Entrevistas: panorámica del Procés

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Recordar, pensar, analizar y sacar conclusiones de los hechos desagradables que nos suceden a lo largo de nuestra vida no es fácil ni apetecible. Elegimos de forma inconsciente no traer a nuestra memoria ese tipo de asuntos; es lógico, la vida sería una tortura si nuestro cerebro funcionara en bucle repitiendo escenas que nos han hecho daño. Pero esta defensa natural puede llegar a constituirse en nuestro gran enemigo si dejamos atrás esas experiencias tóxicas y dolorosas sin pasarlas por el filtro del análisis, sin buscar los porqués y sin desarrollar mecanismos de defensa que nos protejan de peligros futuros. Ésta es una de las razones por las que nació Ataraxia: no dejar que caiga en el olvido lo que tanto daño ha infligido a España.

Para recordar lo que fue el golpe secesionista de hace dos años en Cataluña, sus repercusiones económicas, políticas y sociológicas, hemos querido hacer un ejercicio de memoria. Con la ayuda de cuatro personas que vivieron aquellos sucesos desde diferentes perspectivas por razón de su profesión, por su situación geográfica y por su trayectoria, tratamos de analizar los sucesos de aquellos días.

Nota: Para todos aquellos que creen que lo que sucede en Cataluña es sólo cosa de los catalanes, lo del País Vasco de los vascos, y lo que pasa en Murcia sólo atañe a los murcianos, es preciso decirles que se hallan en un gravísimo error. España es una nación histórica desde hace más de 500 años, que se constituyó como nación política en 1812. Durante siglos sus regiones jamás han sido ajenas a lo que sucedía en las demás. Todo lo logrado hasta ahora —que ha sido infinitamente más de lo que los hispanófobos nos quieren hacer creer— ha sido el fruto de todos los españoles, de todas partes. Esto no quiere decir que España sea eterna e indestructible; es nuestra opción, nuestra decisión, querer seguir siendo españoles. Desde hace décadas esta unión —nuestra auténtica fuerza— está siendo permanentemente atacada desde los nacionalismos periféricos. Es nuestra responsabilidad no cejar en su defensa. Le invitamos desde estas páginas a leer lo que sucede en Cataluña como parte suya, porque, al fin y al cabo, lo es.

ALEXANDER (JOAN PUIG)

Catalán nacido en Barcelona, Alexander desempeña un cargo ejecutivo en una multinacional, no nos dice cuál; colabora en Ataraxia con pseudónimo, cosa bastante frecuente entre los que no comparten la verdad oficial del régimen nacionalista, detalle que demuestra, una vez más, que hablar libremente en Cataluña no es gratuito.

Alexander pone voz a tantos silenciados durante décadas, a aquellos que jamás habrían querido vivir una situación como la que se produjo hace dos años en Cataluña, nos cuenta lo que sucedió en la calle en esos días frenéticos, en el seno de las familias, en los trabajos y también cómo se percibe el presente y el futuro en esta región española.

—Se habla mucho de la fractura social en Cataluña, ¿esa fractura social es real?

—La mayoría de los catalanes siempre habíamos visto a los indepes como una molestia llevadera —gran error—, no queríamos enemistarnos y simplemente evitábamos el tema, hasta que vimos que iban en serio. El 8 de octubre de 2017 un millón de personas salimos a la calle, ese momento fue decisivo, significó el fin del silencio, ese día lo cambió todo, pero me temo que reaccionamos tarde, la metástasis se había propagado.

«La manifestación (del 8 de octubre) fue un momento psicológico clave, se ha hablado poco del impacto que tuvo y que tiene.»

—¿Se rompió el discurso de que todos los catalanes quieren lo mismo?

—Para el nacionalismo es fundamental transmitir “los catalanes somos, queremos, etc.” Si alguien no piensa como ellos, son denominados, literalmente, colonos españoles… los talibanes de Koiné fueron más sutiles (y por ello, más terribles) y los bautizaron como “colonos involuntarios”.

