Tragedias y rédito político

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Tragedias y rédito
Carolina Rodríguez

El término vaguada quedó grabado en la memoria de muchos de los venezolanos que vivimos aquel terrible diciembre de 1999. Tras un año con el nuevo presidente en Miraflores, y mientras el mundo se preparaba para el cambio de milenio, en Venezuela los telediarios y demás medios de comunicación se centraban en graves predicciones meteorológicas, hablaban de una masa de aire frío muy elevada que provocaba grandes y graves precipitaciones en todo el país, con mayor intensidad en la región norte costera que, en Venezuela son los 3000 km de litoral caribeño. 

Las precipitaciones se habían iniciado durante el mes de noviembre. Los Estados Zulia, Miranda y Falcón ya acusaban zonas de fuertes inundaciones. Las primeras dos semanas de diciembre y, en especial entre el 13 y el 16 de diciembre, las montañas de la Cordillera de la Costa presentaron una saturación de los suelos y de los mantos de roca y, en el Estado Vargas, donde se encuentra ubicado el aeropuerto internacional de Maiquetía, cercano a Caracas, en sólo tres días se acumularon 911.1 milímetros de precipitaciones, es decir, más del doble del promedio de todo un año. Vargas es una suerte de delgado serpentín que se encaja en las montañas de una cordillera que alcanza hasta los 2000 metros sobre el nivel del mar, y se comunica con Caracas a través de dos vías, una autopista y una carretera de montaña.

En esas zonas donde apenas podíamos ver carreteras, muchos ríos, riachuelos y torrentes fueron desviados para construir importantes soluciones habitacionales de edificios o casas, clubes, y, cómo no, ranchos (favelas) con techos de zinc y paredes de cartón. Todo ello se confabuló para que ocurriera un gran desastre, cuando “la montaña se tragó el mar”. 

Según artículos científicos publicados posteriormente, 22 ríos y 30 riachuelos crecieron simultáneamente alcanzando hasta los 900 metros de ancho y unos 10 metros de profundidad, arrasando con todo a su paso: urbanizaciones enteras, casas y pequeñas poblaciones fueron completamente sepultadas por enormes cantidades de lodo, rocas y troncos, en  muy pocas horas el otrora estado vacacional de la capital del país vivía su peor tragedia. Los aludes de tierra también bloquearon la conexión por carretera entre el estado Vargas y Caracas; toda la región quedó sin electricidad, completamente incomunicada.

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Mientras se vivía esa enorme tragedia, con familias enteras desaparecidas, se llevaba a cabo el Referéndum Constitucional para aprobar la Constitución que había redactado la Asamblea Nacional Constituyente ese mismo año, en seis meses se tenía un nuevo texto que daría base jurídica al cambio de régimen, al socialismo del siglo XXI.

A pesar de las advertencias de lo que estaba ocurriendo, el entonces presidente Hugo Chávez no suspendió la votación. Al día siguiente del referéndum, un Chávez victorioso declaró la zona de desastre y dos días más tarde, el 17 de diciembre, se emitió un decreto de emergencia que otorgaba poderes especiales al Ejecutivo Nacional, sin aparentemente suspender las garantías constitucionales. Se instituyó un «mando único» que trabajaría sobre el terreno y, en particular, se encargaría de la reconstrucción del Estado Vargas, gestionado por un comando de operaciones que se derivó casi de inmediato al Comando Unificado de las Fuerzas Armadas Nacionales (CUFAN), un hecho con el que se inicia formalmente el intervencionismo militar a todos los niveles de la vida del venezolano. El CUFAN estuvo a cargo del apoyo logístico y salvaguarda de los bienes ciudadanos, y todo cuanto implicó a la administración de los recursos previstos para atender los daños materiales ocurridos en el desastre de Vargas. También tuvo a su mando los ministerios de defensa, sanidad e infraestructura, además de Protección Civil y Fondo Único Social.

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El aeropuerto Internacional de Maiquetía se transformó en el centro de operaciones desde donde salían helicópteros en busca de sobrevivientes y su traslado a zonas seguras. A su vez, organizaciones, empresas y todo el pueblo venezolano se volcó a ayudar a quienes lo habían perdido todo. Diferentes países, no dudaron en enviar ayuda y soporte a Venezuela y todo lo que llegaba por diversas vías pasó a ser administrado por manos militares.

A día de hoy, se desconoce realmente el número de muertos y desaparecidos, gran parte de las poblaciones de Caraballeda, Los Corales o Macuto desaparecieron del mapa. A mediados de enero, se encontraban cadáveres en las costas aragüeñas, de Carabobo y hasta en el Cabo de San Román, en el Estado Falcón. Aún se cuenta que los sobrevivientes caminaban como zombis en busca de sus seres queridos, algunos de ellos aparecieron por otras zonas de la Cordillera de la Costa, fueron vistos en las playas del estado Aragua y en Miranda. Según datos de Defensa Civil se estimaron en unos 30.000 los sepultados, aunque, actualmente, se desconoce el número real de muertos y desaparecidos. Algunas personas estiman que podrían ser más, pero otras, por el contrario, indican que las cifras se inflaron para recibir ayudas internacionales.

