Después de las últimas elecciones regionales en Cataluña donde quien ganó fue la abstención por amplísima mayoría, un fantasma recorre las sedes de los partidos y de los medios de comunicación: ¿repetirán el golpe de 2017 los indepes? 

Pues bien, no podemos entender lo que pasará en Cataluña en los próximos meses sin retroceder a 2012.

El martes 3 de diciembre de aquél año el por entonces portavoz de la Generalitat de Cataluña, Francesc Homs, manifestó respecto a la consulta soberanista que se habían comprometido a celebrar, que si los partidos que la impulsaban no fijaban la fecha y la pregunta antes de que finalizase 2012, el proceso saltaría por los aires.

Textualmente añadió: «La alternativa al acuerdo es el no acuerdo, que comportaría que si no hay pregunta tampoco habrá consulta, ni proceso; entonces todos habremos hecho un ridículo monumental».

El ridículo. Ese es el busilis.

Desde que el Parlamento autonómico catalán aprobó el 27 de septiembre de 2012 una propuesta en la que se requería al nuevo Gobierno autonómico que saliese de las elecciones regionales de 25 de noviembre de ése año a convocar un referéndum secesionista, todos los Gobiernos de la Comunidad que desde entonces se han sucedido no tienen otro objetivo que evitar el más bochornoso de los ridículos. 

¿CÓMO EVITARLES SER EL HAZMERREÍR?

 Los Gobiernos españoles de derecha e izquierda lo han intentado con las más variadas concesiones, pero ninguna de ellas ha tenido éxito porque ni Rajoy ni Sánchez entienden que librar a los indepes del bochorno de su fracaso no precisa de recompensas, sino que exige un agravio que puedan exhibir ante la historia como su gran éxito. 

Buscan sufrir una supuesta afrenta del Estado lo bastante efectista como para ser incorporada a su imaginario colectivo de pueblo víctima de los españoles, aunque, por supuesto, sea falsa. 

¿Pero cómo lograrlo cuando la otra parte, es decir, el Gobierno se niega a concederles la derrota final que tanto ansían porque ninguno de los Presidentes habidos hasta la fecha quiere pasar a la historia como un «militarote» cualquiera?

Me dirán que esto parece cosa de locos, pues unos tienen voluntad de perder y los otros no tienen deseo de ganar.

¿Pero acaso creen que se trata de otra cosa que no sea vesania en este asunto? 

Para salir del bucle y evitar que se rían de ellos, los indepes tienen un plan: el autogolpe. 

La «DUI» (declaración unilateral de independencia) de mentira de Puigdemont en 2017 fue exactamente eso, un autogolpe.  

¿QUÉ ES UN AUTOGOLPE?

Un ejemplo histórico nos servirá para ilustrarlo.  

En el libro de memorias del «peceísta» (PCE) y anticomunista sin solución de continuidad, Francisco Félix Montiel (1908 Águilas-2005 Lima), «Los almendros de Urci. Memorias de una vida revuelta» (Editorial Renacimiento, 2017), editado por el gran profesor Jerónimo Molina, se realiza un análisis de un hecho deliberadamente olvidado de la Guerra Civil que por sí solo sirve para desacreditar ante la Historia la supuesta heroicidad del PCE y de sus dirigentes como organización política. 

El hecho que quiero reseñar es el golpe del coronel Casado la noche del 5 al 6 de marzo de 1939, al que Montiel define como «golpe de Estado imposible» (pág. 260 del libro citado). 

El espectáculo de historia ficción de marzo del 39 que el memorialista describe se resume en la paradójica y lastimera frase «hemos sido derrotados» de La Pasionaria, cuando el pronunciamiento de Casado desde el viejo Ministerio de Hacienda en la calle de Alcalá, no era más que «una isla sin defensa rodeada de cañones comunistas por todas partes» (página 294). 

De las páginas donde Montiel desgrana con minuciosidad los entresijos de lo que fue la organización de la propia derrota (autogolpe) comunista por la persona interpuesta del «tonto útil» de Casado, refulge la verdad del «procés»: los dirigentes independentistas anhelan un fatal desenlace a su movimiento como forma evitar el ridículo de un episodio de voluntarismo político fracasado como consecuencia del infantilismo de sus líderes.  

NO FORMARÁN GOBIERNO CON EL PSC

Precisamente por esto no habrá pacto de ningún partido independentista con el PSC para formar Gobierno en Cataluña. 