—¿Hubo un antes y un después del 8 de octubre de 2017?

Sí, ya no callábamos, se empezaron a colgar banderas españolas, a discutir en público, a romper amistades, cenas de Navidad tensas, grupos de whatsapp destrozados… Incluso se organizaron colectivos que todavía hoy retiran lazos amarillos. La manifestación fue un momento psicológico clave, se ha hablado poco del impacto que tuvo y que tiene. Quiero insistir en este punto porque ha tenido y tiene un impacto sociológico extremadamente importante. Todavía no se perciben los efectos, pero serán profundos.

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—En esos días también se produce el discurso del rey, ¿qué efecto tuvo en Cataluña?

—La sensación de los constitucionalistas era de absoluta soledad y orfandad hasta que intervino el Rey. Sin embargo, creo que el impacto fue mayor en el otro lado. Muchos independentistas (también los de buena fe), se creyeron que todo sería fácil, inmediato, que en dos días seríamos ricos y tal; el discurso del rey fue un jarro de agua fría para ellos.

—¿Qué recuerdos tienes más marcados de esos dos meses, septiembre y octubre, de 2017?

—De los días terribles de esos meses tengo tres imágenes grabadas que resumen el clima que se vivía: Un día bajaba por la calle Muntaner en moto y escuchaba el ensordecedor ruido de miles de cacerolas, daba miedo, ¿qué va a pasar? Ruido y furia. Por las noches, la tranquilidad de los hogares se veía atacada por caceroladas. Al principio, indepes, luego de los dos bandos. Era la sensación de un conflicto civil a punto de estallar. El día del intento de huelga general, con los violentos CDR, CUP, etcétera, cortando carreteras, calles, intimidando. Pero la gente empezó a hartarse, había que trabajar. Tocar bocinas, insultar, hacer caceroladas, vale, pero perder el trabajo… no. Es decir, el independentismo tiene dos tipos de indepes: los de salón/performance, y otro, minúsculo, dispuesto a todo. Flotaba en el ambiente una sensación irreal.

—¿En algún momento pensaste que el golpe podía triunfar?

No. No pensé que fuese a triunfar y la escena de la huelga general me lo confirmó. Además, los dirigentes son muy malos, no tienen fondo intelectual, son paripés. Sí creo que el auténtico problema lo tendremos dentro de 10 o 15 años, cuando las generaciones lobotomizadas consigan mayorías sociales muy amplias. Son generaciones sin ningún espíritu crítico, sectarias, temibles.

—Como consecuencia de la aplicación del artículo 155 se convocan elecciones y las gana Ciudadanos, partido antinacionalista por definición ¿crees que se rentabilizó ese hito histórico en Cataluña?

—Ciudadanos ganó porque los constitucionalistas nos hartamos, fue un reflejo en las urnas del fin de nuestro silencio. Pero Ciudadanos no lo ha aprovechado, debió presentar candidatura, aunque perdiese. Se hubiese visibilizado que Cataluña no es secesionista.

«…El PSC de Maragall se embarcó en un nuevo Estatut que nadie quería ni pedía, para contentar a ERC y construir el primer tripartito. Aquello fue el combustible para alimentar y provocar las bajas pasiones identitarias.»

—En las últimas elecciones generales la formación naranja ha perdido un millón de votos en Cataluña, ¿hay más razones que expliquen este hundimiento en tan corto espacio de tiempo?

—Ahora se percibe a Rivera (al principio a Arrimadas, no) como demasiado de derechas. En su origen —yo estuve como público en su presentación— aglutinaba a socialistas cansados del soberanismo de Maragall y huérfanos de partidos constitucionalistas. Los medios catalanes, TV3, se han encargado de radicalizar a Rivera, y por ahí pierden votos. A muchos catalanes les gusta un cierto catalanismo moderado. Ese Ciudadanos que mezclaba a socialistas desencantados, gente de centro, que huía de la convergencia indepe, catalanohablantes y castellanoparlantes.

—Hablando del PSC, ¿qué responsabilidad tiene la izquierda en todo esto?

