Hablábamos el mes pasado de la llegada de un “Cisne negro” en las economías que sería la excusa perfecta para que Pedro Sánchez aprovechase para llevar a cabo su programa de gasto social, sin el límite de déficit y deuda que imponía Bruselas. Pues ha llegado. Y de qué manera.
El Covid-19, nombre técnico del coronavirus, ha generado un impacto en la economía imposible de predecir por analistas, técnicos o gurús del mundo económico. Ha superado en magnitud todas las estimaciones y se ha llevado por delante a todas las bolsas y economías.
En mis 34 años en el mundo bursátil nunca había visto un impacto tan contundente y tan rápido en los mercados. Ha cogido a casi todos los inversores con el pie cambiado. Recordemos que a principios de año muchos bancos recomendaban a sus clientes, si querían sacar rentabilidad a sus ahorros, aumentar el peso de la renta variable en las carteras. Lo cual tenía mucho sentido y de hecho provocó que los índices mundiales fueran marcando máximos sesión tras sesión incluso con el Covid-19 ya encima de la mesa. Situación que nos parecía bastante llamativa, ya que las cifras que venían de China no eran precisamente tranquilizadoras. Pero bueno, era en China y todo nos parecía muy lejano, como si no fuese con nosotros.
Sin embargo, y en plena discusión de la OPEP+ para acordar un recorte de la producción y consolidar los precios del petróleo, Rusia decidió un domingo por la noche no apoyar ese recorte lo que provocó un colapso en el precio del barril con caídas del 40% en minutos. Este fue el comienzo de las caídas en las bolsas al lunes siguiente y cuando el mercado empieza a tener en cuenta las tremendas cifras de contagios y fallecidos que ya aparecían en el Norte de Italia. Hasta ese momento los mercados habían pasado de puntillas ante la amenaza del Covid-19.
A partir de ahí, las bolsas empezaron el gran desplome durante toda la semana, que culminó en el ya tristemente famoso “Viernes negro” con las mayores caídas en los índices desde 2008. El dinero salió despavorido hacia los activos refugio como la deuda americana y alemana, que marcaron mínimos históricos de rentabilidad y penalizaron a los bonos periféricos como Grecia, Italia y España, donde las primas de riesgo empezaron a dispararse rápidamente. Las pérdidas en las bolsas a nivel mundial superaban los 20 millones de dólares y en el IBEX en torno a los 250.000 millones de euros. Algunas compañías como IAG perdían más del 50% de su valor.
Ante esta situación de alarma los bancos centrales empezaron a tomar medidas de rescate de forma inmediata. El primero qué movió ficha fue la FED (Reserva Federal americana) que bajó por sorpresa los tipos en 50 puntos básicos y anunció un paquete de medidas de inyección de liquidez en los mercados, por la que fue bastante criticada en ese momento. Le siguieron Canadá, Japón, Australia y Reino Unido. Y unos días más tarde y viendo que las medidas eran insuficientes, la FED volvió a repetir la bajada hasta los mínimos históricos en el rango 0%-0.25% y extendió el paquete de compras de activos hasta los 1.2 billones de dólares. En este momento la Reserva Federal americana ha anunciado la compra ilimitada de bonos del Tesoro y las ayudas necesarias para apoyar al mercado financiero.
El BCE no solo se lo tomó con más calma que el resto de bancos centrales, sino que además no modificó los tipos y anunció un paquete de medidas que los analistas consideraron insuficientes. De hecho la recién estrenada Presidenta del BCE, Christine Lagarde, realizó unas desafortunadas declaraciones que no dejaron a nadie indiferente y que no gustaron nada a los inversores.
Como éramos pocos, parió la abuela. Y apareció en escena nuestro “desaparecido” hasta entonces presidente del gobierno, para anunciar a bombo y platillo las medidas más extraordinarias jamás tomadas en democracia. Y efectivamente, lo son. Un paquete de 200.000 millones de euros, de los cuales sólo 6.600 millones serán inyección de gasto público, mientras que 83.000 millones saldrán del sector privado (sin saber de donde saldrán) y se habilita una línea de avales de 100.000 millones de euros para empresas y pymes, cuya concreción se desconoce. Se flexibilizarán los ERTEs considerándolos de fuerza mayor, que no deja de ser un paso previo para que las empresas los usen como paso previo a despidos definitivos.
