El efecto Putin en la batalla por el relato

La invasión de Ucrania, ha generado un efecto efervescente en la corriente intelectual defensora del pensamiento conocido como “la batalla de las ideas”. Sin embargo y desgraciadamente la dichosa batalla cultural o del pensamiento no se está desarrollando contra la izquierda como sería recomendable, partiendo de razonamientos socialmente aceptados y desde luego bien recomendables para el devenir de España, sino en ambos lados de las corrientes ideológicas habituales de izquierda o derecha para mayor descrédito de ambas.

Para los siempre inconformistas e inquietos conservadores españoles ser catalogado “Pro-Putin” o “anti-Zelensky” se ha convertido en un halago para muchos de los que habitualmente defienden los postulados contra la globalización. Sin embargo otros tantos siguen anclados en las viejas ideologías de bloques, denostando a la madre Rusia por su talante comunista de puertas adentro y beligerante hacia afuera. Considerando, además, que su principal socio es China —pese a que su comportamiento habitual en política exterior se ha demostrado que es totalmente de carácter globalista—, les sirve junto a argumentos como el del “comunismo capitalista” como caldo de cultivo suficiente para mantener el eterno debate. 

Es cierto que este tipo de contradicciones no solo sucede en el colectivo conservador, pues observamos cómo, por ejemplo, en el bando de las izquierdas el actual Gobierno liberticida al carecer de principios o valores (salvo el de mantenerse en el poder para esquilmar al país igual que antes lo hizo Felipe González) ahora ha abandonado el comportamiento traidor, heredado desde los días de Zapatero, cuando dejamos a nuestros aliados “compuestos y sin novia”, cambiado de opinión y “saliendo por patas del fregao”

Hoy, Sánchez, “el autócrata”, aboga forzosamente –por orden de Washington y Bruselas– por el rearme y la consolidación española en la OTAN, mostrando algo más de compromiso real en forma de inversiones en el sector armamentístico, sencillamente porque en breve habrá una cumbre en España. Sánchez podrá volver a lucir palmito de cara a buscarse en dos años la vida, allá donde le compran el género, mientras que los antisistema de extrema izquierda –también en el Gobierno– continúan anclados en las antiguas y desfasadas soflamas del “No a la guerra” o el “OTAN NO”, quedándose en breve a verlas venir. 

Y es que cuando los socialistas se enfrentan claramente a los comunistas y se postulan frente al resto del arco parlamentario como defensores de Ucrania, utilizando la figura de Putin para acusarle de todo lo que sucede a nuestro alrededor, a la opinión pública le choca enormemente comprobar cómo los antisistema de extrema izquierda coinciden –en la defensa de Putin– con parte de los ideólogos de la extrema derecha y con los nacionalistas. Y aunque es cierto que el globalismo existe (y quien no lo quiera ver desde luego tiene un serio problema cognitivo), no es menos cierto que a la inmensa mayoría el asunto ni les va ni les viene, teniendo en cuenta que consideran que no influye para nada en su vida lo que suceda a miles de kilómetros. 

Esta cómoda manera de vivir la vida –muy común por otro lado– solo se ve alterada cuando los medios de comunicación de forma muy superficial cuentan su versión sobre la crisis energética, los cierres de empresas y los consecuentes ERTE o despidos provocados por la falta de componentes, mezclando a Rusia con Alemania, o a Argelia y Marruecos con España e Italia, y a todos con China y EEUU. No explicar debidamente los vínculos reales entre estos aparentemente diferentes nexos que nos unen inexorablemente a todos, redundan en el efecto acopio, las compras compulsivas o las subidas abusivas de los precios.

Por todo esto, los movimientos estratégicos llevados a cabo últimamente por las dos grandes potencias del mundo, patentes con la traslación del eje de coordenadas desde la pasmada Europa al Pacifico – lo cual por cierto es una teoría más vieja que el hilo negro–, por fin se ha convertido en una triste realidad para los europeos, que hemos ayudado de manera meritoria con nuestra estupidez al obsesionarnos con el cuidado del clima sin tener en cuenta lo que hacen los demás, que fabrican o cultivan lo que nos comemos o usamos fuera de nuestras fronteras. 

Por esta razón comprar el gas a Rusia, financiando su guerra, es algo absolutamente normal para los alemanes pese a ir en contra del resto de la curia bruselense, si a cambio y gracias a la economía circular pueden seguir siendo el motor de Europa, cuya finalidad es seguir arruinando a los más débiles, dado que ya es difícil incorporar a nuevos socios al “club de la deuda y la ruina”.  Este es, simple y llanamente, el motivo por el que no solo promueven y permiten gracias a su burocracia la fragmentación de los países más inestables, generando más endeudamiento y por consiguiente negocio, sino que además se permiten, mediante la absorción de ingentes cantidades de expatriados por la crisis humanitarias, la regeneración poblacional necesaria para paliar las políticas de la muerte gracias al impulso de conciencias abortivas sostenidas institucionalmente.   

El señorito de a pie tampoco entiende porque en los supermercados no hay aceite de girasol (o de haberlo es carísimo), o porque a veces falta harina o escasean las pastas; y le cuentan que Ucrania es uno de los más importantes fabricantes “de esto o aquello”, o que en sus vastas extensiones de tierra se cultivaba “no sé qué”, que provoca que ahora los precios de los piensos suban haciendo que el coste de la leche o la carne se dispare (cuando hace décadas que están tratando de que ni la bebas ni la comas por el tema del CO2). Y mientras, se explayan en aclarar debidamente la versión del Gobierno para explicar lo conveniente que es controlar o intervenir mercados por decreto, marcando tope a los precios o descontando dinero como muestra de empatía a base de deuda sobre algo que hace un año costaba un 30% menos; desembocando todo ello en las huelgas y manifestaciones conocidas por todos, además de en la continua pérdida de derechos fundamentales, trágala cada vez mejor asumido por la población.  

