
“Contra la mala política…” sólo cabe la buena política”. Lo dijo Enrique Maya el día 4 en un acto de Pompaelo. Y es que “la mala política es muy mala”, como dijo Maite Pagaza en Septiembre en otro acto de Pompaelo. Sí, es publicidad (de Pompaelo), pero también es importante.
Tenemos demasiados problemas para ponernos a simplificar. Algunos son cosa de la especie humana (hay gente capaz de todo, un día les cuento mi viernes) y hay otros estructurales, porque esta temporada nos hemos organizado así. La causa no cambia las consecuencias ni consuela al perjudicado, pero ayuda si quieres que deje de suceder.
Yendo al caso. Maya pedía a la buena gente que se implicara en la acción política, en vez de esquivarla, porque no hay otro modo de cambiar las cosas. Pagaza nos recordaba que la mala política nos afecta a todos, sea por falta de eficacia (políticas mal diseñadas) o por exceso (políticas perjudiciales para el bien común), porque la haga quien no sabe o quien busca el beneficio de unos a costa de otros (o directamente el propio y el de sus allegados, que también pasa). La política marca la diferencia entre un mal año y una crisis, entre mala suerte y desastre, y entre una oportunidad perdida y un logro para todos.
Y eso es así por definición. La política es la gestión de la cosa de todos. Y en democracia parlamentaria, se hace como se hace. Con partidos.
Los partidos en España funcionan mal (unos más que otros, etcétera). Nos hemos aburrido de señalarlo, y de señalar las causas. Endogamia, centralismo, apropiación del cargo electo por el aparato, falta de meritocracia, infestación de la administración que favorece el clientelismo y la corrupción, esas cosas.
Pero para corregirlo sigue haciendo falta usar los partidos. O hacer una revolución armada e implantar un Estado diferente, que es algo que siempre estropea mucho el cutis y altera el horario de comidas. Así que optando por lo realista, si queremos que la cosa mejore hay que trabajar a través de los partidos. Y trabajar en cambiar los partidos.
Hay dos maneras. Una, implicándose en el que mejor le parezca a usted (sí, usted), pagando cuota, repartiendo propaganda, y trabajando para mejorar candidatos y programa. Así de simple. Prepare el estómago, la espalda y la paciencia (porque las organizaciones que persiguen el poder sacan con frecuencia cosas muy desagradables de las personas), pero puede esperar también algunos ratos muy buenos y algunos buenos resultados que mejoren la sociedad, lo que proporciona una satisfacción curiosa.
Otra es la “protopolítica” o “prepolítica” de la que se ha hablado también mucho en esas tertulias. La política ciudadana, la política sin partidos, la búsqueda de soluciones comunes para los problemas de la ciudadanía. Sin banderías, sin partidismos, aunque por supuesto con diferentes sensibilidades y algún personalismo, pero con mucha más facilidad para encontrar puntos de encuentro que cuando median los intereses de las organizaciones politicas. Lo que no quiere decir que sea fácil.
Pero no basta con hablar. El “partido conversador” que mencionaba Jesús Tanco (por supuesto en otra tertulia de Pompaelo) es el menos eficaz de la historia. Hay que traducir esas conversaciones en propuestas concretas, ya sea usando los mecanismos de participación oficiales, o la prensa, o manifiestos (o manifestaciones). Hay que transmitir la sensibilidad y los conocimientos de los ciudadanos a la tripulación de los partidos, y esperar que en ellos haya gente con los principios, la apertura de mente y la ambición por el bien común suficientes para escuchar a la sociedad civil, adaptar sus ideas a las oportunidades e instrumentos de la política, y hacerla. Buena política.
Eso también está en sus manos (sí, las de usted). Navarra tiene afortunadamente una buena selección de iniciativas cívicas, que sería injusto enumerar porque es imposible no dejarse alguna, que van desde aspectos culturales a económicos, pasando por los puramente cívicos, los artísticos, los lúdicos; las que son locales de un ayuntamiento y las que son regionales o nacionales; las que promueven un proyecto social o un medio de comunicación; los que combaten la pobreza y los que se preocupan por la memoria o la seguridad ciudadana o el despoblamiento rural, y hasta los que promueven la tecnología blockchain o el soplado de vidrio. Hay miles. Y en todas faltan manos, cabezas, recursos. En su barrio y en su círculo de amigos seguro que hay media docena (y si no, fundarlas no es complicado). Si usted (sí, usted) no se implica, es posible que cosas interesantes se queden sin hacer, es probable que cosas que le importen sigan sin cambiar, es seguro que esa idea tan buena que le ronda nunca será propuesta donde puede cambiar las cosas.
El mundo no se cambia solo, ni renegando delante del televisor. Se cambia poco a poco, desde la sociedad civil o la política, a pequeños empujones. Pagando cuotas, yendo a reuniones, proponiendo ideas, echando horas, dejando claro qué importa.
En un par de años, Pompaelo ya han presentado propuestas a la Conferencia sobre la Unión Europea (con éxito), al Gobierno de Navarra (sin él) y a alguna alcaldía (veremos). En Sociedad Civil Navarra también han empezado a hacerlo con mucho impacto. En Foro de Profesores han hecho recular a decanos sectarios, desengañado a intelectuales extranjeros y conseguido retirar programas de televisión manipuladores. En Impulso Ciudadano han inhabilitado presidentes regionales (entre otras cosas). En la AEB, en Hablamos Español, y en otras, han reclamado y obtenido (en general) derechos legales para familias discriminadas por su idioma. Los desmanes de Asirón (ex alcalde de Pamplona con Bildu) con las escuelas infantiles los pararon los afectados. La sociedad civil tiene dientes si se los damos.
Si se los da usted. Sí. No mire hacia atrás. No hay nadie más que se vaya a ocupar de defender lo que le importa si usted no se implica.
Adelante. Y si tiene dudas, hablamos.
MIGUEL CORNEJO
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