Una vez más los grandes abandonados son los 3,2 millones de autónomos. Solo aquellos que tengan empleados a su cargo y se acojan al ERTE podrán recibir el subsidio de desempleo, o aquellos cuyos ingresos caigan al menos el 75%. De alguna manera se invita a los autónomos a despedir temporalmente a sus trabajadores o sufrir una caída del 75% de los ingresos para poder recibir el subsidio, lo que implicaría condenarlos a la miseria más absoluta.
Ni una ayuda fiscal, ni un recorte de gasto innecesario, ni una reducción de impuestos a las empresas y por supuesto, ninguna rectificación al programa social del nuevo gobierno sociocomunista.
No voy a insistir en lo que ya han podido escuchar en algunos medios sobre la gestión sanitaria de esta crisis. Creo que ya son ustedes conscientes de las consecuencias de mantener la convocatoria del 8M y el retraso en reconocer el impacto del virus, así como la falta de previsión en el aprovisionamiento de material necesario para contener el contagio y la adquisición de kits de análisis del Covid-19. Ha prevalecido la ideología sobre la cordura en la gestión de una crisis de magnitudes incalculables. Decisiones de nuestro gobierno de una irresponsabilidad máxima y que espero que cuando llegue el momento, respondan y asuman las consecuencias derivadas de las mismas.
Me siento incapaz de evaluar o dar una estimación de lo que esta crisis impactará en la economía global y en concreto en la española. Hemos ido viendo previsiones iníciales que se han quedado obsoletas en días. Estamos viendo estimaciones de caídas del PIB terroríficas para el primer y segundo trimestre de este año. La palabra recesión, que nunca quisimos poner en los informes, cobra la máxima relevancia.
Estamos ante una crisis que empezó siendo de oferta, que ha pasado a ser de demanda y que se ha convertido en económica y financiera. La reclusión de la población, el cierre de fronteras y del espacio aéreo, el cierre de hoteles y establecimientos de restauración, y un larguísimo etcétera, auguran un primer semestre de año jamás vivido en las últimas décadas. Deseo que se quede sólo en el primer trimestre y no se prolongue en el tiempo. Las consecuencias serían devastadoras.
De hecho, ninguno de los políticos y gestores financieros actuales ha vivido una crisis de semejante magnitud, y especialmente en un mundo con las economías globalizadas y una capacidad de transmisión de los desequilibrios inmediata y muy diferente de crisis anteriores.
A España nos pilla con muy poca flexibilidad en nuestro presupuesto público. Con una deuda sobre PIB del 100%, un paro del 14% y un déficit estructural cercano al 3%, no tenemos mucha capacidad de maniobra. El levantamiento por parte del BCE de los límites de deuda y déficit del Plan de Estabilidad ayudará a paliar el efecto a corto plazo, pero nos abocará a un futuro muy complicado y con una gran carga en la espalda de nuestra economía. Sólo una reducción drástica de gastos innecesarios y una política de ajuste severa, podría darnos algo de oxigeno para torear esta situación sin hipotecar dramáticamente el futuro. Recordemos que arrastramos dos subidas recientes del SMI, cuyas consecuencias negativas en el empleo de sectores como el agrícola y servicio doméstico ya las hemos empezado a ver, y además se han indexado las pensiones al IPC, con el consiguiente aumento de la factura mensual de la Seguridad Social. A eso hay que añadir que el Fondo de las Pensiones está casi en el mínimo.
El número de ERTEs que se están ya presentando supera las previsiones y con el parón obligado de la economía irán aumentando días tras día. El gobierno estimaba una pérdida de un millón de empleos al principio de esta crisis, pero teniendo en cuenta que las estimaciones que se están dando sobre el PIB de este año por parte de las instituciones internacionales apuntan a una caída significativa, ese número me temo que se quedará muy corto. Ya el FMI (Fondo Monetario Internacional) avisa de que esta recesión será incluso peor que la de 2008. Y en Alemania se espera una pérdida de más de 1,5 millones de empleos y una caída del PIB entre el 7,2% y el 20,6% en función de los escenarios. En España solamente el impacto en el empleo de los sectores de aerolíneas y turismo van a ser demoledores. Por hacernos una idea el sector de comercio y hostelería representa casi el 29% del PIB español y en términos de empleo un 39%, es decir, más de 5,8 millones de puestos de trabajo.
