
Leía una breve crónica sobre una medida presentada con disimulo y desesperadamente por la ministra Nadia Calviño, que curiosamente daba otra vez la razón a Isabel Díaz Ayuso y su política de bajada de impuestos. La ministra presentaba una propuesta en la se fomentará fiscalmente la creación de startups.
La buena nueva -porque lo es- sobre todo va dirigida a altos ejecutivos de grandes empresas que quieran diversificar sus esfuerzos o a aguerridos emprendedores independientes sin temor a arruinarse cuando tenga que devolver la subvención.
Lo cierto es que parece más una búsqueda de generadores de nuevas y buenas ideas que otra cosa; como si se tratara de un casting de figurantes para una serie de TVE o Atresmedia de las de la hora de la siesta. Da miedo si es a lo más que llega la ministra, es decir, a divertirse con “el juego de la tormenta de ideas” como haría cualquier vulgar coach de medio pelo, al estilo de Begoña (la mujer de Pedro). El asunto da pavor pero parece que es así; y como el objetivo es conseguir engañar tantas veces como sea necesario a los de la UE, para seguir recibiendo fondos del rescate para quemarlos en ideología y burocracia, pues tira millas.
Lógicamente ella, con la delicadeza intrínseca de alta gama que se gasta —porque ha estado dos veces con el Papa y le parece normal—, muy sibilinamente, lo enfocó desde su idea del desarrollo de la economía para consolidar la recuperación, como ella misma se esfuerza en calificar, pese a que la mayoría de los economistas de postín no dejan de decir que se trata del rebote lógico; vamos lo que viene siendo el salto de un cojo, con la forma del logo de Nike.
Por culpa de la misma, recordé el objeto de una reunión sectorial a la que fui invitado no hace mucho, en la que se nos comentaba a un grupo de personas, por boca del ponente -el director financiero de una gran multinacional española- un problema que en cuestión de pocos días se nos iba a presentar en España una vez recibida la segunda entrega de los fondos next generation EU (10.000M€) y que a la postre refleja que de alguna manera por su posición, ya estaba al corriente de la medida presentada por la ministra, y no porque se lo hubiera chivado el vendedor de pócimas adelgazantes o crecepelos varios, Iván Redondo; cuestión que quiso dejar bien clara y que nos hizo mucha gracia, porque al prenda muchos le tienen muchas ganas.
Decía el susodicho que en España no estamos listos a día de hoy. No servimos para asumir tal cantidad de fondos para lo que han sido creados; es decir, que nuestro país no está preparado “per se”, estructuralmente. Dicho de otro modo: no sabemos generar proyectos suficientemente viables para recibir las ayudas porque desde los años 80 se nos ha anulado dicha capacidad. Somos dependientes porque así se decidió políticamente en España y en Bruselas.
Políticamente ha pasado lo de siempre; nuestros políticos han ejercido lo que mejor saben hacer, practicar la demagogia. La extraordinaria palabrería simplemente les ha servido para adornarse en los peores momentos de la pandemia, para salir del trance o del atolladero en el que ellos mismos se metieron. La escapatoria hacia adelante una vez más en la clase política española es resultado del ejercicio de la improvisación lastrada por dos factores muy característicos, muy “españolazos”, con denominación de origen hasta me atrevería a decir: 1º- La desvergüenza intrínseca de su profesión y 2º- El factor del control del miedo.
1º- La desvergüenza intrínseca de la profesión de político.
El político español generalmente tarde o temprano se termina convirtiendo en un desarrapado, ni sienten ni padecen y terminan moviéndose exclusivamente por motivos partidistas, sencillamente porque no suelen tener vida profesional fuera de su entorno. Su afán en “tragar con carros y carretas” para llegar algún día a vivir de lo público recibiendo un salario muy por encima de la media, que de ninguna manera conseguirían en el sector privado, es su razón de ser. El bien común que defienden es aquella versión magníficamente grabada a fuego o instalada en su subconsciente de tal manera que la percepción de la realidad que creen defender, es sencillamente falsa.
