Covid 19, Operación acordeón

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Operación acordeón
Plantilla Jorge Sánchez de Castro

Cuando el Ministerio de Defensa chino ya ha anunciado que el próximo mes de abril empezará los ensayos clínicos con humanos con la vacuna para el Covid 19; cuando se espera que, al menos, decenas de miles de personas fallezcan aún a consecuencia de la pandemia, y la economía mundial se ha hundido en menos de un par de meses, sólo Gaston Bouthoul (1896-1981) «un sociólogo marginado, pero no marginal» (Jerónimo Molina, «Guerra, demografía y complejos belígenos», Centro de Estudios Constitucionales, 2019) puede orientarnos sobre lo que está ocurriendo, que no es sino un proceso dirigido por el sector cuaternario, el sector de las actividades destructivas. 

No pretendo expresar ni siquiera una hipótesis sobre las causas, pues los efectos son lo suficientemente elocuentes: un ajuste intenso y a escala global de empresas en un brevísimo espacio de tiempo, manteniendo intacto el capital físico y las infraestructuras del sistema, sin resistencia de la población al desastre económico y social al encontrarse confinada por causa de fuerza mayor, con un coste en vidas, sobre todo ancianos, muy pequeño en relación a la hecatombe económica provocada. 

Simplemente el primer golpe de Estado mundial. 

Y por ser el primero será el único que se ejecute con tanta maestría, sencillez y precisión.

La audacia del golpe está siendo de tal magnitud que los autores son desconocidos, los «genios invisibles de la ciudad» de los que hablaba Guglielmo Ferrero. No obstante, las consecuencias hablan de su perversidad tanto como de su genialidad.   

El inspirador teórico sólo ha podido ser Bouthuol, el creador de esa ciencia social difusa conocida como «Polemología», en la cual se estudia la importancia decisiva que tiene para la economía y la sociedad el sector  cuaternario, pues el coronavirus es la apoteosis de la devastación en tiempo récord que los gurús económicos llevaban pronosticando años y los políticos no sabían cómo conseguir sin provocar una guerra.

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«El coronavirus es la apoteosis de la devastación en tiempo récord que los gurús económicos llevaban pronosticando años y los políticos no sabían cómo conseguir sin provocar una guerra.» 

El sector cuaternario se ha servido para sus objetivos de la hasta ahora progresista biología, pero no para avanzar, sino justamente para lo contrario.  

Para que las bolsas reculen a valores anteriores a la crisis de 2008, para que las plantillas se reduzcan sin conflictividad social y las rentas por el arriendo de viviendas bajen siendo innecesario fijar precios máximos. Incluso para que los países se cierren plegándose sobre sí mismos. 

El Covid 19 es un virus, aunque pasará a la historia como un hito esencial en la sociología de los fenómenos destructivos. 

Por eso el nuevo paradigma científico será el organicismo, esto es, la analogía entre el funcionamiento de los seres vivos y las sociedades, con lo que ello supone de primacía de los conceptos nacimiento, desarrollo y muerte, pues ya no ha lugar al punto de vista exclusivo de la utilidad o la productividad. 

Ahora bien, toda destrucción para completarse necesita una sustitución de lo destruido. 

Siguiendo con el símil biológico u organicista, a la muerte sólo le reemplaza un nacimiento. 

Por las reacciones de los líderes políticos occidentales me atrevo a decir que no aspiran a nada nuevo, sino a una resurrección de lo mismo con sus enfáticos programas de imposible gasto público.  

De todas formas es pronto y la realidad de los acontecimientos impondrá su orden, porque el «putsch» del Covid 19 trae un nuevo orden, que nadie lo dude. 

Quedémonos con el hecho de que la depreciación de todo tipo de activos se ha logrado en el tiempo que dura una cuarentena, con el «reseteo» del sistema económico no mediante complejos métodos de ingeniería política, sino utilizando métodos mágicos (cuando las poblaciones se encerraron en sus casas por el virus el mundo era uno y cuando salgan será otro muy distinto aunque el paisaje sea idéntico).

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«Cuando las poblaciones se encerraron en sus casas por el virus el mundo era uno y cuando salgan será otro muy distinto aunque el paisaje sea idéntico.»

Con estos datos me atrevo a hacer de Casandra y a pronosticar que el objetivo del golpe de Estado planetario era hacer posible lo que en Derecho Mercantil se conoce como «operación acordeón».

