Estoy cansado. Sí, me invade una sensación de hastío infinito. Hoy, mientras miraba las olas del mar, he sabido que la actualidad que vivimos me tiene agotado, desanimado. Eran unas olas lentas, como si se desplazasen en cámara lenta… y así comparto con ustedes estas reflexiones, con sosiego.

Asisto atónito a los escándalos de Unidas Podemos. Pero, tristemente, he de confesar que apenas me produce enojo. Ése partido que nació como respuesta a la corrupción y que se erigió como el más puro y limpio… sí, ese partido. Hizo bandera de ser el más honesto y transparente del Universo, y ahora comprobamos que todo era y es mentira. No hace mucho el propio Pablo Iglesias proclamaba que si un partido se encontrase en una situación como en la que ahora está el suyo, sus líderes deberían dimitir. Bah. Repito, ya no me enfado. Simplemente siento cansancio.

Los rizos de las olas mueven mis pensamientos en desorden…

Leo en la prensa que los okupas siguen asaltando viviendas y que sus moradores no pueden dormir en su casa. Da igual si es una anciana, viuda, o una familia. ¿Qué locura es esa? Antes me encendía de indignación, ahora no. Ahora sólo siento cansancio. Ya no se conforman con robar la vivienda de miles de personas, ya han empezado a invadir comercios. Y no pasa nada. ¿Tan difícil es enviar a la policía y resolver el problema en 15 minutos? Lo normal sería sentir rabia. Ya no. Sólo fatiga.

He de decirles que las olas son largas y muy suaves, me hipnotizan… tomo notas sin darme cuenta.

Cada día nos bombardean con noticias que hablan de los escraches. Ahora les está tocando a Pablo Iglesias y a su familia. Lo condeno. Pero confieso que lo escucho y me dan ganas de preguntarle: ¿Por qué antes estaba bien y ahora está mal? Miro el móvil y leo un tweet de Íñigo Errejón condenando esta situación… Íñigo ¿dónde estabas cuando los afectados eran otros? Pedro Sánchez también lo ha condenado pero me viene a la memoria la imagen de los autocares que organizó Susana Díaz para rodear el Parlamento andaluz y vuelve a invadirme un cansancio infinito.

El sol se refleja en el mar y me deslumbra. Soy consciente que se acaban las vacaciones y que tocará volver a esa actualidad que me aburre y agota.

En Cataluña todo es un desastre absoluto. Ya conocen la nefasta gestión del COVID. La próxima vuelta al colegio se antoja una película de terror: los centros escolares rechazando las medidas de la Generalitat. Sanidad contradiciendo a Educación y viceversa. O las vergonzosas disputas en el Parlament entre ERC y JxCat, que producen sonrojo. No tengo ganas ni de reproducirlas. Miro las encuestas y compruebo que volverán a ganar los mismos. Qué cansancio. La guinda al pastel del despropósito son las declaraciones del Presidente de la Cámara de Comercio diciendo que España es el peor país de Europa. El señor Canadell no debe saber que el 30% de las ventas de Cataluña son al resto de España o, lo que sería aún peor, lo sabe y le da igual. Pero he llegado a un punto que a mí también me da igual, los empresarios por acción o inacción lo hicieron presidente… que lo disfruten. El sentido común ha muerto, viva la locura. Hastío absoluto.

Mientras miro el mar me entran ganas de no volver a la realidad del mes de septiembre. Un septiembre que nos golpeará con dureza. Quiero huir como un niño pequeño. Sé que pronto los días serán más cortos y añoraré el lugar en el que ahora estoy… quizá cuando lean estas líneas sonrían también ustedes con nostalgia…

España vuelve a ser el peor país de la Unión Europea en contagiados por el COVID aunque somos el único país en el que es obligatorio llevar mascarilla. Antes sentía un enfado que me costaba quitarme de encima; ahora, inconscientemente, me da exactamente igual. Nula autocrítica del Gobierno. No hemos aprendido nada… dudo que la economía del país soporte un nuevo confinamiento así que la alternativa será pagar el precio en vidas humanas. Casi todos ya conocemos casos cercanos, no lejanas estadísticas. Pero ya no tengo energía para rebelarme. De nuevo la terrible palabra: cansancio. Miles de españoles han perdido su puesto de trabajo y cuando se acaben los subsidios Dios sabe qué pasará. ¿Disturbios? El hambre es una potente gasolina para encender las calles.  Ni siquiera ese panorama me pone en alerta. Lo siento, la impotencia ha ganado.

Los que mandan deberían explicar cómo se va a utilizar el chorro de 140.000 millones de euros. Insuflar optimismo, etcétera. Los medios de comunicación deberían exigir respuestas, pero no es así. Tampoco me importa. Extrema fatiga, hartazgo. Lean esta frase despacio: vayámonos todos a la mierda, a ver si así espabilamos. 

El sol ya se ha ocultado cuando acabo estas notas. Un sentimiento nuevo sustituye al cansancio y durante unos segundos recupero la alegría y el optimismo: escapar. Sueño con largarme a un país tranquilo del Caribe, con una caña de pescar, un montón de libros y toneladas de energía…. la energía que aquí se agota ante tanto sinsentido. Me da pena España, mucha.

Sí, al Caribe. Si pudiera…

JOAN PUIG

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