
Despedimos un “annus horribilis” en los mercados financieros, en la economía, en la política del país e internacional, y en los mercados energéticos en general.
Tengo que reconocer que el año 2022 quedará en la memoria de todos nosotros por sus múltiples efectos e impactos en todos los ámbitos. Hasta en la UE han aparecido casos de corrupción que han motivado el cese de algunos de sus vicepresidentes y puesto bajo investigación a varios parlamentarios. Por cierto, todos socialistas.
Ha sido un año de resaca después de un 2021 marcado por la pandemia y sus desastrosas consecuencias. Se han juntado varios cisnes negros en muy poco tiempo y no nos ha dado tiempo a recuperarnos. Especialmente en la economía que sigue siendo la última de la UE en recuperar los niveles de PIB de 2019 y que probablemente no lo consigas hasta 2024 o 2025, dependiendo de la profundidad de la recesión que se nos viene encima. La invasión de Ucrania acabó de rematar a unas economías que todavía estaban convalecientes.
A modo de resumen y para que nos hagamos una idea de la magnitud de lo vivido en estos dos años, sólo hay que mirar a la evolución de los mercados, la inflación y la reacción de los bancos centrales.
Desde diciembre de 2020 los bancos centrales han venido endureciendo la política monetaria por el incremento disparado de la inflación (especialmente en 2022) y la intención de reducir el importe de deuda que mantienen en sus balances y que ha sido fruto de una política monetaria expansiva que ha inundado de liquidez los mercados y mantenido los tipos artificialmente bajos (incluso negativos) para paliar los efectos de la crisis anterior y de la actual. De alguna manera se va abandonando una política que no tenía ningún sentido económico seguir manteniendo y volviendo a una racionalidad más que necesaria.
La Reserva Federal Americana (FED) ha subido los tipos 425 puntos básicos (4,50%) desde 2020 hasta niveles de 4,50%. El Banco Central Europeo lo ha hecho en 250 puntos básicos (2,50%) hasta el 2,50%. El Banco de Inglaterra por su parte los ha subido en 340 puntos básicos (3,40%) hasta el 3,50% actual. Y así podríamos seguir con el resto de bancos centrales mundiales. Las subidas en los países de Hispanoamérica superan en algún caso los 1.000 puntos básicos con tipos por encima de dos dígitos.
Todo ello evidentemente ha influido en los mercados financieros con un impacto en 2022 muy negativo. Tanto el mercado de renta variable como el mercado de renta fija han sufrido caídas superiores en muchos casos al 20%. El caso de la renta fija ha hecho mucho daño a las carteras de los gestores de inversión, al tener un porcentaje mayor de peso con respecto a la variable, y además considerándose un activo “más tranquilo y seguro” para los inversores. Este año no se ha cumplido y ambos mercados han dado un buen disgusto.
Los índices de renta variable, aún a pesar de haber recuperado sustancialmente desde sus mínimos todavía muestran caídas en 2022 significativas en algún caso. El IBEX 35 cae en 2022 un 6,9%, el EuroStoxx-50 un 11,5%, el CAC 40 francés un 9,8%, el MIB italiano un 13,4% y el DAX alemán un 12,5%. En el caso de los índices americanos la situación es todavía peor. El S&P 500 cae un 19,2% y el Nasdaq 100 un 31,1%. Los índices chinos caen también doble dígito mientras Japón cae un 5,4%. Sólo aparecen en positivo el índice portugués PSI-20 con una revalorización del 2,2% y el Sensex indio con una subida del 5,8%. El mercado inglés prácticamente empata en el año.
Para no aburrirles con muchos datos, simplemente mencionar que los mercados de deuda han llagado a caer un 20% en el año y ahora presentan una caída media del 12/15%.
Podríamos seguir con las materias primas y metales preciosos, cuyos precios se dispararon con la invasión de Ucrania y los cuellos de botella creados por el Covid, y que luego han ido cediendo a medida que las economías se desaceleraban y la recesión se iba haciendo más patente en todos los indicadores. De momento se han estabilizado e incluso han repuntado en algún caso.
