Lo hemos visto durante días, a partir de la tercera semana de febrero. En algunas de las ciudades más importantes de España, grupos de jóvenes violentos, muchos de ellos menores de edad, tomaron las calles destrozando y quemando cuanto les salía al paso con el pretexto de protestar por la condena a un individuo (que dicen que es rapero) y cuyo nombre me niego a reproducir aquí.

El elemento en cuestión es conocido por ser un tipo violento, condenado en varias ocasiones por agresiones y amenazas, que en las letras de sus “canciones” (por llamarlas de alguna manera) se dedica a insultar, incitar a la violencia y desear la muerte a políticos y miembros de la monarquía. Un niñato de quien el actual vicepresidente del Gobierno, que no se corta ni un pelo a la hora de defenderlo, dijo hace unos años que tenía problemas psiquiátricos. En resumen: el yerno que todos desearíamos tener. 

Me pregunto qué es más preocupante, ¿que haya personas que se ganan la vida promoviendo y hasta practicando el odio y la violencia, o que cientos de jóvenes los sigan, admiren y defiendan hasta el extremo de destruir la propiedad ajena y atacar físicamente a otras personas? Hay quien dirá que estas personas son minoría y que estos son actos aislados. Que no son un reflejo fiel de la sociedad actual. Es posible, pero por lo que a mí respecta, ese argumento no me consuela en absoluto.  No quiero ser más agorero que Casandra, pero tengo el pálpito de que estos actos “minoritarios” van en progresivo aumento, y que al paso que vamos, los violentos, los intolerantes (muchos de los cuales, curiosamente, se hacen llamar antifascistas) serán mayoría y nos impondrán su particular dictadura en la que las leyes no significarán mucho más que un pedazo de plastilina al que poder moldear según la conveniencia de cada momento. 

¿Y cómo no va a ser así si los que deberían protegernos de esos animales (perdón si ofendo a algún animal) se dedican a defenderlos desde sus asientos en el congreso y hasta a alentarlos?
Que no, que no es una exageración, que el propio Pablo Echenique, ya lo saben, diputado de uno de los partidos que gobierna, ha calificado a los alborotadores (también llamados manifestantes) como jóvenes antifascistas que piden justicia y libertad de expresión en la calle. Así tal cual. Y tras soltarlo, se queda tan campante. Sin olvidar que al mismo tiempo culpa a la policía de ser ellos los únicos artífices de la violencia. Tela marinera.

Si un gobierno no es capaz de solucionar los problemas de su país, es un gobierno inútil. Pero si además contribuye a crear problemas o acrecentarlos, entonces es un gobierno peligroso. Y me temo que actualmente en España tenemos ambas cosas: un Gobierno inútil y peligroso.

Como decía antes, no creo que esto vaya a mejorar a corto o medio plazo, y no porque no lo desee, obviamente, sino porque el pragmatismo y el sentido común se impone al idealismo cuando uno mira a su alrededor y analiza las noticias de cada día. 

Tengo claro que la única manera de revertir la situación es a través de la educación, y ello requiere tiempo, un tiempo del que quizá ya no disponemos. Son demasiados años los que llevamos de adoctrinamiento, de educar a la juventud en la ignorancia, la desinformación, la comodidad, la indolencia. Porque los que tiene el poder saben que esa es la manera de perpetuarse en él, construyendo una sociedad aborregada, inculta, a la que poder manejar a su antojo, y si es necesario lanzarla como una horda de bárbaros para generar desorden y caos. Pero ¿cómo un gobierno puede incitar a la gente a protestar contra el mismo gobierno? ¿Qué sentido tiene? ¿Será una especie de ensayo para comprobar hasta qué punto funciona ese proceso de adoctrinamiento? ¿Habéis oído alguna vez eso de que sin orden no hay caos y viceversa? ¿Será que las élites usan el caos como herramienta para establecer el orden, o mejor dicho, el tan cacareado nuevo orden mundial? 

Yo solo soy un simple observador, ignorante y en la medida de mis posibilidades neutral. Pero cuando veo (últimamente demasiado a menudo) a grupos de personas protestar de manera salvaje, aparentemente de diferentes colores ideológicos, y en defensa de causas muy dispares, pero cuyas actitudes y métodos son prácticamente idénticos, me pregunto qué o quién está realmente detrás de esos actos y cuál es el fin último que se persigue. Y lo cierto es que me vienen a la cabeza muchas posibles respuestas, pero voy a evitar exponerlas, porque no quiero que me tachen de «conspiranoico». Ya he dejado clara mi naturaleza pesimista, y creo que con eso es suficiente. Por ahora. 

JORGE R. RUEDA

Puedes seguir al escritor Jorge Rodríguez Rueda en Facebook y en Twitter Si su novela, «Gente Corriente», no está disponible en tu librería habitual puedes adquirirla en Amazon.

1

Patrocina Ataraxia Magazine en PATREON desde 5$ (4,50€) al mes

https://www.patreon.com/ataraxiamagazine

2

Patrocina Ataraxia Magazine mediante una donación por PayPal

3

Patrocina Ataraxia Magazine con 2€ por lectura mensual

email de contacto: ataraxiamagazine@gmail.com

Patrocina AtaraxiaMagazine: https://www.patreon.com/ataraxiamagazine 

Síguenos en Twitter: https://twitter.com/ataraxiamag

Síguenos en Facebook: https://www.facebook.com/ataraxiamagazine