La costumbre judía era engordar y mimar el cordero para sacrificarlo en la celebración de la Pascua, y así estamos nosotros ahora. Confinados, en estado de alarma, distraídos con aplausos y vídeos motivacionales de manera constante en el telediario, mientras el Gobierno paraliza la actividad del Congreso, monitoriza las redes sociales para limitar cualquier discurso contrario, abusa de su poder mientras desalojan templos durante los cultos, aun cuando estos cumplen las normas establecidas por el propio desgobierno. Controlando cada movimiento ciudadano sin oposición, pretendiendo además desde hoy, una supuesta renta mínima que a saber de dónde se va a pagar.
Y todo mientras estamos en nuestras cochiqueras preparando la declaración del impuesto correspondiente porque aquí, ganar no, pero pagar, gloria. De los más de veintiún mil muertos oficiales por covid_19, ni hablamos. Sólo esto bastaría para paralizar a un gobierno y activar una oposición férrea y firme. Pero nada de eso está pasando. Unos porque no se quieren mostrar, y otros porque no saben cómo desaparecer hasta que todo pase. Se están lavando las manos con buenas palabras. Abandonan al ciudadano medio, en aras de una malentendida lealtad a un sistema que no es leal más que a sí mismo. Ni un solo hecho hemos visto por parte del supuesto líder de la oposición. Palabras sí, pero ningún hecho. Unas manos muy limpias, muy desinfectadas. Dejando a los odiados a merced de los odiadores. Con una admirable capacidad para enunciar frases con sujeto y predicado sencillo, el líder de la oposición lleva más de un mes diciendo “Ecce homo”. Presentando a un pueblo cada vez más maltrecho ante unas autoridades y una turba con ansia de venganza y miseria ajena. “No veo culpa en Él”, que es como decir “los ciudadanos no pueden soportar esta carga de impuestos, de imposibilidad de trabajar, ni el resto de las acciones que propone este Gobierno que no me llama para hablar”. Sin ninguna propuesta real de nada. Y ahí sigue el cordero, después de haber sido maltrecho por el supuesto amigo, en manos de los que pretenden su ejecución, porque su calvario no ha hecho más que empezar.
«Con esta gente se ha dado Inés un pseudoapretón de manos sin guantes en la era del distanciamiento social. No va a haber producción de jabón suficiente para desinfectarse de algunos acuerdos.»
De pascuas a ramos vemos cómo hace algo el centro del centro de la izquierda central. Y ese algo ha sido apoyar a este Gobierno tan aprobado por la ciudadanía, que en el último CIS tiene un más que fiable respaldo a sus políticas del 97’3%. Hay que ver lo que es una sociedad unida cuando manifiesta su opinión en voz alta. Es una cosa tremenda. Con esta gente se ha dado Inés un pseudoapretón de manos sin guantes en la era del distanciamiento social. No va a haber producción de jabón suficiente para desinfectarse de algunos acuerdos.
Tenemos hasta el Judas con todos sus seguidores que, haciéndose pasar por amigos de la dignidad y de la salvación, prefirieron vendernos por unas monedas, un puesto de trabajo, un sueldo. Toda una legión de Iscariotes. No son estos los tiempos en los que una traición de tal calibre lleva vergüenza a la conciencia, al contrario, los vendidos se aferran con mayor fuerza a su labor de propaganda, emponzoñando, más si cabe, el futuro de toda una nación. No sabemos hasta qué punto se han revalorizado aquellas treinta monedas de plata, quizá nunca lo lleguemos a saber. Pero que nadie olvide que, cuando nos vendieron a la miseria, aún no la había. Que no vengan después los “capitanes a posteriori” a decirnos que el hambre apretaba, porque entonces no había hambre, sino ganas de medrar. Y se podía saber.
«No son estos los tiempos en los que una traición de tal calibre lleva vergüenza a la conciencia, al contrario, los vendidos se aferran con mayor fuerza a su labor de propaganda, emponzoñando, más si cabe, el futuro de toda una nación.»
