Francia: Hollande, Sarkozy, Macron. Italia: Enrico Letta, Matteo Renzi, Paolo Gentiloni, Giussepe Conti. Gran Bretaña: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson. EEUU: Obama, Trump. Canadá: Paul Martin, Stephen Harper, Justin Trudeau. España: Rajoy, Pedro Sánchez…

Hasta en el papado ha habido cambios. En Cataluña, no. Gobiernan los mismos desde hace ocho años. Las colosales crisis económicas sufridas han conllevado numerosos cambios de dirigentes y políticos de primera línea en muchos países de Europa y en Norteamérica. ¡En todo Occidente! Conservadores, progresistas, izquierda, derecha. En Cataluña, no. Hasta en Andalucía han cambiado de partidos en la presidencia de la Comunidad Autónoma, tras incontables años de inmovilismo y hegemonía socialista. ¿Por qué en Cataluña no?

Recuerdo una cena en la Costa Brava. Debía ser hacia el año 2.000. Éramos una mezcla de familia y amigos, había confianza y el vino había desatado las lenguas… ¡Y cómo no,  por descontado, se habló de política. Sin saber cómo, uno a uno tuvimos que ir retratándonos en nuestro posicionamiento político. Cuando me tocó el turno no tuve la suerte de que se estuviesen produciendo 2 o 3 charlas cruzadas a la vez… Y toda la atención se dirigió a mí, sin que hubiera forma de esquivar la espinosa pregunta. Pese a la relativa confianza ambiental sabía que «significarse» –como en las cenas de navidad– puede ser un boomerang. Ya saben de qué les hablo. Las miradas seguían concentradas en mi rostro. Contesté algo que, más allá de lo diplomático, sigo pensando: “Creo que lo mejor es la alternancia”. Hubo algún que otro abucheo, pero enseguida se saltó a otro tema. Prueba superada.

Sí, creo que la esencia de la democracia es la saludable alternancia. Que los electores comprueben cómo gobiernan unos y otros, además así se evitan nepotismos, redes clientelares y tentación de corruptelas. Pues en Cataluña sólo vivimos instalados en un enfermizo monocolor político. ¿Por qué?

Hay una primera razón de peso: porque los votos de, por ejemplo, Lérida, valen el doble que un voto de Barcelona. Sólo eso ya altera la correlación de fuerzas en favor del nacionalismo. Pero eso no lo explica todo. La respuesta es: el invento del Procés. Sí amigos, un fabuloso invento que ha conseguido que una oligarquía corrupta e infame se mantenga en el poder durante años, y que persigue seguir instalada en él durante mucho tiempo, contra viento y marea, quizás eternamente.

«Este invento de Satanás (el Procés) consigue algo inaudito: si algo va bien, es gracias a la Generalitat, y si va mal “es culpa de España”. Ya está, fin del debate.»

Es un invento de una efectividad diabólica. Todos los pueblos de las democracias occidentales están acostumbrados a disfrutar o sufrir determinados partidos o coaliciones, y al cabo de un tiempo con sus votos logran cambian el color de su gobierno. En Cataluña, no. Fíjense que hace 8 años vivimos los últimos y más duros coletazos de una terrible crisis financiera, con un paro de escándalo, y cayeron gobiernos por toda Europa. Menos donde ya saben. Este invento de Satanás consigue algo inaudito: si algo va bien, es gracias a la Generalitat, y si va mal “es culpa de España”. Ya está, fin del debate.