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Sin embargo, según información ofrecida por personas que trabajaron durante la tragedia, el número de fallecidos fue sensiblemente inferior al reportado por las instituciones gubernamentales. Pero el ofrecer un escenario absolutamente desastroso, que ya lo era per se, implicaba recibir ingentes cantidades de dinero por parte de organismos internacionales, un dinero que fue manejado desde el CUFAN por los militares fieles a la “revolución bolivariana”. Entre las ayudas que fueron ofrecidas al gobierno venezolano, estuvo la del Gobierno de Estados Unidos, quien envió portaaviones y barcos, con marines y suministros, que fueron rechazados por Chávez a “sugerencia” de Fidel Castro. 

Tomando por buena la cifra de 30.000 muertos, que se presentó ante el país como el peor desastre natural nunca ocurrido, y ante el mundo como la mayor mortalidad registrada por un alud de tierra, y pese al rechazo al gobierno de EEUU, lo cierto es que tanto ese gobierno como el de otros países colaboraron durante el desastre y, posteriormente, en los planes de “Rehabilitación del Litoral Central de Venezuela”. Es así como expertos de la Universidad Metropolitana (Caracas) en alianza con la Universidad de Harvard desarrollaron planes para convertir al Estado Vargas en uno de los más importantes destinos de los circuitos turísticos del Caribe, o en el más importante.

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Este plan fue validado por expertos internacionales que también incluyeron las universidades de Columbia, la Politécnica de Cataluña y la de París. Como podréis imaginar no hubo tal «rehabilitación», y como sabéis, Venezuela es hoy un país sumido en la miseria y la muerte. El país del petróleo no tiene gasolina ni para sus propios vehículos, muchos Estados del país desde hace mucho tiempo pasan horas al día sin luz, en algunos de ellos apenas llega, y por los grifos de muchas casas ya no corre el agua. 

Venezuela es un Estado fallido, propiedad del régimen comunista de Cuba y del Foro de São Paulo, hoy con su apéndice, el Grupo de Puebla, al que pertenecen el expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero y el ex juez, Baltasar Garzón, ambos próximos al gobierno actual de la dupla Sánchez-Iglesias.

Muchos podemos menospreciar en algún momento la capacidad del socialismo para moverse en aguas pantanosas y salir airoso de situaciones terribles o catastróficas. Alguno dirá que España no es Venezuela, como ésta no era Cuba, pero a lo largo de estos dos meses de confinamiento, esta tragedia que hoy vivimos me ha hecho recordar cómo Hugo Chávez aprovechó el caos y el drama de Vargas para infiltrar el CUFAN y el régimen cubano en Venezuela. Hoy, en España, mientras lloramos los más de 43.000 muertos por la pandemia del Coronavirus, Pedro Sánchez y su gobierno con prórrogas poco ortodoxas del Estado de Alarma, ha “descuidado” la vigilancia epidemiológica mientras se centra en tener a la justicia controlada; aplica la censura a las redes sociales, coloca a dedo a sus allegados, con grandes sueldos, engordando la administración; y silencia a los medios de comunicación.

La oposición cree que básicamente se enfrenta a un Gobierno torpe y poco preparado, que se dice y se desdice, que no tiene comité de expertos, porque no lo necesita, porque tiene al pueblo en sus casas desde hace dos meses, en sus guetos particulares, comiéndose sus ahorros, disparando las cifras del paro a niveles estratosféricos, a la espera de los ERTE, que llegan con cuenta gotas; cada vez más dependiendo «papá Estado» y sin poder despedir a los seres queridos que han muerto en esta tragedia.

El odio se va apoderando de las calles, el caos triunfa, y eso, exactamente eso, es lo que necesita el comunismo para afianzarse. 

No, España aún no es Venezuela; pero se le podría parecer, y mucho, en breve.

 

Carolina Rodríguez-FirmaPuedes seguir a Carolina en Twitter y también en su blog «Mi vida en una maleta» 

 

 

Otros artículos del Dossier Venezuela, de Carolina Rodríguez Cariño, publicados en los últimos meses por Ataraxia Magazine, por orden de aparición:

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https://ataraxiamagazine.com/2019/01/01/de-la-luna-de-miel-a-la-represion/

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Carolina Rodríguez Cariño

Hispanovenezolana, con la suerte de nacer y crecer en la Venezuela democrática. Hija de padres docentes, quienes me han dejado como herencia valores, una formación y a creer, enseñar y practicar lo que se enseña. De niña fui testigo de los estudios de Maestría de mi papá y los de mi mamá, que les retomaba con 4 críos pequeños, lo que me permitió aplaudirle a rabiar con solo 10 años, mientras Ella subía al paraninfo universitario. Disfruté de mi casa con su “mata de mango”, de los juegos con mis 3 hermanos y muchos primos, el colegio y la universidad. Aunque en casa se hablaba de matemáticas y teniendo nutrida biblioteca de geografía e historia de mi papá, decidí que mi vida se imbuiría en las ciencias. Así que me gradué Médico Veterinario (UCLA-Venezuela), fui profesora e investigadora en la UCV durante 20 años, parte de los cuales los compartí con la Maestría y PhD en la UAB (mención Cum Laude y Premio Extraordinario de Doctorado). He sido profesora invitada en la UAB y la UdeC en Chile. Actualmente en España con marido e hijo, quereres compartidos y con Cuba entremedio; formando parte del grupo de patología de IDEXX laboratorios. 


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