La teoría del conocimiento enseñó, hace mucho (aunque la mayoría siga ignorándolo) que una “ideología” es una corrupción de una idea. En la base de toda ideología hay, sí, una idea originaria, pero esa idea originaria se corrompe y deja de ser contemplada tal cual es. Esa corrupción puede ser resultado, básicamente, de dos causas: por un lado, porque la idea se pone al servicio de un interés, generalmente no confesado, para lo cual esa idea debe ser retorcida; por otro, porque la idea es manejada por personas con capacidad de raciocinio deteriorada.

A raíz de la propagación del coronavirus por el mundo se plantearon varias cuestiones importantes: averiguar exactamente cuál es la estructura molecular del coronavirus, conocer cuál es su origen, investigar sobre los tratamientos médicos que pueden hacerle frente… y analizar cómo frenar su contagio. Y aquí es donde encontramos ideas que dicen buscar el freno del contagio… pero que, o bien son producto de mentes con una deteriorada capacidad de raciocinio, o bien de individuos que utilizan la excusa del freno del contagio para buscar satisfacer algún tipo de interés no confesado.

«¿Por qué se impone el uso de la mascarilla al aire libre si la OMS no considera probada su eficacia en ese ámbito y ningún otro país europeo lo impone al aire público?»

Pensemos en algunas situaciones. ¿Es razonable que EL MISMO local de ocio o restauración pueda operar hasta medianoche… pero se considere que EN LAS MISMAS CIRCUNSTANCIAS —de espacio, ventilación, densidad humana, etcétera— no puede operar después de la una de la madrugada? ¿Es que el coronavirus se aletarga de día y se activa a partir de la una de la madrugada? Y si se considera que el virus está “aletargado” de día… ¿por qué imponer medidas como el uso de la mascarilla (por el uso uno diría que es más bien bozal) a esas horas diurnas? ¿Por qué se impone el uso de la mascarilla al aire libre si la OMS no considera probada su eficacia en ese ámbito y ningún otro país europeo lo impone al aire público? ¿Acaso el coronavirus detiene extrañamente su difusión en los ríos Bidasoa, Miño o Guadiana? ¿Qué pruebas existen (que, por lo visto, desconocen la OMS y los demás países europeos) para que lo que antes se decía que no era necesario (el uso del bozal al aire público) ahora sea obligatorio?

Esta corrupción mental a propósito de la lucha contra el coronavirus (SARS-COV-2 o “Covid-19”) es lo que podría llamarse “ideología covidiana”. Si esto es resultado del deterioro cognitivo de quienes han impuesto estas medidas absurdas o si esto busca satisfacer determinados intereses espurios es un problema en el que apenas quiero detenerme en este punto. Los promotores de la ideología covidiana no cesan de alarmar a la población con el elevado número de “contagios”.

Ocurre, sin embargo, que esa elevada cifra de “contagios” no tiene una correspondencia con cifras de hospitalizados y fallecidos. No hace falta esperar para verlo. Basta con examinar las cifras OFICIALES del Ministerio de Sanidad para constatar esta afirmación. Si buscamos las cifras, repito, oficiales, de “casos diagnosticados” en los 7 o 14 días anteriores al 30 de julio de 2020 encontramos que, en los 7 días anteriores al 30 de julio se diagnosticaron “14.198” casos, y que en los 14 días anteriores se diagnosticaron “8.769” casos. Si examinamos el número de fallecidos y de hospitalizados 7 o 14 días después ¿qué nos encontramos? El día 6 de agosto los datos oficiales (repito, oficiales) informan de que en los últimos 7 días se hospitalizó por el coronavirus a 673 personas de las cuales sólo 41 ingresaron en UCI. En ese período fallecieron 22 personas. Si tomamos las cifras del 13 de agosto… ocurre que en los 7 días anteriores se hospitalizó a 953 personas de las cuales 51 fueron ingresadas en la UCI habiendo 70 fallecidos.

Es decir, resumiendo: de los “14.198” casos diagnosticados siete días antes del 30 de julio… pasamos a “41” ingresados en la UCI en los siete días anteriores al 6 de agosto o “51” ingresados en la UCI en los siete días anteriores al 13 de agosto. Los datos son claros. Aquí no se niega que exista la enfermedad. Pero sí se niega que, aquí y ahora, tenga la gravedad que le atribuyen los propagandistas de la ideología covidiana.

El asunto es serio porque la ideología covidiana está produciendo efectos deletéreos. ¿Cuáles son? A mi entender dos: el desarrollo de una subcultura de la sumisión y la ruina.

Que las medidas impuestas en España son absurdas creo que se demuestra no sólo analizándolas en el propio contexto español sino también al compararlas con las de los demás países europeos. Y, sin embargo, los propagandistas de la ideología covidiana no cesan de bombardear con las cifras de “contagios” para inocular el pánico en la población. En esta población el pánico nubla el raciocinio hasta el extremo de creer ciegamente que el incumplimiento de estas medidas absurdas es un riesgo para la salud ¡e incluso la vida! de los demás. Súmese a ella que un número importante de personas que tienen miedo a la libertad y prefieren la servidumbre. No es un fenómeno nuevo pues ya Étienne de la Boétie escribió su “Discurso de la servidumbre voluntaria” en el siglo XVI. Por esta razón quienes apreciamos la libertad no podemos sino ver, con profunda preocupación, la propagación de la ideología covidiana.

Pero añádase a lo anterior un segundo efecto diferente.. aunque retroalimenta el anterior: la ruina. Las absurdas medidas impuestas en España para, supuestamente, hacer frente a los contagios del coronavirus no sólo han demostrado su ineficacia en términos sanitarios (España tiene el triste récord mundial en números de fallecidos por millón de habitantes si excluimos a los microestados) sino que han provocado que la economía española haya sufrido el mayor hundimiento de Europa.

Desde la demencial “hibernación” de la economía decretada a finales de marzo hasta la difusión en verano de informaciones sesgadas para provocar el pánico (las cifras de “contagios”) que ha arrasado el turismo, las medidas han provocado una ruina que aboca a España a pedir a la Unión Europea un rescate cuyo precio es la renuncia a la soberanía nacional y el endeudamiento de generaciones.

Esta ruina, a su vez, pone a muchas personas ante una situación de necesidad que el Estado, “benévolo” se aviene a atender… pidiendo prestado el dinero que no tiene…. Con lo cual los receptores de la “ayuda” pasan a estar en una situación de dependencia económica del Estado… y el Estado en situación de dependencia de la UE.

La situación social, económica y política en España es de extrema gravedad. La nación está ante un peligro gravísimo. Para superar este peligro urge hacer frente a la causa principal del mismo: la ideología covidiana.

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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Twitter: @Desdelatlantico

 

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