Menudas barrabasadas estamos viendo, y las que nos quedan por ver. Deberemos llevar la procesión por dentro, efectivamente, pero bien sabemos los nazarenos que esto no significa asentir ni resignarse. Es seguir adelante, pelear contra la desgana y la pereza, encauzar la ira y el cansancio, marchar ordenadamente como parte de algo más grande, una pelea organizada. Porque a esta gente habrá que llevarla ante la justicia, no queda otra. No pueden pagar la misma cuenta por igual el buen ladrón que el malo, el delincuente que la víctima, el negligente que el fallecido. No.
Son estos los días de llorar como Magdalena la pérdida de nuestros seres queridos. Pero, también como ella, debemos mantenerlos en nuestro recuerdo y centro de vida, para después embalsamar debidamente, para esperar, para creer. Ellos ya pasaron su calvario, nosotros aún estamos inmersos en el nuestro. Algunos no dan crédito a lo que sucede, porque no lo ven. Porque no están en el sitio donde está sucediendo, como le pasó a Tomás, o porque no quieren aceptar información de otras fuentes, pero el caso es que no lo ven. También hará falta que metan el dedo en la llaga para asumir que fue cierto lo que pasó; que la vida ha cambiado, y que la muerte social y física ya son tangibles. Por desgracia, la vida se encargará de brindarles la ocasión, pues de esta no se va a librar nadie.
Contemplo con estupor cómo muchos viven estos días con la alegría de imaginar que “todo va a ir bien” y todo “se arreglará” porque “no puede ser que nos hundan en Cuba, esto es España”. Ese espíritu de “las cosas pasan”, “las crisis brotan”, diluyendo la responsabilidad de quien tiene la capacidad de acción que pretende repartir culpas entre todos, subleva mi espíritu, me enfada. Las acciones y omisiones personales tienen consecuencias directas. Me rebela que todo el mundo acepte que el ser humano es responsable del calentamiento global.
«La situación es de tal gravedad que se me escapan las razones válidas por la que la oposición en pleno no trabaja como uno solo para plantear un gobierno de integración con medidas programáticas concretas.»
Como también me subleva que un Gobierno no lo sea de la nefasta gestión de una alarma sanitaria en su país, ni la clase política en general, del asentamiento del socialismo delirante y filocomunista en las instituciones. El ánimo de revancha de tantas otras personas que, más contentos que unas pascuas, disfrutan con los frutos de la confrontación social subvencionada año tras año, por todos los partidos políticos para mantenerse en el poder. La situación es de tal gravedad que se me escapan las razones válidas por la que la oposición en pleno no trabaja como uno solo para plantear un gobierno de integración con medidas programáticas concretas. Este constante callar y esperar se está transformando en colaboración con el sistema actual, que sólo llevará a los últimos estertores de la democracia tal y como la conocíamos hasta ahora.
Mientras estamos centrados en cargar con la cruz de la enfermedad, de la pérdida de los seres queridos o la ruina personal, aprovechan para engordar nuestra dependencia del Gobierno, para así llevarnos como corderos al matadero de nuestras libertades civiles.
Estamos dejando atrás la Pascua de Resurrección. Al menos eso dice el calendario, porque si fuese por los días que estamos viviendo, nos daría igual Pascua Florida que Navidad. O ni pascua, siquiera. Que a la vista de las acciones del gobierno y del canto de sus palmeros, esto parece más San Martín. Es descorazonador, pero miro a mi alrededor y lo que saco en claro es que lo que nos están haciendo es la pascua.
ESTRELLA FERNÁNDEZ-MARTOS
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Estrella Fernández-Martos es cordobesa, titulada en Protocolo y Relaciones Institucionales. Pintora y escritora, ha colaborado con distintos medios de comunicación, entre ellos, el ABC de Córdoba, donde también ha ilustrado sus colaboraciones. Puedes seguir su blog personal «Con los pies en el agua»
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