—Mucha. Hagamos memoria: el PSC de Maragall se embarcó en un nuevo Estatut que nadie quería ni pedía, para contentar a ERC y construir el primer tripartito. Aquello fue el combustible para alimentar y provocar las bajas pasiones identitarias. Maragall abandonó a muchos de sus votantes, que se fueron a Ciudadanos, todo por el poder. El daño ya estaba hecho: el nuevo marco mental ya mezclaba socialismo con soberanismo. Iceta es heredero de ese marco mental. Tampoco hay que olvidar a Podemos, o En Común, o como demonios se llamen. Es inexplicable cómo partidos que se dicen de izquierdas han dado oxígeno a un movimiento antisolidario y absolutamente identitario. Los votantes de barrios populares (Santa Coloma, Nou Barris…) son cero independentistas, por eso C’s arrasó en esos barrios tradicionalmente de izquierdas. ¿Qué lectura hacen los dirigentes de En Común? Más proximidad con el independentismo. De locos.

«Pero insisto, a largo plazo soy profundamente pesimista: Cataluña está perdida, cuando se cedió la educación, se cedió el futuro.»

—Desde Cataluña, ¿cómo se ve el futuro a corto y medio plazo?

—¿Qué pasará? Los dirigentes indepes saben que sólo les queda la última bala: la sentencia. Y también saben que dedicarse sólo a montar performances no les servirá de nada; creo que necesitan violencia, pero que ellos sean las víctimas; su sueño es uno o varios indepes muertos: un atropello, una bala perdida, lo que sea. Si lo consiguen, habrá conflicto. Si no lo consiguen es posible que se cronifique el problema, nuevas elecciones, etcétera. Todo esto se mantendrá así hasta que la gente más joven empiece a votar, entonces el conflicto civil estallará en 10 años.

—Lo que dices es muy duro, hablas de conflicto civil a medio plazo como algo seguro; de nuevo en puertas de unas elecciones: ¿estamos a tiempo de evitarlo? ¿qué tipo de políticas podrían impedir un conflicto civil en Cataluña?

—Más de 20 años de control de las escuelas y de medios de comunicación no se desbarata rápidamente. La metástasis está extendida. ¿Qué hacer? ¿Recuperar competencias de Educación? Lo aprovecharían para incendiar las calles. Una mínima esperanza es que la izquierda catalana vuelva a ser izquierda, y abandone esa complicidad con el independentismo. Cataluña tiene una fuerte tradición de izquierdas, si su electorado les castiga duramente quizá reaccionen. Otra opción, es que estalle un conflicto, escaparates rotos, enfrentamiento físico entre catalanes, y que la gente se asuste y, de repente, piensen: “un momento, si yo vivía muy bien”. Pero insisto, a largo plazo soy profundamente pesimista: Cataluña está perdida, cuando se cedió la educación, se cedió el futuro. Y quien más caro pagará el precio serán los catalanes independentistas, porque descubrirán que les mintieron, pero será tarde y será una sociedad adocenada, anulada, uniformizada.

ÁLVARO CLIMENT

Álvaro Climent es madrileño y, como siempre recalca, del barrio de Chamberí, que no es poco. Preocupado y pendiente de Cataluña, región de la que procede su familia paterna, vivió el golpe de 2017 con pena, rabia e impotencia. Veranea desde hace 24 años en Tarragona y está en contacto con la realidad catalana, donde tiene parte de su familia y amigos. Álvaro es asesor financiero y bursátil, su visión sobre las consecuencias económicas del golpe y la situación actual es fundamental para analizar el procés desde otro ángulo.

—¿Qué nota le pondrías a la actuación del gobierno de Rajoy durante esos días?