Por contra, en los próximos meses vamos a contemplar una escalada del conflicto con el único fin de que el Gobierno de Sánchez aplique el artículo 155 de la Carta Magna, pero mucho más duro que el de Rajoy y ahora sí definitivo contra el independentismo. 

Un Govern cien por cien indepe (con el apoyo de los «nacionalistas extranjeros» de Iglesias) proclamará otra declaración unilateral de independencia, que cerrará toda posibilidad de una salida honrosa a la Generalitat mediante un proceso negociador con el Gobierno, pues entienden que eso sería reconocer ante los suyos que la independencia es una quimera ridícula. 

Junqueras, Puigdemont, las CUP necesitan un 155 largo, que el Gobierno de la Generalitat esté dirigido desde Madrid cuanto más tiempo mejor. En eso llevan atareados desde la renuncia de Mas y el nombramiento de Puigdemont en 2016, hasta hoy. 

Es la misma estrategia que empleó la dirigencia comunista en el 39 negándole al coronel Casado las fuerzas militares que le habrían permitido a éste intentar una rendición pactada con Franco. Si España no podía ser roja la mejor opción para el prestigio de los comunistas era que fuera franquista al cien por cien.

De la misma manera, los promotores del independentismo decidieron hace años que dado que pusieron en marcha un proceso que es un callejón sin salida, lo mejor es que la autonomía catalana se suspenda de forma indefinida por el Gobierno para que nadie tenga dudas de que toda la culpa del fracaso indepe es obra exclusiva del  dizque totalitario Gobierno español.   

Por tanto, el soñado pacto de Sánchez con los indepes falla por la misma base  ¿pues qué pacto va a alcanzar si le plantearán hechos consumados  que ni él podrá aceptar? ¿qué negociación para salvarles el tipo puede ofrecerles Sánchez cuando el objetivo de los sediciosos es el triunfo por goleada del Gobierno español para que ellos puedan lucir el brillo moral de los fracasados? 

Es una repetición de lo ocurrido con la DUI falsa de Puigdemont en 2017, pero la consumación de la derrota indepe se vio frustrada porque Rajoy intuyó que querían convertirle en un Franco del siglo XXI, el «tonto útil» de la estrategia perdedora de los nacionalistas catalanes, y se negó a aplicar un 155 duro.

Ahora será el asalto definitivo para una caterva de aficionados sin oficio ni beneficio que creen que traicionar a sus simpatizantes autoinfligiéndose una derrota histórica, les permitirá a ellos convertirse en ricos y famosos haciéndose las víctimas.   

KUBRICK EN CATALUÑA

La memoria cinematográfica nos sirve para comparar al próximo Presidente de la Generalitat con el Comandante del avión que en la película de Kubrick, “¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú», transporta una bomba nuclear con fines disuasorios.

En el film, cuando el piloto recibe la orden de volver a su base porque el conflicto ha terminado, el Comandante se resiste a aceptar lo que considera una retirada sin honor y le dice a su tripulación que esa contraorden es una maniobra del enemigo que ha interferido las comunicaciones. 

De él no se ríe nadie. 

Para demostrarlo, el misil que lleva en sus bodegas es lanzado con el Comandante a su lomo como forma de garantizar el éxito de la destrucción masiva.

El nuevo President tiene una bomba y está dispuesto a lanzarla con tal de convencer al mundo que los ridículos son los otros. 

La diferencia con el protagonista de la película de Kubrick es que ningún político catalán se subirá al lomo del misil para asegurar que la explosión tiene lugar.

Ellos, igual que Dolores Ibárruri, provocarán el «autogolpe».

Y luego, unos gozarán de indultos y otros dirán algo parecido a esto: «Los camaradas deciden que yo salga de España. Me resisto. Expongo mis razones. No sirven de nada mis argumentos. La dirección del partido ha decidido que marche, y debo marchar…».

Puedes seguir a Jorge Sánchez de Castro Calderón en Twitter y también en su blog «El único Paraíso es el fiscal»

Estuve en la Facultad de CC. Políticas de la Complutense antes que Pablo Iglesias. Allí vi a gente de lo más variopinta… Un miembro de la Casa Real; un magistrado del Tribunal Supremo, que me anunció dónde iba a llegar, y hasta un gran maestro marxista que mudó en consejero «black». También conocí a Tocqueville, a Marx, a Maquiavelo y al sabio español Dalmacio Negro. Incluso a Kelsen y Carl Schmitt, cuya disputa intelectual creo que ganó Don Carl. Si con esto no les basta, les invito a entrar en Ataraxia Magazine o en mi página «El único paraíso es el fiscal».