
La trampa rusa no es el nuevo nombre que algún cocinero de postín ha otorgado a la ensaladilla rusa...
La trampa rusa no es el nuevo nombre que algún cocinero de postín ha otorgado a la ensaladilla rusa.
La trampa rusa sólo es el ardid político que explica por qué la gente protestó masivamente en las calles de Europa contra la imposición de la vacuna contra el covid 19, y no lo hace contra las sanciones a Rusia que les conduce derechitos a la escasez y la ruina.
La advertencia del papafrita Sánchez al inicio de la invasión («las sanciones a Rusia por la guerra exigirán sacrificios de los españoles») nos dio la pista para entender por qué el dizque castigo económico al Estado ruso desencadenó, de forma automática, la criminalización de los rusos: si vamos a sufrir penalidades no va a ser sólo para proteger a Ucrania, sino para librarnos del Mal, esto es, de lo ruso.
Salvando a Ucrania nos cuidamos nosotros -decían sin necesidad de pudor subliminal nuestros próceres-.
La clave estaba en dos conceptos de justicia.
Rusia no puede ser considerada un «justus hostis» porque nosotros defendemos una «causa justa».
O lo que es igual, Rusia no tiene derecho a la guerra porque el único poseedor de la Verdad, la Bondad y la Belleza es Occidente.
Ni entro ni salgo sobre la cuestión. Sólo me limito a exponer el planteamiento del «Mundo Libre» para extraer ahora las consecuencias.
Cuando ha quedado demostrado que las sanciones a Rusia son un autocastigo a Europa en forma de rápido aumento de la pobreza, ¿por qué nadie se queja?
La respuesta la tenemos en otra pregunta: ¿quién se atreve a manifestarse para pedir el fin de las sanciones cuando hacerlo supondrá ser estigmatizado como «quinta columnista» de Putin?
La libre expresión de la opinión pública ha quedado neutralizada por el sencillo procedimiento gubernativo de convertir al enemigo político en no humano, ¿pues quién va a protestar cuando sabes que vas a ser tildado de defender a un monstruo?
Si no se hubiera convertido a Rusia en el Mal, cabría discutir la idoneidad de la batería de sanciones económicas que ya están teniendo un efecto bumerán en el nivel de vida de los europeos.
Pero eso fue imposible desde el principio de la invasión a Ucrania porque a Rusia hay que castigarla porque hay que castigarla.
Las sanciones al Lucifer eslavo no pueden ser objeto de debate político porque se han convertido en una tautología.
Así, Europa se encamina en silencio a un crematorio por haber caído en la que denomino trampa rusa. Sin salir de ésta, no habrá oposición política ni social a la liquidación de los europeos.
¿Alguna esperanza?
La política siempre ofrece una oportunidad a quien sepa utilizar sus enseñanzas.
«Respondí a quienes me reprochaban mis compañeros dudosos: escogemos a nuestros adversarios, no a nuestros aliados» -Raymond Aron-.
Pues bien, atrevámonos a hacer la pregunta: ¿quién es nuestro enemigo hoy (mañana Dios dirá)? ¿Putin, el Gobierno de Sánchez, la Comisión Europea, USA?
Todo depende del punto de vista.
Para Sánchez o el PP es obvio que el enemigo es Putin, pues éste es el enemigo de sus amigos.
¿Y para VOX? ¿quién es el enemigo para VOX?
Para el pueblo el enemigo es quien le empobrece y maltrata con cualquier pretexto, con cualquier «causa justa» ajena a la defensa de sus ciudadanos.
En conclusión, elijan enemigo, y cuando lo hayan hecho, recuerden a Aron si les llaman «amigos de Putin»: escogemos a nuestros adversarios, no a nuestros aliados.
La estigmatización por los amigos que nos adjudica el enemigo, jamás debe ser un obstáculo para abandonar la batalla contra el enemigo.
No ejercer la oposición para evitar quedar señalados por quien nos quiere sometidos sólo es una trampa rusa.
JORGE SÁNCHEZ DE CASTRO CALDERÓN
Puedes seguir a Jorge Sánchez de Castro Calderón en Twitter y también en su blog «El único Paraíso es el fiscal»
Estuve en la Facultad de CC. Políticas de la Complutense antes que Pablo Iglesias. Allí vi a gente de lo más variopinta… Un miembro de la Casa Real; un magistrado del Tribunal Supremo, que me anunció dónde iba a llegar, y hasta un gran maestro marxista que mudó en consejero «black». También conocí a Tocqueville, a Marx, a Maquiavelo y al sabio español Dalmacio Negro. Incluso a Kelsen y Carl Schmitt, cuya disputa intelectual creo que ganó Don Carl. Si con esto no les basta, les invito a entrar en Ataraxia Magazine o en mi página «El único paraíso es el fiscal».

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