El calorcito que da la organización (dicho por más de uno desde fuera) es lo importante. La pertenencia al grupo, una vez que aceptan el contrato por el cual se anulan públicamente como individuos con capacidad de pensar por sí mismos bajo la enseña o la marca de ésta o aquélla ideología, provoca una sensación tan embriagadora, que a veces hasta se cambian en diferentes ocasiones de bando, y vemos cómo los que los reciben, les aplauden como focas con los brazos abiertos, olvidando los improperios que se habían dedicado en su anterior vida política.
Ellos generan, semana tras semana, increíbles reacciones en la ciudadanía. Es que no nos cabe en la cabeza cuando vemos cómo votan en bloque sin plantearse ni tan siquiera el debate dentro del seno de sus partidos. Los automatismos son muy similares a los que se plantean en los entornos privados pero solo a alto nivel, porque rara vez se producen desde la base. En política esto es así, y de hecho se produce hasta en sus seguidores, los cuales invierten su tiempo en la defensa de las organizaciones a las que creen representar, aunque no tengan ni voz ni voto. Por lo tanto: ¿sabrán estos profesionales del despiste generar las ideas necesarias para recibir el dinero comunitario gracias al cual se supone que lograremos iniciar una nueva revolución tecnológica en el sur de Europa? Creo que no, pero es que el director financiero que nos dio la charla tampoco, que es mucho peor. Y a la velocidad que se pretenden recoger ideas para competir en igualdad de condiciones improvisando como buenos españoles, sin querer cada vez nos aleja más del resto de Europa.
2º- El control del factor del miedo.
La clase política en general y especialmente los mandatarios están demostrando que las prohibiciones y la restricción de derechos bajo su corto punto de vista son la solución para sobrevivir en crisis. Quisiera destacar el caso en el que se ha intentado hacer lo contrario, es decir, hacer política para salir de la crisis. El Madrid liberal -mal parido- de coalición previo a la pandemia, transformado por ella al posterior del “comunismo o libertad”, afortunadamente algo más conservador, aunque todavía con demasiado tufillo progre (PSOE state of mind), es la piedra de toque para salir del atasco en el que estamos a nivel político, económico y sanitario.
Este ejemplo de gestión hoy forma parte de un conflicto de poder dentro del Partido Popular que más vale que se resuelva pronto, pues la madrileña y su Gobierno han sabido hacer política combinado la enfermedad y su tratamiento a nivel colectivo con el mantenimiento de las libertades en los porcentajes que expertos reales de carne y hueso han recomendado, lo cual implica en la medida de lo posible tratar de vivir lo más parecido a lo que hacíamos antes.
El Gobierno socialcomunista aplicó la política del miedo de forma indiscriminada. Nos castigó a los madrileños con un segundo estado de alarma ilegal, exclusivamente por motivos ideológicos y electorales, hecho que aunque está demostrado, no ha supuesto responsabilidades penales para el anterior ministro de sanidad y candidato a la Generalidad por entonces, Salvador Illa, pero que sí le costó perder definitivamente Madrid y ver cómo nacía un animal político de momento mal gestionado por sus superiores.
Políticamente nada ha cambiado desde entonces, salvo que ahora dicen que se muere menos gente por covid, y seguramente más por lo que lo hacían antes. Reducir la presión hospitalaria es lo único que importa pues actualmente es lo que señala más rápido a un inepto dedicado a la política. Las absurdas rotondas o la proliferación de frontones es “pecata minuta”. Eso que hace tiempo nos sonrojaba ahora tiene bula desde Bruselas, y mientras “todo el monte sea orégano, pues pies en polvorosa y el que venga detrás, que arree”.
Por eso defiendo la tesis de que los gobiernos solo dan palos de ciego gestionando la pandemia y además dando palos a los de siempre. A los ciegos que atenazados por el miedo resultante del analfabetismo bien intencionado desde el poder público, y la incredulidad de lo que nos está pasando, tampoco sabemos dar pie con bola sacudiéndonos tanto incompetente que queman cantidades ingentes de dinero en idioteces, en vez de generar las condiciones para lograr el pleno empleo, lo cual debería ser el único mandamiento por el que regirse.
Pero como el dinero no es de nadie y los hijos son del Estado, pues eso… “leña al mono que es de goma”. La única diferencia es que desde hace tres años la leña la dan los gobernantes, y el mono es el pueblo que la recibe.
FRANCISCO GÓMEZ VALENCIA
Puedes seguirle en Twitter en la cuenta @Sr_Gómez_

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan.

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