
Hace unos días escribí un artículo épico-lírico en el que animaba a los afiliados, y a los cargos electos y orgánicos de Ciudadanos, a asumir el riesgo de plantear una dimisión masiva si no se convocaba una asamblea ordinaria en condiciones (sin compromisarios natos y sin listas) para una fecha concreta, es decir a cruzar el Rubicón. La razón era sencilla: el partido estaba cada vez más alejado de los principios de democracia interna, y de la sensatez en la gestión, necesarios para ser útiles a los españoles. Romper las reglas de juego estaba justificado.
El artículo ya es irrelevante, porque ha sido Arrimadas la que ha encontrado un charco de tamaño Rubicón y se ha metido dentro. Para explicarlo hay que aclarar un poco la maraña de desinformaciones cruzadas de estos días, así que ruego paciencia. Puede merecer la pena.
Ciudadanos y el PP tenían un acuerdo de gobierno en Murcia (región y ciudad) que no funcionaba bien. Desde Ciudadanos venían forzando dimisiones concretas en casos de corrupción, pero parece que había muchas más prácticas discutibles, y el PP no estaba responsabilizándose de ellas (la penúltima, vacunaciones irregulares y negativa a revelar quién las había recibido). También había muchos problemas internos en el propio partido.
Parece que Inés Arrimadas autorizó a su segundo a negociar con Ábalos una salida en Murcia. Y acordaron una moción de censura con gobierno de coalición. Sin pasar por ninguno de los órganos de gobierno de Ciudadanos, sin comunicarlo a los responsables regionales, sin plan de comunicación, sin ultimátums. El argumento para optar por la moción es que así se evitaban elecciones en muy mal momento y se entregaba el gobierno a la opción más votada; el argumento para entrar a gobernar con el PSOE aún lo estamos esperando.
Visto desde fuera, un partido en plena crisis existencial acababa de derribar un gobierno de coalición del que formaba parte junto al PP, sin causa conocida (a nivel nacional) y sin aviso previo, para auparse a su gobierno con el PSOE, causando con ello una crisis en su relación general con su “socio preferente”, y con cualquier otro (UPN en Navarra). Visto desde el PSOE y su prensa afín, era la ocasión de lanzar la maquinaria de ruido para intentar pescar en el río revuelto de Madrid, Castilla y León e incluso Andalucía, por no mencionar cientos de ayuntamientos. Visto desde la comunidad de Madrid, donde Ayuso tenía una mala relación con su socio de coalición, era una amenaza creíble y a la vez una excusa para aprovechar su popularidad y convocar elecciones (algo que Casado permitió, aunque ahora se ponga de perfil). En el ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís supo poner coto al problema, y en Castilla y León Francisco Igea hizo lo propio, antes de que se desestabilizara Andalucía; ayuntamientos como Bormujos no han tenido tanta suerte.
Si esas buenas relaciones de coalición, y esas cabezas frías, no hubieran funcionado (algo muy fácil dada la falta de comunicación interna), la inestabilidad habría puesto a Sánchez en bandeja la posibilidad de colar un adelanto electoral que, desde el 14-F, no hay duda de que está deseando. Lo necesita, para librarse del peso de Podemos y atar votos antes de que la crisis económica se lo lleve por delante.
Por el camino, Ciudadanos ha sufrido un golpe más, y en Madrid va a pasar por la picadora de carne. El partido local está completamente deshecho y su reputación está siendo machacada aún más que de costumbre por sus rivales (lo de apoyar una moción de censura in extremis mientras se anuncia que se votaría en contra de ella no ayuda). En Murcia está tan divido que puede que hasta fracase la moción.
Y mientras perdemos el tiempo con esto, Sánchez y sus socios están aprobando el asalto final al Poder Judicial sin que la prensa haga caso, y desperdiciando la financiación europea para hacer unas reformas que necesitamos.
Todo lo que ha pasado, y todo lo que podría haber pasado, sólo por decidir entrar en una coalición de gobierno en Murcia. No “por plantear una moción de censura” como lo cuentan ahora, sino por usarla para entrar en un gobierno con el PSOE sin tener ni un programa acordado, ni un plan de comunicación para respaldarlo.
No sólo es una decisión tácticamente errónea, estratégicamente suicida y éticamente discutible. Es una muestra de los errores que puede cometer un partido lleno de gente cualificada cuando sólo importa lo que piensan tres personas.
Arrimadas se ha jugado el partido a que la gente entienda ese cambio de gobierno de coalición, y no es probable. El tema era un escándalo, pero de visibilidad regional. El procedimiento implica romper su palabra, algo que sólo perdonan electorados cautivos. No el suyo, ni una afiliación que además siente un enorme rechazo por el PSOE en estos momentos. Si se hubiera limitado a una moción de censura, sin entrar en el nuevo gobierno, y hubiera contado con un buen plan de comunicación en marcha, con todo el partido alineado, quizá hubiera tenido éxito.
Es un ejemplo demasiado claro de que Ciudadanos tiene una dirección que no cuenta ni con su comité ejecutivo, con prioridades conflictivas, y capaz de hacer cosas contrarias a los intereses de todos. Las razones que le han llevado a esa coalición no se conocen.
Hace una semana, la idea de plantear un órdago amenazando con la dimisión de afiliados, cargos orgánicos e incluso electos, para formar agrupaciones electorales locales que pudieran confluir en un nuevo partido, era objetivamente una burrada. Si se hubiera hecho, habría causado cientos de crisis de gobierno en todas partes. Justo lo que ha arriesgado Arrimadas en Murcia.
Ahora, la decisión de afiliados y cargos ya no es si arriesgarse a cruzar el Rubicón o no. Ahora es ver por qué orilla salen de la corriente o si se dejan llevar. Si van a seguir a ciegas a Inés Arrimadas en su estrategia, van a salvarse solos en otro partido… o van a intentar recuperar el mensaje, los valores y la democracia interna de Ciudadanos. Aunque tengan que dejar lo que queda del partido para lograrlo. Hagan lo que hagan, todas las opciones implican platos rotos.
Justo cuando deberíamos estar pensando en otras cosas, además.
Francamente me cuesta escribir esto, y más pensando en publicarlo. Espero que mis amigos en el partido me disculpen. Creo que alguien debía decirlo.
Miguel Cornejo es ex afiliado, ex coordinador del Grupo Local de Burlada, ex miembro de la Junta Directiva de Ciudadanos en Navarra, y consultor especializado en organización y gestión del cambio.
MIGUEL CORNEJO
Síguele en Twitter: @MiguelCornejoSE

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