Desde hace unas semanas la Generalitat tiene plenas competencias en Salud y no hace falta que les recuerde que Lérida está en alerta por los rebrotes del COVID19 que también afectan a Barcelona, y a bastantes municipios y localidades dispersas por toda la geografía catalana. Da igual si hace años (o décadas) que conocen y no remedian el desamparo de los temporeros, inmigrantes que vienen a recoger fruta a los que tratan como a esclavos… Durante mucho tiempo este asunto le ha dado igual al Gobierno de la Dinamarca del Sur. Y ha ocurrido lo inevitable, durmiendo en la calle han propiciado que se expanda la pandemia. ¿Adivinan qué dijeron al respecto el alcalde de Lérida o el mismo Presidente de la Generalitat? Premio… «La culpa es de Madrid». Es irrelevante que tengas competencias en inspección de trabajo o sanidad. Por no hablar de las residencias de gente mayor o mil estropicios más.

¡Ah, el Procés, invento de Belcebú! Muchos lo olvidarán, pero mientras la gente se moría, a unas decenas de metros unos militares instalaban hospitales de campaña que el Gobierno catalán despreciaba, porque no les gustaba la estética. Incluso alcaldes independentistas, perplejos, pusieron el grito en el cielo… ¡¿Dios mío, podemos interpretarlo como una señal de esperanza?!

Para que funcione este invento del demonio hacen falta tres ingredientes: control de los medios de comunicación; una clase dirigente inmoral e inútil; y una parte de la ciudadanía catalana ajena al espíritu crítico, al análisis, a la reflexión, intelectualmente muerta.

Viendo la absolutamente desastrosa gestión de la Generalitat tuve la esperanza de que algo cambiaría. Inútil. En Cataluña, no. Discuto en la redes sociales obviedades que me dejan perplejo. No hay forma, no lo ven. Les engañan y les encanta ser engañados. Es una simbiosis idéntica a la generada por el Procés, algo sumamente diabólico; un invento que tiene múltiples ventajas para los que manejan los hilos, entre otras poder colocar a amigos y familiares en cargos públicos con jugosos sueldos. Hace poco leí que la esposa del consejero de interior Miquel Buch está contratada por la Generalitat. Se descojonan de todos nosotros. O aún peor: se mean sobre nuestras cabezas y en el parte meteorológico de TeVenTres nos dicen que llueve.

«Oriol Junqueras y demás delincuentes indepes, que ya están paseándose por las calles, concediendo entrevistas, alardeando de lo hecho y jurando que no cejarán en sus propósitos, publican tweets vanagloriándose de que son geniales en la gestión. ¿Cómo pueden atreverse?»

Una idea toma forma en mi mente desde hace unas semanas: el Gobierno de Cataluña es el peor de la historia de las democracias occidentales. Se me agotan los adjetivos, desastroso, caótico, inútil, asqueroso, etcétera. Esa idea se convierte en una profunda desesperanza, no hay solución. No se la veo. El preso Oriol Junqueras y demás delincuentes indepes, que ya están paseándose por las calles, concediendo entrevistas, alardeando de lo hecho y jurando que no cejarán en sus propósitos, publican tweets vanagloriándose de que son geniales en la gestión. ¿Cómo pueden atreverse? ¿No tienen ni un gramo de vergüenza? Y así llego a una terrible conclusión: saben perfectamente que sus seguidores, sus acólitos de cerebro trepanado, tragan con lo que les digan. Es decir, además de inútiles, mala fe a raudales.

Se han vivido crisis de todo tipo y en Cataluña los ciudadanos siguen respaldándoles. La saludable alternancia no existe. Y lo contrario de saludable es… enfermizo. Sí, el diabólico invento del Procés ha destrozado a la sociedad catalana, convirtiéndola en una sociedad enferma.

Sólo queda por despejar una incógnita: ¿cuánto durará esta agonía?

De momento, y sin visos de cambio alguno, gana el diabólico invento del Procés. Gana Satanás.

Puedes seguir a Joan Puig en twitter como @avecesensayo

1

Patrocina Ataraxia Magazine en PATREON desde 5$ (4,50€) al mes

https://www.patreon.com/ataraxiamagazine

2

Patrocina Ataraxia Magazine mediante una donación por PayPal

 

 

 

 

3

Patrocina Ataraxia Magazine con 2€ por lectura mensual