No quiero ser catastrofista, pero estamos ante una crisis desconocida en su duración y sobre todo en el impacto que puede llegar a tener. Nunca hemos vivido una crisis como esta. Serían necesarias medidas contundentes y rápidas para pymes y autónomos (prestamos al 0%) durante el periodo que dure la crisis. Condonar los pagos de las cuotas a la Seguridad Social e impuestos a los sectores afectados. Y por supuesto abandonar las subidas de impuestos anunciadas por el gobierno en esta legislatura.
Desde hace algún tiempo vengo recomendando aumentar la liquidez en las carteras ante la incertidumbre que se vivía en los mercados y los altos múltiplos en los que cotizaban las bolsas. Y ahora, aún a pesar de las caídas sufridas en todas ellas y los precios que vemos en muchas compañías de primera fila, es momento de esperar y ver hasta dónde llega el impacto. No hay que fiarse de los “precios bajos”, todo es susceptible de caer un 100%. Y ya lo vimos con Primark el otro día. Yo nunca había visto a una compañía caer en bolsa hasta el 100% de su valor. Nunca.
Así que seamos cautos y no nos precipitemos. Es posible que las inyecciones de liquidez y los apoyos de los bancos centrales provoquen ciertos rebotes en los precios de los activos como vimos el viernes en los bonos y en los mercados europeos, aunque no así en los americanos. Pero serán eso, rebotes temporales. Y la volatilidad va a ser una máxima los próximos días. El índice VIX o también llamado índice del miedo ha llegado a repuntar por encima de los niveles de la crisis de 2008.
El oro que ha venido siendo un valor refugio en los últimos meses, parece que está sufriendo una corrección técnica. Puede ser una opción. Pero no hay que olvidar que el oro funciona muy bien en épocas inflacionistas, y de momento la inflación ni está ni se la espera.
El petróleo no parece que vaya a cambiar su tendencia y algunos analistas ya hablan de precios del barril por debajo de los 20 dólares. El viernes Donald Trump conversó con Rusia y Arabia Saudí, y eso provocó un pequeño rebote. No nos olvidemos que EEUU es el mayor productor de petróleo del mundo (shale oil), pero un precio de mercado por debajo de 50 dólares por barril, le paraliza la producción al no ser rentable. Es el mayor perjudicado en esta guerra claramente, aunque los saudís también sufrirán al no tener ingresos alternativos en su economía, mientras que Rusia puede aguantar esos precios para intentar recuperar cuota de mercado.
Por todo ello la liquidez se impone y sobre todo la preservación del patrimonio. Vamos a ver muchas tensiones en los bancos, por aumento de los impagados y menor rentabilidad en sus balances por los bajos tipos. El BCE ha relajado los requisitos de provisiones para los afectados por la crisis (demora de hipotecas e impagados) lo que ayudará a soportar las presiones en los balances. En cualquier caso, no deja de ser un “stress test” real para un sector que ya venía penalizado en los últimos años.
Hay que estar muy pendientes de las noticias ahora que estamos confinados y tenemos más tiempo para analizar con tranquilidad nuestra cartera. Vienen tiempos difíciles y complicados, donde ninguno tenemos la bola de cristal. La liquidez y fondos monetarios de corto plazo pueden ser alternativas para aguantar el chaparrón. Y diversificar los ahorros en varias entidades. Siempre es una decisión acertada.
Les deseo mucha suerte y sobre todo, y lo más importante mucha salud. Quédense en casa, salgan lo justo y seamos precavidos ante esta pandemia. Entre todos, conseguiremos vencerla. Mucho ánimo.
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Álvaro Shares es un licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por el CEU y la Universidad Autónoma de Madrid, que ha sobrevivido a 31 años de experiencia en la bolsa española, en firmas de primera fila del sector financiero como JP Morgan o BBVA, entre otras. Desde el año 86 ha visto y seguido la evolución del profundo cambio que han sufrido los mercados hasta la actualidad. Desde el crash del 87 hasta el Brexit del 2016, así como la evolución tecnológica y el desarrollo de nuevas alternativas de inversión, siempre de la mano de los principales inversores nacionales e internacionales. Mucho mundo a sus espaldas y muchos viajes con los principales directivos de las compañías españolas. Y con ganas de seguir aprendiendo.