
Vaya por delante mi total condena a la invasión de Ucrania por el malnacido de Putin. Todo mi apoyo al pueblo ucraniano y mis respetos y agradecimiento al pueblo polaco por su acogida y solidaridad con los que huyen de una invasión y de una muerte segura.
He titulado el artículo con ese nombre, porque se refiere a aquellos acontecimientos que tienes delante y estás avisado de que ocurrirán pero no haces nada. Y este ha sido el caso. Hemos visto múltiples avisos de que la invasión llegaba pero nadie se lo acababa de creer. De hecho, casi todos los grandes gurús, servicios de inteligencia y grandes bancos de inversión, no le daban un alto porcentaje de ocurrencia y esperaban una solución diplomática y pacífica. Pero no ha sido así. Putin tenía perfectamente calculado el ataque y conocedor de la debilidad ideológica y económica de la Unión Europea (UE) después de la pandemia, así como unos Estados Unidos todavía lamiéndose las heridas de la vergonzosa salida de Afganistán y una China mirando a Taiwán, era el momento perfecto para proceder a la invasión.
Un “cisne negro” es diferente. Es aquel acontecimiento que te llega sin avisar y te lleva por delante. No se ve venir.
Lo peor en estos momentos son las pérdidas humanas que esta atrocidad se está llevando por delante y las vidas de muchas personas que abandonan su hogares, su país y toda su historia detrás, por el fanatismo de un peligroso autoritario que quiere ver cumplidas sus ansias de poder e imperio sin importarle el coste que ello conlleve. Así se revuelva en los infiernos.
Ahora, el problema, visto que el plan del infame Putin no ha ido todo lo rápido y bien que hubiese deseado, es la duración de este conflicto. Esa será la clave para determinar el impacto que puede tener en la economía mundial.
Es todavía pronto para poner cifras encima de la mesa pero lo que está claro es que la recuperación de las economías (que ya flaqueaban en los últimos meses) se retrasa en el tiempo y deja a algunas de ellas al borde de la recesión técnica. Alemania será la primera en volver a entrar en recesión en el primer trimestre del año (dos trimestres consecutivos de caída del PIB).
Lo que está claro y nadie pone ya en duda, es que la inflación que ya teníamos disparada se va a desmadrar todavía más con sus correspondientes consecuencias para la inversión, el ahorro y el crecimiento económico. Lo que viene a llamarse una “híper inflación”.
Eso conlleva que con un crecimiento más débil y una inflación más alta podamos hablar en muchas economías de la famosa palabra que algunos ya veníamos anunciando (antes de la invasión) como es la “estanflación”.
Debo decir que la UE ha reaccionado tarde y mal, aunque al final ha reaccionado gracias a la presión de la opinión pública y la indignación internacional generalizada. Se han aplicado una serie de sanciones contra Rusia, sus oligarcas, sus empresas en el extranjero, sus reservas de divisas y la exclusión de siete bancos rusos del ya famoso para todos, sistema Swift, de transferencia y comunicación bancaria para transacciones financieras, en el que participan 11.000 instituciones y que opera en 200 países.
Curiosamente la UE ha dejado fuera de la exclusión a dos de los principales bancos rusos (Sberbank y Gazprombank) ya que ambas entidades canalizan los pagos por el petróleo y el gas rusos que la UE sigue comprando a pesar de la invasión. Salir del sistema de Swift no excluye a una entidad del sistema financiero, pero sí complica la operativa. Algunos de nuestros lectores todavía recordarán el ya abandonado “télex” o el todavía presente “fax” como sistema de confirmación de operaciones.
Sería imposible poner en este artículo todo lo que habría que explicar sobre las razones de por qué hemos llegado a esta situación, todas las variables de dependencia de los países con Rusia (económica y comercial) así como la información sobre la dependencia energética de la UE con Rusia y los diferentes actores en este conflicto “energético y económico”. Necesitaría toda la extensión de la revista para mí sólo. Y tampoco es cuestión de bombardearles a números y estadísticas.
Vamos a centrarnos en España. La exposición de España a Rusia y Ucrania es relativamente baja aunque tenemos mucha dependencia en nuestras importaciones de cereales, girasol, trigo y determinadas leguminosas de grano. Importamos de Ucrania el 60% del aceite de girasol que consumimos, el 17% del trigo, el 31% de las tortas de aceite vegetales y el 15,4% de las leguminosas de grano. Un total de 15.000 empresas tienen relaciones comerciales con ambos países. Con Ucrania el valor total conjunto de exportaciones e importaciones asciende a 3.100 millones de euros. Con Rusia el importe asciende a 8.200 millones de euros. España tiene un déficit comercial en 2020 de 700 millones de euros con Rusia.
La inversión total de las empresas españolas en ambos países es limitada y asciende a 2.000 millones de euros, de los cuales 1.970 millones de euros son con Rusia.
Empresas como Inditex, Tendam, Acerinox, Teka, Fagor, Cie Automotive, Grupo Antolín, Gestamp, Grupo Roca, Airbus, Maxam, Tubacex, Técnicas Reunidas o Grupo Fuertes (El Pozo) entre muchas otras, tienen alguna exposición al mercado ruso. Muchas de ellas ya han anunciado la paralización de sus actividades en el país, así como la interrupción de sus relaciones comerciales, como es el caso de Inditex y Tendam.
