

La diatriba de Casado contra Abascal, con motivo de la moción de censura de VOX al Gobierno del Frente Popular, no debería haber sorprendido a los lectores habituales de la revista, pues en un artículo de 1 de marzo de 2020 titulado «Arrimadas resucita a UCD» (que pueden leer aquí) ya se advirtió que el objetivo del PP era «centrarse» y entregar la derecha al partido de Abascal.
Recordemos que C´s y el PP acudieron juntos a las últimas elecciones vascas, primer ensayo de la nueva UCD.
No obstante, llamó la atención las formas del distanciamiento, el tono del discurso de Casado.
¿Pudo haber sido de otra manera?
Quizás no, porque la explosión de Pablo Casado fue sólo el último acto de una tragedia para el PP: la confirmación de la pérdida del monopolio del centro derecha.
Toda tragedia se estructura en torno a un lento adunar de quejas sordas, rencores y silencios de conveniencia, hasta que en un espasmo salen a la luz todos a la vez. Se trata de un clímax que se alcanza por acumulación de represiones.
Y así ocurrió en la ya famosa sesión del Congreso de los Diputados.
La consumación del drama «peperiano» no debe atribuirse a Casado, pues la división del centro derecha no trae causa de él. Por contra, Casado inventa otro partido, la UCD del s. XXI.
Hablar de «inventar», cuando hablamos de volver a UCD, quizás resulte demasiado pretencioso, pero en política las combinaciones partidistas son escasas y el inmovilismo burocrático la norma.
Sea como fuere, Casado decide culminar la tragedia con una escenificación de la ruptura en el marco solemne del Parlamento, porque ya tiene nuevo acomodo para los suyos y para su adversario: él se queda con el centro y VOX con la derecha.
Después de la tempestad trágica viene la calma de la expiación, pues ya no le podrán acusar de pertenecer al «trifachito» o de ser «uno de los de la foto de Colón».
La pregunta que cabría hacerse es si finalizada la tragedia, si habiéndose constatado con luz y taquígrafos la ruptura familiar del centro-derecha, puede el PP ser capaz de ganar elecciones presentándose ante el electorado como la nueva UCD.
La respuesta depende del electorado de centro izquierda que pueda aglutinar. No olvidemos que la UCD de Adolfo Suárez tenía a socialdemócratas en sus filas (Fernández Ordóñez, por ejemplo) y el PP cuenta con C´s. Es decir, Casado conoce la utilidad marginal de «ampliar el campo de batalla» para recoger hasta el último voto del sector de izquierdas moderado y antinacionalista.
¿Puede conquistar ese electorado?
El extremismo izquierdista de Pedro Sánchez se lo está sirviendo en bandeja.
Y aquí tenemos que recurrir al título de esta sección («El juego del gallina») y a otra columna publicada en la revista el 1 de mayo de 2019 (Rivera en la legislatura del «gallina», que pueden leer aquí).
Sánchez, en su afán por no romper su «bloque de investidura» formado por independentistas, comunistas de salón y filoetarras, corre tras ellos en dirección al borde del acantilado, dejando sin representación a un centro izquierda cada vez más amplio, cada vez más huérfano, porque un partido de Gobierno que «juega al gallina»* simplemente se suicida a cámara lenta.
Y Sánchez lo intuye, porque la ocupación del centro-centro por el PP, tras la intervención de Casado en la moción de censura de VOX, quiso ser contrarrestado por el Presidente invitando al PP a volver a la mesa de negociación para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Es decir, retornó, aunque fuese por un momento, al centrismo de los grandes «pactos de Estado».
No obstante, la manta de Sánchez es demasiado corta para cubrirse adecuadamente, pues a renglón seguido de su oferta de acuerdo al PP, el vicepresidente Iglesias protestó diciendo que no podía ser.
Terminemos.
Casado «reinventa» UCD para instalarse en el centro, aprovechando que Sánchez «juega al gallina» con sus socios. Y quiere demostrar la firmeza de su decisión proclamando «urbi et orbi» que jamás «jugará al gallina» con VOX, su extremo.
Casado aprende de Sánchez con suma rapidez.
En primer lugar, porque ve que a Sánchez, por «jugar al gallina», no le llega la manta a los pies si se tapa la cabeza, y no le llega a la cabeza si le cubre los pies.
La tensión de la cuerda que propician los extremistas que «juegan al gallina» hace que sea imposible que una sola frazada (la del PP o la del PSOE) pueda transformarse en sobre electoral lo suficientemente grande como para atrapar a los votantes necesarios para conformar una mayoría de Gobierno.
La segunda enseñanza que Casado obtiene de Sánchez para solucionar el problema de la manta corta que no embolsa los apoyos imprescindibles para llegar a la Moncloa, reside en que puedes decir al pueblo que no dormirás tranquilo si gobiernas con VOX y luego hacer un Gobierno con VOX.
En definitiva, Casado colige del Gobierno «Sankenstein» que, primero, tiene que dividir el «campo de batalla» para, más tarde, poder quedarse con la mayoría del campo recreando la mayoría natural a la que se refería en un artículo en estas mismas páginas Dº Manuel Artero (puedes leerlo aquí). Pero para ello lo esencial es apoderarse del centro porque los extremos se unirán sin necesidad de que se lo pida la «federación», a la manera en que el PSOE presume de no negociar con Bildu, sino que Bildu apoya graciosamente al Gobierno, aunque firmen manifiestos conjuntos.
Sí, Casado fue desagradable hasta la náusea con Abascal. ¿Alguna tragedia auténtica no lo es? ¿Y no lo ha sido para el PP la escisión por mitades del centro derecha para alcanzar el anhelado centro?
No obstante, Casado tiene un plan. El mismo de Sánchez, pero por el otro extremo.
¡Qué pocas combinaciones ofrece la política!
* Juego del gallina: Comprenderán al instante a lo que me refiero si recuerdan a James Dean en “Rebelde sin causa” celebrar con otro joven una carrera de coches en dirección al vacío de un acantilado. El motivo de la disputa era acreditar quién era el más valiente, y el ganador resultaba ser quien frenaba más tarde, el último que se arrojaba del coche justo al límite del precipicio. El que tomaba antes la prudente decisión de parar era el perdedor, «el gallina”.
JORGE SÁNCHEZ DE CASTRO CALDERÓN
Puedes seguir a Jorge Sánchez de Castro Calderón en Twitter y también en su blog «El único Paraíso es el fiscal»
Estuve en la Facultad de CC. Políticas de la Complutense antes que Pablo Iglesias. Allí vi a gente de lo más variopinta… Un miembro de la Casa Real; un magistrado del Tribunal Supremo, que me anunció dónde iba a llegar, y hasta un gran maestro marxista que mudó en consejero «black». También conocí a Tocqueville, a Marx, a Maquiavelo y al sabio español Dalmacio Negro. Incluso a Kelsen y Carl Schmitt, cuya disputa intelectual creo que ganó Don Carl. Si con esto no les basta, les invito a entrar en Ataraxia Magazine o en mi página «El único paraíso es el fiscal».

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