Hace ya días que las luces rojas de la economía española se han encendido con el mensaje de ruina total, y en clara señal de alarma en La Moncloa…

Hace ya días que las luces rojas de la economía española se han encendido con el mensaje de ruina total, y en clara señal de alarma en La Moncloa, pero Pedro Sánchez ha mirado primero a Nueva York, luego a Cataluña, y ha preferido taparse las orejas y colocar un montón de trapos amarillos sobre las vocinas que atronaban por las calles, para así componer una falsa bandera de España con la que mostrar, en la eterna campaña electoral en la que vive instalado, su caradura sonriente ante las cámaras. Estamos a un paso de la ruina total y hay quien aún no quiere verlo.    

Así, ante el déficit público disparado y los alarmantes mensajes del Banco de España, acerca del problema de las pensiones que se nos avecina, me sorprenden las palabras —que de nuevo se las llevará el viento—, del señor Sánchez, en su pasado inmediato de viernes sociales y decreto ley, con las que afirmaba y se reafirmaba en la bondad de su gasto público; mera tapadera para en realidad mercadear una compra-venta de votos. 

Atormenta pensar, en la hipótesis de que tenga que dejar el gobierno tras las próximas elecciones, el desolador estado de los cajones vacíos (pero con doble fondo) que quedarán abiertos en todos y cada uno de los ministerios: Una escalofriante realidad ya vivida en Castilla La Mancha, Andalucía y Cataluña, a la espera de qué pasará en Extremadura.

«La ideología que sostiene ideológicamente el despilfarro público que nos lleva a la ruina, es la misma vacuidad política de  Sánchez  que se expresa con ampulosas frases sobre cómo transformar la sociedad»

La ideología que sostiene ideológicamente el despilfarro público que nos lleva a la ruina total es la misma vacuidad política de Sánchez,  que se expresa con ampulosas frases sobre cómo transformar la sociedad —eso sí:  a golpe de chequera y Decreto ley—. Un sueño y hechuras propias de rico. Como cuando París Hilton sale de copas por las noches dispuesta a «comerse» el mundo. La diferencia es que la minifaldera se gasta su propio dinero, y el Gobierno de Sánchez vive en una eterna gira de promoción para conquistar el mundo con el dinero de todos.

Porque, y eso no se debe olvidar, somos un país que no tiene resuelto el problema del paro, el de la economía, el de la confianza pública; ni el de las esencias educativas, ni el de la investigación, ni ningún otro. Nada de nada.

A día de hoy solo queda el tremendo desatino ideológico de este politicastro a los mandos del gobierno. Y eso que habría, para cuadrar la cifra de su despilfarro, sumar los costosos matices, lo psicológico, lo que nunca se escribirá: los millones y millones de euros que jefecillos y responsables políticos de empresas públicas, y las diferentes administraciones, han dilapidado al arrinconar a los compañeros y semejantes que no pensaban como ellos.

¿Es fascismo, no? Pues le llaman progresía. Y tan anchos.

MANUEL ARTERO

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