Cuando una empresa ha reducido su patrimonio por debajo del mínimo legal exigido, para no disolverse lanza una operación consistente en reducir y ampliar capital de manera simultánea. 

Es decir, reduce su capital social para compensar su endeudamiento (básicamente amortiza las acciones para pagar deuda) y así sanear su balance, e inmediatamente ejecuta una ampliación de capital para captar nuevos recursos y continuar trabajando con la misma infraestructura física (fábricas, oficinas…) y con el mismo personal, salvo los despedidos.  

El elemento clave es la eliminación de la deuda que ahogaba el día a día de la actividad empresarial. 

Estas operaciones suelen estar vinculadas a un nuevo proyecto, de manera que, tras adaptar la cifra de capital social a las pérdidas registradas (reducción de capital a cero), se espera disponer de nuevos recursos financieros como consecuencia de la ampliación de capital para así reiniciar el negocio desde bases sólidas. 

Pues bien, el efecto social del Covid 19 es permitir que se le pueda practicar a la economía mundial una «operación acordeón», forzando una fulgurante reducción de capital (depreciación de activos y ajuste de plantillas) para cancelar deudas y propiciar una nueva fase de acumulación,  gracias a una simultánea ampliación de capital.

«El efecto social del Covid 19 es permitir que se le pueda practicar a la economía mundial una «operación acordeón», forzando una fulgurante reducción de capital para cancelar deudas y propiciar una nueva fase de acumulación…»

Como hemos visto, toda operación acordeón tiene dos etapas. Estamos viviendo aún la destructiva consistente en la reducción de capital porque aún no se ha planteado el momento decisivo de la quita o reducción de la deuda, que se ejecutará bajo la fórmula de compensación de deuda por capital, esto es, «quédate con el país a cambio de zanjar sus débitos».

Precisamente porque aún no está sobre la mesa la compensación de deudas por capital, creo que la fase destructiva aún durará para ablandar las resistencias a la «operación acordeón».

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No obstante, ya se está preparando la segunda fase consistente en la ampliación de capital, puesto que en eso consisten los anunciados  programas expansivos de centenares de miles de millones que los políticos y las instituciones monetarias vienen lanzando los últimos días. 

¿Quienes suscribirán las ampliaciones de capital?

Obviamente, los mismos que se queden con la estructura económica de los países y su deuda (las grandes corporaciones internacionales, China, EE.UU…) que supongo no desembolsarán más que una pequeña parte del capital que suscriben (el desembolso principal lo realizarán los ciudadanos vía impuestos), pero serán las dueñas del nuevo negocio-país porque detentarán sus acciones.  

¿Y Pedro Sánchez y su cuadrilla? 

Sánchez es el último de una generación de políticos papafrita que sirvieron para entretener al público durante la fiesta. 

Pero la fiesta terminó porque empieza una nueva era dominada por la dura realidad donde todas las fantasías que permitieron que Sánchez pudiera existir han caducado.

Recordemos que las «operaciones acordeón» sólo se realizan cuando surge un nuevo proyecto que entierra al anterior, aunque se materializa con los mismos mimbres que disponía el negocio fracasado. 

España, el mundo, a pesar de conservar su estructura económica intacta, será otro cuando finalice el Covid 19, Operación Acordeón, pero ninguno de sus dirigentes se parecerá al Doctor Sánchez.  

Jorge Sánchez de Castro-FirmaPuedes seguir a Jorge Sánchez de Castro Calderón en Twitter y también en su blog «El único Paraíso es el fiscal»

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Jorge Sánchez de Castro Calderón

Estuve en la Facultad de CC. Políticas de la Complutense antes que Pablo Iglesias. Allí vi a gente de lo más variopinta… Un miembro de la Casa Real; un magistrado del Tribunal Supremo, que me anunció dónde iba a llegar, y hasta un gran maestro marxista que mudó en consejero «black». También conocí a Tocqueville, a Marx, a Maquiavelo y al sabio español Dalmacio Negro. Incluso a Kelsen y Carl Schmitt, cuya disputa intelectual creo que ganó Don Carl. Si con esto no les basta, les invito a entrar en Ataraxia Magazine o en mi página «El único paraíso es el fiscal».
 

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