La intervención del líder ucraniano en las Cortes españolas ha suscitado un “sin Dios” de “dimes y diretes” que en modo alguno aclaran al personal si lo sucedido en tierras ucranianas es culpa de Occidente al tratar de afianzar fronteras donde se supone que no debían, o de si es lícito que los rusos traten definitivamente de cerrar el paso al mar a Ucrania, asegurando su invasión por el este y el sur del país para ofrecer una salida alternativa –bien al Mediterráneo o a través de una nueva frontera con Rumanía a la UE– a la nueva ruta terrestre de la seda que con origen en China cruza Asia central, hasta Rusia, para, pasando por Bielorrusia, llegar atravesando la díscola Polonia, hasta las puertas de Berlín; es decir: al corazón industrial y tecnológico de la UE. Obviamente y como distracción, para dar protagonismo a Bielorrusia, se han llevado a cabo importantes incursiones en el resto del país, llegando a cercar la capital, cosa que por otro lado parece un movimiento o una táctica de guerra bastante recurrente si analizamos los últimos conflictos en los que Rusia ha estado metida.

Mientras tanto el Gobierno de España con su presidente a la cabeza no ha perdido el tiempo en tratar de dar por válida la versión rocambolesca de que las conexiones de Rusia y las extremas derechas europeas son un hecho, para descalificarlas aprovechando que una parte muy minoritaria y torpe de la derecha conservadora de VOX, y la extrema derecha española en general, ven con buenos ojos la invasión porque consideran que la “nazificación” de Ucrania es real y, además, consideran a su líder un siervo del globalismo, lo cual ensalza la figura de Putin al ir supuestamente contra el dichoso movimiento.   

¿Quiere esto decir que el comunismo ruso es antiglobalista porque se enfrenta al denominado mundo libre que apoya de forma “sui generis” a un gobierno y a un mandatario que no ha sabido impedir que facciones del ejército ucraniano, afortunadamente minoritarias, muestren tics claramente totalitarios? Personalmente creo que no, y lo creo porque generalmente la simplificación de los problemas suele ofrecer luz al final del túnel y esta encrucijada de veras que lo es. 

El globalismo que practica Rusia sencillamente es diferente al que desarrollan los demás. Así por ejemplo los EEUU lo practican a través de organizaciones, empresas y entramados privados de carácter financiero que ejercen como lobbies del Estado. La Unión Europea lo trata de hacer pero sin salir de nuestras fronteras continentales (y más desde el “Brexit”), y cuando trata asuntos con el norte de África o con Oriente medio, lo ejecuta pagando por adelantado a Marruecos o Turquía (socios directos e intermediadores de los EEUU). Y es que al fin y al cabo, seguimos siendo los inventores del comercio y pereceremos por ello. Y en el caso de China, su efecto globalizador se demuestra comprando voluntades para controlar financieramente los mercados, haciéndose dueño de las deudas soberanas del mundo entero, gestionando la logística mundial con las espaldas cubiertas por los rusos y copiando o robando a los demás la tecnología.

La beligerancia rusa y el desarrollo financiero a través de los oligarcas que rodean a Putin –aunque algo tosco como sistema–, no es demasiado diferente al practicado por sus análogos (supuestamente altruistas) de los EEUU. De hecho los aliados de estos somos los abnegados ecologistas europeos que compramos su relato y cierta parte de los sátrapas del mundo árabe productor de petróleo y consumidor enfermizo y compulsivo del sueño americano, usando modelos de producción esclavistas en pleno siglo XXI. Y sin embargo, los aliados de los rusos son el tercer mundo en general, es decir, los pobres parias del mundo dirigidos por populistas financiados desde Moscú, y los todopoderosos chinos que destacan precisamente por hacer lo mismo sin tener demasiados escrúpulos a la hora de chantajear o expoliar los recursos materiales de la nación que se tercie. 

La diferencia entre todos ellos y nosotros consiste en que la Unión Europea es débil porque a quien chantajea es a sus propios países miembros o a sus vecinos no comunitarios del antiguo bloque comunista, a los que amenaza continuamente con dejar en la estacada frente a los otros tres grandes, como ya se vio por ejemplo con todos los países satélites soviéticos o con los nacidos por la implosión de la URSS. Exactamente se ceba con los más débiles sacando a relucir ese viejo interés por destrozarnos en nuestro propio suelo desestabilizando gobiernos bajo la amenaza de reducir o suspender las ayudas financieras o sugiriendo cambios estratégicos para dejar de comprar deuda desde el BCE, todo ello bajo la atenta mirada de los EEUU y el paraguas de su OTAN a la que financia mayoritariamente.

A los rusos, chinos y americanos, el hacerse daño, y “sangrar”, en sus propios territorios jamás les entraría en la cabeza, pero masacrar a terceros países no les provoca ninguna alergia; es más, lo consideran algo sano para reactivar sus economías, y Europa, aunque muy vieja y decrépita, sigue siendo el magnífico y mejor tablero de ajedrez, de la madera más noble, que podamos imaginar para seguir practicando, de vez en cuando, el juego de la guerra.   

FRANCISCO GÓMEZ VALENCIA

Puedes seguirle en Twitter en la cuenta @Sr_Gómez

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan.

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