La exposición de nuestros bancos es muy pequeña y se eleva a 700 millones de euros. La mayor exposición la tienen los bancos austriacos, italianos y franceses con un total aproximado de 68.000 millones de euros, de un total de exposición de los bancos internacionales en su conjunto de 107.000 millones de euros. Una cantidad muy poco relevante en comparación al tamaño de sus activos.
La consecuencia más inmediata para España, cuya recuperación económica ya era muy débil, es el impacto en la subida de precios de las principales materias primas y el posible desabastecimiento de determinados productos básicos para muchos de nuestros sectores como el agrícola, automóvil e industrial.
Ya veníamos de una alta inflación en febrero del 7,4% y una subyacente del 3% y ahora se complica mucho el escenario para los próximos meses. Las fuertes subidas de precios del petróleo, del gas y de muchas materias primas básicas van a tener un fuerte impacto dada la gran dependencia energética española y de determinadas importaciones cuyos precios crecen a ritmos del 23,9% en Enero (sin haberse producido la invasión). Además el diferencial de inflación con la UE crece cada mes y ya se sitúa en los 1,7 puntos (el más alto desde marzo de 2006) con la consiguiente pérdida de competitividad de nuestras exportaciones. El superávit generado por el sector exterior estos últimos años y que aportaba en positivo a nuestro PIB, es muy probable que se convierta en déficit este año.
La inflación durante el año 2022 y teniendo en cuenta los precios actuales de la energía se situará en dos dígitos, es decir, veremos un 10% con toda seguridad en la primavera. De la duración del conflicto dependerá que se mantenga o veamos cifras inferiores en la segunda parte del año. Lo que parece claro es que la inflación media este año será muy superior a la estimada por el gobierno y probablemente superior al 8%, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los salarios, las pensiones y la capacidad de compra de los ciudadanos, además de una mayor tributación fiscal dado que las bases imponibles no se deflactan por el impacto de los precios. Es decir, siempre gana el gobierno con esta situación, al obtener una mayor recaudación vía impuestos. La inflación, ya saben, es el impuesto de los pobres.
En cuanto a crecimiento, es todavía prematuro, pero las primeras estimaciones apuntan a un impacto en el PIB mundial de 0,5/0,8 puntos hasta un 4/3,7% y en el caso español de 1,5/2 puntos de PIB, lo que implicaría crecer por debajo del 4%. Un parón en el comercio internacional provocado por las sanciones y la todavía escasa vuelta a la normalidad de la gran mayoría de las economías tras el Covid, deja un panorama muy poco alentador. Veremos otra vez escasez de suministros y cuellos de botella en el comercio internacional.
A todo esto hay que recordar que el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal Americana (FED) tienen una cita este mes crucial ante la encrucijada de una inflación disparada pero acompañada de un menor crecimiento provocado por la invasión de Ucrania. Probablemente la FED siga al Banco de Canadá y suba los tipos 25 puntos básicos (Reino Unido lleva dos subidas ya este año hasta el 0,50%) y el BCE, cuya economía se va a ver más impactada por el efecto de las sanciones y la invasión, seguramente no toque los tipos hasta 2023 y se ponga en situación de “stand by”.
Por concluir, recordemos que toda esta situación está permitiendo que países como Rusia, Estados Unidos, Argelia y Arabia Saudí entre otros, estén haciendo el agosto con la venta de gas, petróleo, carbón y materiales imprescindibles en muchos sectores como el paladio, el platino, el níquel entre muchos otros. Y en nuestro caso, es nuestro gobierno quien hincha sus arcas vía impuestos (gracias a la inflación) mientras sus ciudadanos se empobrecen. Recordarles que el comité de expertos fiscales al que el gobierno ha encargado un informe “independiente” (jajaja) ha presentado recientemente una propuesta de subida de impuestos de 35.000 millones de euros incluidos el IVA, impuestos verdes, patrimonio, sucesiones, las rentas altas y ¡LOS CARBURANTES! No me digan que no es para quererles.
Los mercados financieros han reaccionado a la baja ante todo este embrollo difícil de digerir y probablemente sigan con una alta volatilidad hasta que se pueda evaluar la duración del conflicto. El panorama no es muy esperanzador y duele ver sobre todo las pérdidas humanas que está provocando. Esperemos que dure poco y la UE sea capaz de darse cuenta de que financiar regímenes totalitarios por una dependencia energética provocada por una política absurda, muy cara y buenista, no tiene sentido.
Suerte, ánimo y fuerza para aguantar lo que nos viene.
ÁLVARO SHARES
Puedes seguir a Álvaro Shares en Twitter como @AlvaroJuer
ÁLVARO SHARES es un licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por el CEU y la Universidad Autónoma de Madrid, que ha sobrevivido a 31 años de experiencia en la bolsa española, en firmas de primera fila del sector financiero como JP Morgan o BBVA, entre otras. Desde el año 86 ha visto y seguido la evolución del profundo cambio que han sufrido los mercados hasta la actualidad. Desde el crash del 87 hasta el Brexit del 2016, así como la evolución tecnológica y el desarrollo de nuevas alternativas de inversión, siempre de la mano de los principales inversores nacionales e internacionales. Mucho mundo a sus espaldas y muchos viajes con los principales directivos de las compañías españolas. Y con ganas de seguir aprendiendo.

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