El ejemplo perfecto es el caso del precio del crudo Brent que llegó a marcar precios negativos en 2021 con el Covid, repuntó hasta 126 dólares por barril y ahora se mueve entre los 75 y los 85 dólares muy pendiente de la evolución de la apertura de la economía china (mayor demanda), el estancamiento de las economías occidentales y la actuación sobre la oferta de la OPEP+.
Todo ello ha generado este año una tormenta perfecta en los mercados con unos grados de incertidumbre máxima y con una dificultad extrema de hacer estimaciones fiables a futuro.
Por el camino los países han aumentado sus niveles de deuda a niveles preocupantes dados los paquetes de ayudas aprobados primero por el Covid y luego por las consecuencias en las economías domésticas de la invasión de Ucrania, mientras que los bancos centrales siguen encareciendo los costes de financiación de dicha deuda. Un panorama complicado cara a los próximos vencimientos y refinanciaciones de deuda que se llevarán a cabo entre 2023 y 2024. Valga el dato que facilita el IIF (Institute of International Finance) que calcula que el ratio de deuda global sobre PIB llegó al 350% en el 2T2022 y acabará el año en 352%. Gran parte de esa deuda tendrá que refinanciarse en los próximos dos años y con unos tipos de interés muy superiores a los de los últimos años y en tendencia creciente a lo largo de 2023. Además de haber un alto porcentaje en deuda de alto riesgo (high yield) que se ha ido asumiendo en los años anteriores de complacencia económica de los bancos centrales, en búsqueda de rentabilidades para los inversores pero con mayor riesgo.
Los últimos mensajes de la FED y del BCE en la reunión de diciembre tampoco han ayudado a calmar los mercados sino más bien todo lo contrario. De hecho, aún a pesar de haber subido “sólo” los tipos de interés den 50 puntos básicos en vez de los 75 esperados previamente, lo que han venido a decir, es que los tipos seguirán subiendo a ese ritmo durante más tiempo ya que la inflación se mantendrá en niveles altos durante un periodo mayor al inicialmente esperado (especialmente la subyacente). Y además se revisan a la baja las expectativas de crecimiento para la economía global en 2023. De hecho el BCE espera “recesión técnica” (dos trimestres consecutivos de caída de PIB) en el 4T2022 y 1T2023. Previsiones nada halagüeñas para unos mercados que esperaban un mensaje más “dovish” (suave o paloma) y una cierta desaceleración de la inflación y una ralentización menos brusca a medio plazo.
El Euribor ha reaccionado rápidamente y ha saltado por encima del 3% (parecía el techo previamente) encareciendo las hipotecas firmadas a tipo variable y anticipando que los tipos “neutrales” de los bancos centrales serán algo más altos que los esperados antes de la reunión de diciembre.
El caso español no es una excepción. Una deuda disparada y creciendo, un déficit estructural estancado en torno al 4/5% con un gasto público creciendo por razones electoralistas, una estructura pública y de pensiones insostenible, el mayor desempleo de la UE (y escondiendo parados tras la reforma) y una inflación galopante (especialmente energética y de alimentos básicos) que empobrece día a día a todos los españoles. Además de un panorama político preocupante y desolador que provoca inseguridad jurídica e inestabilidad económica y social además de espantar cualquier iniciativa de inversión en España por parte de inversores extranjeros. La deriva de este gobierno social comunista soportado por independentistas y filoetarras es muy peligrosa. Por no hablar del ataque a las instituciones y especialmente al poder judicial y órganos judiciales tan recientes.
Con todo ello tendremos que lidiar en un año 2023 marcado por citas electorales varias y con un despliegue de propaganda gubernamental electoral a través de sus medios afines (la mayoría) y uso de los fondos europeos (hasta ahora desaprovechados) para compra de redes clientelares y votos de determinados sectores de la población. Va a ser una carrera francamente asfixiante.
