Debemos asumir que el futuro de España nos lo jugaremos en Madrid, y que en la sucia mente del macho alfa Pablo Iglesias la única ecuación a resolver pasa por cómo llegar, a cualquier precio, a presidir la Asamblea con tan solo siete diputados…

Los políticos han decidido, todos, jugar al órdago a la grande, bien por los requiebros del destino o bien por esa cuántica aportación de la ciencia a la vida, que se define como del azar o la necesidad, y han asumido que ya no hay más mus, que las apuestas están cerradas, por lo que en esencia los españoles nos deberíamos alegrar, a pesar de que en la línea de meta cuelga y se balancea el cartel del futuro de España, que dice, en letras versales, que nos lo jugamos todo, y mucho más, en Madrid, ante la cloaca, y también la asunción de ese riesgo inherente a esta decisión, que debería, si Dios quiere, acabar de una vez por todas con el mamoneo que nos atormenta y mata.

Los comunistas liderados por el sátrapa de Galapagar han decidido hoy apostar todo su juego, el resto de lo poco que les queda en el tapete, tras debacles anteriores, a superar el cinco por ciento de los votos en la Comunidad de Madrid; frontera que separa los cero diputados, la nada, de los siete, el salvavidas, porque en ese envite les va el gobernar, y seguir mangoneando, medrando y cobrando, junto a los traidores de «la Psoe», y los restos que puedan quedar de Ciudadanos, con la ayuda inapreciable de esos otros vagos redomados que se congregan en torno a la gran mentira que orquesta Inigo Errejón gracias al rédito y la estela negra dejada en herencia por la abuela Carmena.

Los madrileños debemos asumir que para los comunistas de Podemos arruinar la Comunidad de Madrid —igual que han ayudado a Sánchez a arruinar a España— les da igual. Incluso les interesa. Clara muestra de la poca confianza que los sátrapas socialistas de la Moncloa tienen en el tirón electoral de Ángel Gabilondo, fénix de la sosez, es que el único que habrá suspirado con satisfacción ante la aviesa decisión de Pablo Iglesias —siendo como es muy consciente de la presión de Europa ante el comunismo— es Pedro Sánchez, que se ha desembarazado de esa lacra con coleta a la que, más allá de la cita electoral del 4 de mayo, no le quedaba mucho aire y recorrido en el Gobierno de España.

La mayor parte de los tertulianos y politólogos falsarios de la derecha no se atreven a hacerse eco ni a dejarlo entrever —por su vendida afición a contentar sus bolsillos acostumbrados a comprar solomillo todas las mañanas en la carnicería del barrio—, pero las directrices fascistas que emanan desde la Moncloa, hasta esta mañana, estaban centradas en abofetear hasta la sumisión a la opinión pública, alertando del peligro que supone la extrema derecha de VOX unida al Partido Popular. Hoy todos los españoles, empezando por los madrileños, debemos asumir que el futuro de España nos lo jugamos en Madrid, y que por la sucia y artera mente del macho alfa, Pablo Iglesias, la única ecuación a resolver pasa por cómo llegar, a cualquier precio, a presidir la Asamblea con tan solo siete diputados, o como él diría, diputadas o diputades, feministas, asamblearios y comunistas. Comunismo o libertad es un grito, ahora mismo, cargado de significado. 

MANUEL ARTERO

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