrible: el suicidio de una niña en Sallent. Aunque se intentó ocultar, finalmente se descubrió que la causa era el bullying que sufría en la escuela, entre otras razones, porque se burlaban de su nivel de catalán. Cuando encontré alguna mención a esta noticia, era sobre la lacra del bullying en España. Cataluña, la tierra de la Omertá.
Recuerdo que cuando se descubrió el caso Pujol, un periodista y exdirectivo de un periódico importante de Cataluña hizo autocrítica: “hemos mirado demasiado hacia otro lado durante demasiados años”. Obviamente no han aplicado lo aprendido. Es más… proliferan los artículos de opinión que loan la figura figura histórica del expresidente. Aquí todo es intocable.
Tampoco leerán nada sobre los suicidios en las cárceles catalanas, que ostentan el triste récord de ser líderes en España, por ejemplo. O sobre la tasa de fracaso escolar en Cataluña, que es aterradora. Es deprimente, créanme.
Estos días nos hemos enterado del hackeo de varios centros hospitalarios. Es gravísimo. Entre otras consecuencias, es posible que los datos de los pacientes acaben en las aseguradoras y que éstas lo utilicen para denegar solicitudes para ser cliente de la entidad. Algo así, en cualquier democracia occidental, conllevaría la dimisión del máximo responsable político. Pero en Cataluña, no. ¿Por qué? Porque saben que, con la inestimable ayuda de los medios de comunicación catalanes, la sociedad seguirá en la inopia. Es desolador.
Y si hablamos de las radios, tres cuartos de lo mismo. Estos días, tan prolíficos en noticias escandalosas en Cataluña, ¿saben de qué hablan en RAC1 (emisora líder)? Pues de la Operación Cataluña, Villarejo, etcétera.
Los medios de comunicación catalanes han contribuido, y siguen contribuyendo, a construir una sociedad idiotizada, que se mira el ombligo. “Somos los mejores” es la letanía que emiten los medios, sin mostrar nunca la más mínima exigencia o crítica hacia los organismos públicos que les gobiernan.
Algo tan saludable como la crítica sirve para que los Gobiernos estén obligados a ser mejores y, sobre todo, a que la sociedad sea exigente. Fíjense que jamás ha habido ninguna manifestación como protesta contra la corrupción. Impensable. Los medios de comunicación catalanes sólo se calientan con el tema de la lengua. Tenemos un ejemplo reciente. El caso de la enfermera que protestaba por tener que obtener el nivel C1 de catalán. ¡Anatema, herejía! Ahí sí, ahí entraron al trapo, como un rebaño de miuras, TV3, la prensa, la radio, las tertulias, magnificando un caso puntual.
Sí, señores, no les quepa la menor duda: el periodismo en Cataluña no existe. Y es cómplice y responsable de haber creado una sociedad infantilizada y manipulada, que alimenta un vergonzoso sentimiento de superioridad que roza el racismo. ¿Exagero? ¡En absoluto! Miren, recientemente, por un extraño milagro de origen desconocido, TV3 emitió un reportaje sobre el protagonismo de los catalanes en la explotación de los negros de Cuba. ¿Han oído hablar del repugnante papel jugado por los negreros catalanes en el tráfico de esclavos? Seguramente sí. Las grandes fortunas catalanas se amasaron comerciando con seres humanos, a miles, decenas de miles. Como en todas partes, la Historia tiene etapas luminosas y otras mucho más oscuras. Pues bien… ¿Saben cuál fue la reacción que generó ese programa? Negación, absoluta, rotunda. Y balón por la banda. Y cortina de humo. Y que eso era culpa de España, porque los catalanes, seres de luz, no hacían estas cosas.
Este último ejemplo refleja perfectamente en qué han convertido a la sociedad catalana los medios controlados por los gobiernos nacionalistas: no conciben, ni admiten, ni analizan, que los catalanes no sean seres luminosos, ahora y en toda su historia pasada. Cataluña es una sociedad adolescente, estúpida, sumamente inculta, y sumamente fanatizada. Da mucha pena, muchísima, toda.
Recuerdo que hace ya algún tiempo mantuve un intercambio de tweets sobre lo “sangrientos que fueron los españoles, el Duque de Alba, etcétera». Cuando argumenté que en aquel contexto histórico era algo habitual, la guerra, las conquistas, mi interlocutor me contestó —¡cómo no!— que los catalanes no eran así. Que ellos eran seres élficos. Le puse un ejemplo de lo contrario y documentado. De hecho, todavía a día de hoy, el recuerdo de la terrible «Venganza Catalana», bajo la figura del Katalan, como respuesta al asesinato de Roger de Flor aún persiste en los países balcánicos, donde la figura de un guerrero-gigante, sediento de sangre, se usa para asustar a los niños. O en Bulgaria, donde es un insulto llamar a alguien “hijo de catalán”. En la respuesta incluí un enlace a un excelente artículo histórico. ¿Saben que ocurrió? ¡Me bloqueó de inmediato! Y es que esta parroquia de fanáticos no soporta ninguna verdad que pueda estropear su falsa luminosidad.
¿Tiene solución el periodismo en Cataluña? Pues me temo que no. Hace ya unos cuantos años publiqué un artículo sobre este tema, en el que utilizaba como ejemplo un texto del periodista Enric Juliana, subdirector de La Vanguardia. Me pareció correcto enviárselo en un mensaje privado de Twitter. Lo leyó. Vaya si lo leyó. De cabo a rabo se lo leyó… ¿Y saben que hizo? ¡Bloquearme a los pocos minutos!
Mientras he escrito estas líneas, más y más ejemplos de la muerte del pensamiento crítico y del periodismo libre se han producido en Cataluña. Es inútil intentar siquiera consignarlos todos. Descanse en paz el periodismo en Cataluña, tierra de silencio.
JOAN PUIG
Puedes seguir a Joan Puig en twitter como @avecesensayo

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