Cataluña no es ninguna colonia, ni mucho menos está oprimida. Tampoco es una nación, ni nunca lo ha sido por mucho que ahora le salgan presidentes de la Generalitat hasta de debajo de las piedras, o por mucho que manipulen la historia hasta límites insospechados, cómo convertir a Rafael Casanova en un patriota catalán que luchaba por la independencia.
Cataluña tiene un nivel de autogobierno como no se conoce en ninguna otra región de Europa. Las libertades individuales son totalmente respetadas. Goza de un reconocimiento y protección de su cultura, costumbres y lengua, sin parangón. Éstas son promocionadas y financiadas hasta tal punto que llegan a arrinconar a los que tienen otras y no coinciden con la línea oficial de pensamiento único. Nunca hasta ahora se había visto que un pueblo oprimido oprima al opresor. El nivel de paranoia y control es tal que lo mismo se ponen a señalar comercios, que a adorar un bolardo, que a investigar las conversaciones de los escolares en el patio, eso sí con permiso oficial.
¿Entonces, se preguntarán, por qué son tan persistentes y siguen adelante? Es imposible responder esta pregunta sin retrotraernos al caso Banca Catalana y a Jordi Pujol en el balcón de la Generalitat tapando la corrupción con la estelada. A partir de ahí —»Programa 2000″ para introducir el nacionalismo en todos los ámbitos mediante— hemos llegado a un punto en que las nuevas generaciones se motivan y justifican en base a lo que han aprendido gracias a unos libros de texto manipulados, a unos medios públicos monocolor, y a unos profesores que no enseñan, sino que adoctrinan.
Sus mayores se dividen entre los aburridos, que se creen a pies juntillas la película —y son capaces de tragar con todo en un momento dado, pues los actos y la propaganda amarilla vienen a llenar el vacío social y existencial que preside sus vidas—, y los interesados, bien por creer que podrán hacer algún tipo de negocio con el procés, o bien por pertenecer a esa casta política privilegiada que mientras va en Jaguar con bolsos de Armani, habla de recortes sociales y siempre quiere más, sobre todo en economía y justicia.
Todos estos ingredientes convergen en la gran paradoja nacionalista, y digo «gran» porque tienen otras. Ese poder gozar de todas las libertades individuales y colectivas —tomarse incluso por su mano las que no les corresponden, y saltarse frecuentemente la ley sin que nadie haga nada por evitarlo— hace que no quieran y que no les interese apurar al límite sus peticiones. Tienen muy claro que no hay que tensar la cuerda en exceso, no vaya a ser que se rompa y tenga que venir alguien a poner orden.
Su nivel de libertad les hace esclavos de sus propios temores. La inmensa mayoría nunca pasará de esas performances, que lo llenan todo de amarillo y tanto les complace orquestar, de montar espectáculos patéticos de cara a la galería en el Parlament, o de acudir a manifestaciones convenientemente organizadas en horario lúdico-festivo. Es, ni más ni menos, el mismo atocinamiento que observamos en la sociedad en general de nuestros días, pero llevado, eso sí, al extremo: su nivel y forma de vida hace que las reivindicaciones que persiguen se queden en un plano teórico, hasta el punto en que no les merezca la pena luchar por ellas. En ese punto siempre habrá un puñado de hiperventilados dispuesto a ir más allá, ejerciendo la violencia o llevando a cabo acciones puntuales más organizadas y mediáticas. Bueno, nada nuevo… siempre ha habido gente con más neuronas y con menos, pero no es algo significativo.
¿Hasta dónde llegaremos entonces, se preguntarán? No lo sé. Si ninguna incógnita se mueve en la ecuación actual —Gobiernos centrales timoratos a la hora de hacer cumplir la ley y mirando para otro lado; nacionalismo controlando todas las instituciones, organismos y medios; un PSC «quintacolumnista» y los Comunes, de palanganeros de los nacionalistas— antes o después alcanzaremos cualquier punto intermedio entre lo que hay ahora y una república independiente tal y como pretenden. Porque la independencia a las bravas no la van a conseguir nunca. España es una democracia plena y moderna, un Estado democrático de derecho, y ni nosotros se lo vamos a permitir, ni ellos van a darlo todo por conseguirlo. Qué punto será ese dependerá ya de todos los españoles —catalanes, nacionalistas y no nacionalistas, incluidos— pues por algo la soberanía nacional reside en el pueblo español en su conjunto, por mucho que algunos parezcan olvidarlo a todas horas…
Pedro Otamendi
Ataraxia Magazine es un digital de lectura gratuito en Internet. Publicamos a lo largo del mes más de una treintena de extensos artículos y columnas de política, sociedad y cultura, fruto del esfuerzo y dedicación de un equipo de más de quince periodistas, escritores, juristas, abogados, economistas y expertos en todo tipo de materias. Cada número supone no menos de 400 horas de trabajo colectivo. Garantizar la continuidad de una iniciativa de estas características sin financiación es imposible. Si te gusta nuestra publicación te pedimos que contribuyas, en la medida de tus posibilidades, a su continuidad; o bien patrocinándola mediante una mínima cuota mensual de 5 dólares (4,45€) a través de PATREON (hallarás el enlace tras estas líneas) o bien aportando mínimas cantidades, a partir de 1€, mediante un micropago utilizando PAYPAL (enlace tras estas líneas). GRACIAS por tu ayuda. Deseamos poder seguir brindando a nuestros lectores textos y contenidos de calidad de forma abierta y accesible a todos.
PATROCINA ATARAXIAMAGAZINE CON UNA CUOTA DE 5$ (4,44€)
PATROCINA ATARAXIAMAGAZINE CON UNA MICRO DONACIÓN (2€)
Micro donación mediante Paypal
Mediante Paypal (no es necesario tener cuenta en Paypal) puedes aportar 2 €, a fin de garantizar la permanencia y viabilidad de tu revista en Internet. Muchas gracias.
€2,00
email de contacto: ataraxiamagazine@gmail.com
Patrocina AtaraxiaMagazine: https://www.patreon.com/ataraxiamagazine
Síguenos en Twitter: https://twitter.com/ataraxiamag
Síguenos en Facebook: https://www.facebook.com/ataraxiamagazine
NARANJITO @PedroOtamendi
Soy un tío normal. Bueno, eso depende de a quién preguntes. Afiliado a Ciudadanos y «Naranjito» en Twitter. Nada mejor para definirme que mi bio en esa red social: en el cómo y en el cuándo, piensa en tu partido; pero en el fondo, en el qué, piensa siempre en tu país. «Etiam si omnes, ego non»