
A raíz de que el Real Madrid C.F. pasase a la final de la máxima competición europea, se ha puesto de moda la teología para explicar los motivos de lo que se considera una concatenación de prodigios después de tres eliminatorias mistéricas.
Para Hughes, el mejor escritor del soberano
«Que baje Dios y lo explique», tituló al día siguiente de la última gesta uno de los medios de comunicación de referencia del ex-presidente Mariano Rajoy, el diario deportivo «Marca».
Sin desmerecer al Todopoderoso, considero que no es necesario que éste comparezca para dar cuenta de lo ocurrido porque la explicación, más que divina, es schmittiana (de Carl Schmitt): el Real Madrid superó a sus rivales porque es el soberano, esto es, el que decide en la situación excepcional.
El duelo y el sujeto de la soberanía
Un partido de fútbol es una sucesión de duelos durante 90 minutos (si no hay prórroga y penaltis), siendo el duelo la unidad mínima (el átomo o la mónada) de la política, pues ésta es la actividad donde se dilucida la relación amigo-enemigo: o gano y sobrevivo, o pierdo y muero.
El duelo, en suma, es una situación límite. Y las eliminatorias de la Champions League (desde los octavos de final hasta la final) son un duelo de once contra once ante el escrutinio del orbe.
Ahora bien, en toda situación límite o estado de excepción surge ineludible la siguiente pregunta: ¿quién decide en la situación excepcional?
Si hablamos de fútbol, los considerados intelectuales del asunto afirman que quien decide es el que juega bien, entendiendo por «jugar bien» ajustarse a una idea preconcebida del deber ser futbolístico. Por tanto, quien no respete las normas que dicta la ortodoxia perderá.
Por contra, para el Real Madrid el sujeto de la soberanía, el que decide el duelo agonal, es el Real Madrid, siempre y en todo lugar.
Nos encontramos, pues, ante un concepto objetivo-jurídico y ante un concepto subjetivo-político de soberanía: quienes creen que quien decide el juego es el que se somete a un conjunto normativo, y quien parte del principio de que el soberano es quien decide serlo por encima de cualquier circunstancia.
Los legisladores no entienden al soberano
Así, es fácil entender lo ocurrido en las tres últimas eliminatorias de la Champions League 2021-2022: el duelista Real Madrid afrontó los lances considerándose el soberano, esto es, el que decide sobre la situación excepcional que todo partido a cara o cruz supone.
El Real utiliza todos los medios a su alcance.
Desde sus jugadores y la afición (la forma deportiva de asedio al enemigo) hasta su estadio (su espacio).
No obstante, el principal arma del duelista blanco no es ninguno de estos elementos materiales, pues todos están subordinados al repudio espiritual de la derrota.
Su resistencia a perder, aun jugando mal, es considerada por la crítica especializada como un evento mágico, en tanto resulta contradictorio con lo que ellos han establecido como deber ser del duelo: sólo debe ganar el que respete el canon.
Los santones no entienden que si ellos se han autonombrado los legisladores que dictan las reglas del juego, el Real Madrid se ha autodesignado como el soberano del mismo.
Y obviamente, los hacedores de normas pueden atribuirse el prestigio de la razón, pero la victoria siempre es del soberano.
Afición, camiseta y Presidentes
La historia del Real Madrid sólo se puede entender partiendo de la idea de que el club se ve a sí mismo como el único soberano legítimo, algo similar a lo que los monarcas antiguos consideraban su derecho divino a gobernar.
Es el concepto de soberanía lo que explica, por ejemplo, el comportamiento de su atípica afición y la forma que tiene de encarar las derrotas y las victorias.
Se dice que los socios del equipo son los que menos confían en él. Esto es un error porque las dudas no radican en la falta de confianza en los duelistas, sino en el drama de la derrota, ¿pues cómo puede asimilarse que caiga el soberano?
El fracaso desmiente de forma temporal la condición de Su Majestad, por eso las derrotas merengues son descalabros existenciales que no encuentran paliativos porque carecen de fundamento.
Los torneos perdidos, especialmente si de la Copa de Europa se trata, no son fiascos deportivos para sus incondicionales, son crisis políticas: momentos en los que se produce la sustitución del soberano… aunque alguno de esos momentos hayan durado varias décadas.
Por esa misma razón, apenas celebran los madridistas más veteranos los triunfos, pues más allá de cómo juegue o quién lo entrene ¿qué mérito tiene ganar cuando uno es el soberano?, ¿acaso celebra el Papa su infalibilidad?
A sensu contrario, el resto de equipos, los que creen que el éxito depende del cumplimiento de la ortodoxia futbolística que esté de moda, pierden consolándose con volver al año siguiente con mejores jugadores que respeten con más fidelidad el canon, y celebran las victorias con la euforia propia del que sabe que su triunfo sólo ha sido un accidente.
¿Cómo justificar el dato de que futbolistas normales se conviertan en duelistas definitorios por el mero hecho de enfundarse la elástica del Real Madrid, si no fuera por el convencimiento de que forman parte del equipo que decide en las situaciones de excepción?
Pero también sólo bajo el concepto de soberanía se pueden entender los hitos históricos del club, más allá de los terrenos de juego.
Fue uno de sus presidentes, Santiago Bernabéu, el que comprendió la situación límite que vivía el fútbol europeo a mediados de los años 50 del siglo pasado, cuando un grupo de periodistas del diario L´Equipe plantearon la necesidad de crear una competición europea de clubes. Y el Real Madrid afrontó el estado de excepción liderándolo hasta constituir la Copa de Europa.
De la misma forma, la Superliga que persigue el actual Presidente del club, Florentino Pérez, sólo encaja dentro de los mismos parámetros: el Real Madrid reconoce un estado de excepción (la decadencia del fútbol) y se arroga la soberanía: decide acaudillar el proyecto.
En conclusión, la superioridad del Real Madrid no tiene nada de esotérica, pues hunde sus raíces en una nítida causa política: el Real Madrid es el soberano, el que decide en la situación excepcional porque considera que ostenta el legítimo derecho de hacerlo.
Si no están de acuerdo con mi tesis para explicar lo que ocurre con el Real Madrid y la Copa de Europa, siempre les quedará la solución del diario «Marca»: «que baje Dios y lo explique».
Pero les advierto que tienen el riesgo de que Dios baje y les diga que el Real Madrid es el soberano no sólo por su voluntad de serlo y por la historia, sino porque así lo quiere Él.
JORGE SÁNCHEZ DE CASTRO CALDERÓN
Puedes seguir a Jorge Sánchez de Castro Calderón en Twitter y también en su blog «El único Paraíso es el fiscal»
Estuve en la Facultad de CC. Políticas de la Complutense antes que Pablo Iglesias. Allí vi a gente de lo más variopinta… Un miembro de la Casa Real; un magistrado del Tribunal Supremo, que me anunció dónde iba a llegar, y hasta un gran maestro marxista que mudó en consejero «black». También conocí a Tocqueville, a Marx, a Maquiavelo y al sabio español Dalmacio Negro. Incluso a Kelsen y Carl Schmitt, cuya disputa intelectual creo que ganó Don Carl. Si con esto no les basta, les invito a entrar en Ataraxia Magazine o en mi página «El único paraíso es el fiscal».

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