El Requiem de Verdi me acompaña toda la mañana de hoy, nuevo aniversario del 11-M, auténtico bosque de los recuerdos en el que se entra pero del que no se puede salir… Y la tormenta de trompetas del estribillo del «Dies Irae» me sobrecoge con su evocación del Juicio Final, y, como afirma Eugenio Trías, con su apuesta sonora por la violencia desatada contra la maldad.
Porque el filósofo, ya fallecido, nos recordó que nadie ha descrito la maldad con tanto acierto como el genial Verdi, gracias a su personaje operístico Jago, el fiel vasallo de Otello, camuflado de bufón y auténtico urdidor del mal, capaz de destruir todas las opciones de los demás a la buena vida, o sencillamente al derecho a la vida.
Escribe Eugenio Trías en “La imaginación sonora”: “Una y otra vez incita el Dios de este mundo a la locura. No actúa, deja su poder en manos de sus agentes secretos. Estos arrojan veneno a sus víctimas. Luego pueden retirarse por momentos de la función y contemplarla como apuntadores irónicos. Siempre trabajan. Son infatigables. Pero lo hacen en la sombra”. (pag. 361. Op. cit.)
Palabras, solo palabras de significado tan aparentemente oculto como las bombas de los trenes que esta mañana puedo sobrellevar gracias a esa Misa de Requiem que Verdi escribió a la muerte de su compatriota Alessandro Manzoni, un hombre comprometido como el propio autor con la unidad de Italia. Paradojas que me me impongo como la de la presencia del malvado Jago.
La primera frase del texto es «Requiem aeternam dona eis, Domine», es decir: “dales el descanso eterno, Señor” y me vienen a la memoria esos 200 muertos del atentado político que, oficialmente, y de nuevo hoy, homenajean los responsables de los bandos enfrentados en esta desunida España. Paradoja fatal de las consecuencias del crimen sin resolver, sin verdad y sin justicia; claro ejemplo de que paras las hechuras de la maldad no importan las víctimas inocentes.
«El Bosque del Recuerdo solo tiene salidas falsas, soñadas, intuidas o inventadas; un laberinto de sueño en el que España permanece atrapada»
En el Bosque del Recuerdo del 11 M se entra, pero no se sale. Sus creadores, como en el cuento, crearon un reguero de migas de mentiras —que se comieron los buitres— para señalar la salida y no perderse, y por ello en este momento, catorce años después, sencillamente, el camino de la verdad, a la verdad, no existe. Tan solo hay salidas falsas, soñadas, intuidas o inventadas; un laberinto de sueño en el que España permanece atrapada contra las cuerdas desde aquella mañana, porque una mayoría de españoles trata de olvidar y acepta que con ese olvido, como mal menor, se puede seguir adelante, sin cerrar heridas, sin responder a las preguntas y enigmas que jalonan el sendero prohibido, tóxico, al que el poder ya saca del horno de los anatemas.
TRES TESTIMONIOS
Gabriel Moris
«La España que tenemos, en mi opinión y en la de muchos, es fruto del atentado. Ante ese “tsunami”, diseñado y ejecutado, incluso explotado por mentes diabólicas, no puede haber una rectificación del rumbo mientras no se desvele lo ocurrido y se castigue a los autores y a los encubridores. La crisis de España es de principios, el aspecto social y económico son la consecuencia. Creo que aún estamos a tiempo de evitar la ruina total».
Quien así habla de la infamia del atentado es Gabriel Moris que perdió a uno de sus tres hijos el 11-M y une a esta condición de víctima la de haber participado en el juicio del 11-M como perito de parte en la pericial de explosivos ordenada por el juez Gómez Bermúdez.
Su iniciativa de petición al Gobierno, al Congreso y la Audiencia Nacional para Investigar los atentados del 11 M y hacer Justicia, regenerar las instituciones y prevenir otro crimen de lesa humanidad como este, ya cuenta con más de cincuenta mil firmas. Mas de cincuenta mil españoles que necesitan una salida de verdad.
Ignacio López Brú
Igual que la que propone con su investigación, “Las cloacas del 11 M”, Ignacio López Brú, que entiende pero no participa de esa especie de ley del silencio sellado que se ha instalado en nuestro país, por indicaciones de los políticos y la mayoría de la clase periodística, con la promesa de un mundo feliz, a la manera utópica que ya nos indicó Aldous Huxley…
«La gente, en general, no quiere oír hablar del 11-M ni en pintura, por dos razones. La primera porque se le actualizan de nuevo esos bajos instintos propios de la contienda civil, y a nadie le gusta volver a removerlos. La segunda, porque los vencedores de esa contienda, el PSOE, son unos artistas a la hora de manipular los sentimientos de los ciudadanos y erigirse, como si fueran semidioses, en la única Autoridad que puede expedir acreditaciones de democracia. El instinto guerracivilista que llevan en su código genético, como poco desde 1934, se traduce en un comportamiento encaminado a amedrentar al adversario político y a la población en general, para lo cual no dudan en amenazar a los disidentes con su expulsión del Sistema, utilizando descalificaciones como la de “conspiranoico” o “derecha extrema”, que no son sino variantes de su insulto favorito: el de fascista. Esta metodología, continuadora del agresivo agit-prop de los 3 días de Marzo, se ha mostrado de lo más eficaz para conseguir neutralizar cualquier intento de poner en duda la “Verdad oficial”, reforzada por la actitud sumisa y lanar del Partido Popular.»
Carlos Sánchez de Roda
El ingeniero Carlos Sánchez de Roda lleva también escudriñando el 11-M prácticamente desde el día del atentado, desde que empezó a entrever los grandes engaños que lo envolvían. Ingeniero ferroviario ya jubilado se centró en uno de los misterios sin respuesta del atentado: el tren que explotó en Santa Eugenia, ese tren tan especial, tan distinto a todos los demás en tantos aspectos. Y lo investigó en profundidad. Sus pesquisas (publicadas en La Paseata) no tienen desperdicio.
«Mi impresión personal es que alguien que tenía poder para ello decidió que eso tenía que desaparecer, pero que si desaparecía únicamente el cobertizo con su contenido se podía sospechar que habían actuado intereses ocultos, por ello había que disfrazarlo como una acción de delincuentes comunes, traficantes de chatarra, y ése puede ser el motivo de la increíble destrucción de las naves del taller, a plena luz del día, y con gran despliegue de medios, cuando tanto la policía como la vigilancia de Adif habían estado vigilando el recinto inmediatamente antes del desastre. Y luego la sospechosa publicidad del asunto en El País y 20 minutos, coincidiendo ambos medios en la expresión “saqueadores” y sin mencionar el 11-M.”
Así que desde las siete treinta y siete de hoy, el Requiem de Verdi me acompaña en mi duelo. Y la tormenta de trompetas del estribillo del Dies Irae me sobrecoge con su evocación del juicio final, con la incertidumbre que suscitan las grandes preguntas del 11-M, que todas y cada una de ellas conducen a la maldad del propio Jago, que alienta el miedo a morir mientras se mueren las esencias de la vida; que siembra el pánico a imaginar las motivaciones del ser que colocó la mochila de marras y, de paso, la sacrosanta verdad del que apretó el botón de las bombas de Leganés. La fragilidad, en esencia, que representa para todos el intuir que no hay respuestas porque, así de simple, no es del interés superior de esos pocos que conducen el libreto.
Y es que en esos trenes íbamos todos y así nos va.
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