Intentar construir hipótesis consistentes sobre si ERC se abstendrá en la investidura de Sánchez supone una pretensión frívola cuando entre trileros anda el juego.

Ciertamente, no dejaría de asombrarme que el tal Junqueras sea tan majadero, tan rematadamente estúpido en la defensa de sus intereses como para no permitir que el zombi Sánchez llegue a la Moncloa.

Sin embargo, me atrevo a decir que no le apoyará porque el buen hombre ya les tiene preparados a los suyos el martirologio y de ahí no se va apear.

Causa estupefacción que, certificado el desastre y la impotencia del «procés», insista en conducir a sus huestes al despeñadero cuando el Gobierno de España ya no sabe cómo decir a los «lazis» que está dispuesto a entregarles casi todo lo que le pidan. Y dos huevos duros, es decir, la mesa de partidos y la reforma constitucional.

Con el Gobierno autonómico neutralizado, sin Poder Judicial ni impuestos, en la ruina económica y en la cárcel, desde el odiado «Madrit» le ofrecen un pacto que no puede rechazar… pero barrunto que no lo querrá.

Lo desternillante del caso es que si deja pasar su oportunidad, como ya lo hicieron los ex-Presidentes Puigdemont o Mas, él mismo será arrojado a la cuneta que con tanto mimo ha preparado para su pueblo. Y todo en beneficio de los más chiflados, esto es, la banda de Waterloo.

Es la ley del «juego del gallina». Allá él. Allá ellos.

En definitiva, y por paradójico que resulte, la esperanza de continuidad del régimen nacido en el 78 está en manos de la impericia de Junqueras, que tiene una descomunal voluntad de perder.

No obstante, el mayor riesgo para España reside en el deseo de no ganar del Gobierno Sánchez.

¿Quién se impondrá?, ¿la voluntad de perder de Junqueras o el deseo de no ganar de Sánchez?

Echo mi cuarto a espadas para decir que triunfará la estrategia derrotista de Junqueras.

Y lo hará ejecutando un autogolpe, es decir, obligando a su partido a que vote «no» a la investidura de Sánchez, que es lo mismo que decir «no» al avance del movimiento independentista que dice encabezar.

¿Motivo?

ERC no puede permitir una salida honrosa a la Generalitat y al Gobierno español, pues entiende que ese pacto sería reconocer ante los suyos que la independencia, la secesión de Cataluña, fue y es una quimera ridícula.

Junqueras necesita un 155 largo, medidas de excepción, que la Generalitat esté dirigida desde Madrid cuanto más tiempo mejor.

Convertir a los suyos en víctimas es lo único que libraría al preso de Lledoners de asumir que el «procés» por la república fue un terrible, un macabro engaño a su pueblo.

Por eso apuesto a que ERC votará «no» a la investidura de un ya sonado Sánchez.

  

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Jorge Sánchez de Castro Calderón

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