Y no esperemos nada de la Unión Europea. Están con sus líos particulares y casos de corrupción que han aparecido y que lastran, aún más, la poca credibilidad que ya tenían, además de confirmar la falta de transparencia y ética que se les debería de exigir. Que nos cuestan mucho dinero y nadie les ha votado.
Llegados a este punto, la pregunta es ¿y ahora qué?
Pues en mi humilde opinión (in my humble opinion, que dicen mis clientes) todo va a depender de la situación climática de este invierno. Será lo que marque la diferencia entre una recesión suave o una recesión más profunda y por consiguiente una inflación más persistente y una política económica más restrictiva (hawkish o halcón) con subidas adicionales de tipos de interés y una pérdida de poder adquisitivo adicional y unos costes de financiación más altos que presionarán los márgenes y resultados de las empresas.
Si el invierno es suave y los precios energéticos no se disparan de nuevo, podemos ver un impacto menor en las economías y una menor presión de la inflación. Las reservas de gas están casi al 100% en Europa lo que tampoco nos dice nada. Hasta ahora el otoño ha sido suave y la demanda y consumo de energía no se ha visto seriamente incrementada. Pero en países similares como Reino Unido, aún a pesar de tener las reservas de gas al 100%, han consumido el 20% en una sola semana de climatología más severa. Ello implica reponer las reservas, aumentar la demanda de gas y presionar de nuevo los precios al alza.
Por ello, no cantemos victoria y sigamos los datos en el día a día, como van a hacer los bancos centrales en sus decisiones “reunión a reunión” y muy vinculadas a los datos que lleguen en el corto plazo.
Es evidente que el 2023 va a ser otro año complicado, especialmente en su primer semestre. Los mercados financieros van a seguir la estela de las decisiones de los bancos centrales en materia de política monetaria y de reducción de balance, y actuarán en consecuencia en función de los indicadores económicos que vayan apareciendo. Mi impresión es que la primera parte del año podemos ver otra caída de los mercados y alta volatilidad, y que a medida que llegue la primavera y el verano, podremos empezar a ver cierta estabilidad y algo más de luz al final del túnel.
El caso español será especial por ser año electoral y veremos muchas decisiones por parte del gobierno que serán puramente electoralistas y por supuesto seguirán negando la mayor y ocultando la realidad económica del país. Seguiremos a la zaga del resto de Europa en recuperación de los niveles del PIB de 2019, tendremos más paro, más impuestos, más déficit, más gasto improductivo estructural y mayor estructura pública e injerencia en las empresas, sectores e instituciones cada vez más preocupante. Es decir, menos libertad individual y de mercado. Un panorama nacional nada halagüeño, pero tendremos que lidiar con ello y con lo que nos venga de fuera. Necesitamos estabilidad política y seguridad jurídica y una política de gasto restrictiva así como un plan de estabilidad presupuestaria para poder ir cumpliendo las exigencias que vendrán de Europa. En cualquier caso, no nos olvidemos que nos toca la presidencia europea en la segunda parte del año y ello evitará excesivas presiones desde la Unión Europea (por desgracia).
Aprovecho para desearles un próspero y feliz año nuevo 2023. Mucha salud, paciencia y acumulen fuerzas para el año que empieza. Disfruten con los suyos que es lo más importante… ¡Y que a él le vote Txapote!
ÁLVARO SHARES
Puedes seguir a Álvaro Shares en Twitter como @AlvaroJuer

ÁLVARO SHARES es un licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por el CEU y la Universidad Autónoma de Madrid, que ha sobrevivido a 31 años de experiencia en la bolsa española, en firmas de primera fila del sector financiero como JP Morgan o BBVA, entre otras. Desde el año 86 ha visto y seguido la evolución del profundo cambio que han sufrido los mercados hasta la actualidad. Desde el crash del 87 hasta el Brexit del 2016, así como la evolución tecnológica y el desarrollo de nuevas alternativas de inversión, siempre de la mano de los principales inversores nacionales e internacionales. Mucho mundo a sus espaldas y muchos viajes con los principales directivos de las compañías españolas. Y con ganas de seguir aprendiendo.

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