#Blacklivesmatter, las vidas negras importan, #antifa (antifascista), #YoSíTeCreo (en relación a las mujeres que denuncian abusos)… son eso que llaman Hashtag o lo que es lo mismo: etiqueta.
Sirven para asociar asuntos o temas de discusión bajo una misma palabra o concepto, y así redirigir a los usuarios de las redes sociales, contribuyendo a fomentar determinados temas y convertirlos en lo que llaman «trending topic», todo muy cool, o sea muy guay y muy moderno.
En realidad, desde mi punto de vista, no es más que otro instrumento de adoctrinamiento y manipulación que se usa para crear tendencias o modas y dirigir nuestra forma de pensar y de actuar. Claro que eso es mucho más complejo y no basta con coger una palabra, colocarle el signo de la almohadilla y lanzarla a las redes. Para manipular a las masas es necesario controlar la información. Y eso significa, no solo tener el control de aquella información que nos llega, sino también de la que no recibimos. Se suprimen determinados puntos de vistas contrarios a los intereses de aquellos que dominan la información. Se distorsionan los hechos o se presentan de manera parcial, destacando solo lo que quieren que veamos y eliminando aquellas partes que podrían ofrecer una imagen objetiva, permitiendo al receptor sacar sus propias conclusiones. Porque ese es el objetivo de las élites que nos controlan, pensar por nosotros, decidir qué es lo correcto y lo incorrecto, trazarnos la senda por la que debemos circular y asegurarse de que no nos desviemos de ella.
«Ese es el objetivo de las élites que nos controlan, pensar por nosotros, decidir qué es lo correcto y lo incorrecto, trazarnos la senda por la que debemos circular y asegurarse de que no nos desviemos de ella.»
Una simple palabra convertida en tendencia nos está marcando el objetivo hacia el que debemos poner nuestra atención. Por ejemplo, cuando las redes se llenan de videos y noticias bajo la etiqueta antes mencionada #BlackLivesMatter (las vidas negras importan) nos están diciendo, de manera subliminal, que las otras vidas importan menos. Si un grupo de negros apalean hasta morir a un hombre blanco por el color de su piel, no nos lo van a contar, porque el racismo, como todo el mundo sabe, se produce solamente de blancos a negros y no a la inversa (esto último lease en tono sarcástico) y si acaso la noticia se filtra, la presentaran distorsionada, para que al final parezca que los agresores se estaban defendiendo o manifestándose pacíficamente.
Lo mismo ocurre con el feminismo. En los últimos años hay una presión mediática en torno a los derechos de la mujer que hace que se nos olvide que hay una cosa llamada “derechos humanos” y que estos, como su nombre indica, están dirigidos a la especie humana en general, sin distinción de raza, de edad y por supuesto de sexo. Respetar esos derechos implica que ningún ser humano es más digno o más libre que otro por el hecho de su condición sexual. Pero claro, una vez más los intereses de ciertas élites, o colectivos u organizaciones, hace que sea necesario desviar la atención de un hecho tan simple como que la violencia está vinculada a la historia de la humanidad. Que tanto el bien como el mal, son algo intrínseco a la condición humana y que se manifiesta en todas las razas y sexos. Poner el foco de atención solo sobre los derechos de los negros o los de la mujer supone un agravio comparativo, pues ninguna vida es más valiosa ni ninguna agresión más condenable.
¿Por qué afirmar rotundamente #YoSíTeCreo cuando hay una acusación de maltrato, solo porque la denuncia la realice una mujer? ¿Acaso se nos olvida que las mujeres, al igual que los hombres, en ocasiones mienten? ¿Qué pasaría si se montara una campaña de #YoSíTeCreo enfocada solo a los hombres y en virtud de la cual cada vez que uno niega el maltrato hubiese que creerlo sí o sí? ¿No supondría una ofensa hacia las mujeres al insinuarse que todas sus acusaciones son falsas? ¿No sería un enorme acto de injusticia? Entonces, ¿por qué no lo es en el otro sentido? Y lo mismo se podría decir con respecto a la raza negra, o a los homosexuales, o a los criadores de perdices.
Hay tantos intereses creados en torno a tantas cosas, que resulta muy difícil mantener la imparcialidad y sustraerse a la tentación de inclinarse en favor de una u otra causa. Pero es bueno ser consciente de que no somos tan libres como nos creemos. Ni nosotros ni nuestra mente. Que nuestras creencias o ideales, a menudo son los que otros se han encargado de inculcarnos de manera tan sutil que ni nos hemos dado cuenta de ello. Como cuando nos sentamos en la playa a tomar el sol y no nos percatamos de que nos estamos quemando, hasta que al llegar a casa nos miramos al espejo y comprobamos que nuestra piel parece la de un carabinero (y me refiero al crustáceo, no a un policía italiano).
Estar alerta y esforzarse por no perder nuestro espíritu crítico no nos hará del todo inmunes al veneno informativo de los medios, pero al menos atenuará el impacto. Pues la otra opción es trasladarse a una isla desierta o a un valle perdido donde aislarnos por completo del mundo y sus nocivas influencias. Yo por mi parte seguiré buscando mi Shangri-La particular, y aunque no lo encuentre, al menos en el proceso mantendré ocupada mi mente en las cosas que me importan, y no en las que les importa a ellos.
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