—¿Qué actuación? ¿Qué Gobierno? El Estado está ausente de Cataluña desde hace muchos años. El Gobierno central, tanto con el PSOE como con el PP, no ha querido actuar con contundencia y determinación y ha permitido que la situación llegue al punto en el que estamos ahora. Transfiriendo cada vez más competencias y mirando hacia otro lado en la financiación del proceso con medios públicos. Cuando se quiso aplicar el 155 se hizo tarde y mal. Y con fatales consecuencias para nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Se ha permitido cruzar demasiadas líneas rojas. Empezando por presidentes de la Generalidad, máximos representantes del Estado español en esa CCAA.

«Estamos viendo instituciones como la Cámara de Comercio o la Diputación de Barcelona, que están cayendo en manos del independentismo. Y eso representa mucho presupuesto para seguir construyendo el relato.»

—¿Sabemos cuántas empresas han salido de Cataluña desde entonces y dónde se han establecido?

—En torno a las 5.800 empresas, desde el 1 de octubre. Sólo en octubre de 2017 salieron 1.976 y en Enero de 2018 un total de 1.350. El 60% han elegido Madrid como destino con 65.000 millones en ventas. Valencia y Aragón están en segundo y tercer lugar con un 10% y un 7% respectivamente. Y saldrán más si no se soluciona el conflicto. Estamos viendo instituciones como la Cámara de Comercio o la Diputación de Barcelona, que están cayendo en manos del independentismo. Y eso representa mucho presupuesto para seguir construyendo el relato.

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—¿En números, en cuánto se traduce y qué trascendencia ha tenido para la economía catalana?

—Cataluña ha dejado de ser la principal economía por PIB per cápita en España (4ª CCAA), con una población de 7.5 millones de habitantes (2ª CCAA por densidad). Y se encamina a ser una CCAA más del montón. Va directa a una desaceleración contundente. Su PIB se estima que crecerá un 2% este año, pero durante 2018, mientras España y Madrid caían cinco décimas respecto del año anterior, Cataluña lo hacía en 7 décimas y deteriorándose en 2019. La inversión extranjera ha caído un 12% y han perdido cuota a nivel nacional desde el 31% al 6.4%; Madrid, por el contrario, ha captado unos 40.000 millones de euros en el mismo periodo. El ritmo de descenso del paro, que siempre ha sido mayor en Cataluña, se ha girado y empieza a estar por detrás de CCAA como Madrid, Valencia e incluso Aragón, que les sigue de cerca. Los centros comerciales sufrieron una caída del 30% en ventas al igual que las reservas hoteleras. El transporte de mercancías disminuyó un 21% y las ventas de coches en los concesionarios otro 30%. La deuda de Cataluña supera los 80.000 millones de euros (un 35% de su PIB) y se sitúa en la 4ª CCAA por deuda y la 17ª en deuda per cápita. Hay que tener en cuenta que Cataluña es la segunda región de España que recibe mayores flujos de inversión del Estado después de Andalucía. Sus exportaciones crecen por debajo de la media española, un 1.8% versus 3.2% de la media nacional. La dependencia de Cataluña en relaciones comerciales con España es muy significativa y representa un 45% de sus ventas totales. Sólo en puestos de trabajo, casi un millón de personas dependen de la actividad comercial con el mercado español. El daño que ha causado el proceso es más que evidente y se encamina a un deterioro mayor, sin incluir la creciente inseguridad que se ha instalado en Barcelona y otras zonas de la comunidad, que penalizará todavía más los ingresos por turismo y las inversiones en la región. Tras la sentencia del juicio del 1 de octubre, probablemente, se verá un deterioro adicional.

«Los centros comerciales sufrieron una caída del 30% en ventas al igual que las reservas hoteleras. El transporte de mercancías disminuyó un 21% y las ventas de coches en los concesionarios otro 30%. La deuda de Cataluña supera los 80.000 millones de euros…»

—¿Cómo ha incidido el procés en la economía española? ¿Nos ha perjudicado en la confianza de los inversores?

Por supuesto que sí. La pérdida de confianza de los inversores extranjeros es evidente, así como el impacto en el turismo, no sólo internacional sino también nacional. La inseguridad regulatoria y jurídica provoca una contracción de las inversiones y en la toma de decisiones de muchas empresas. De ser la locomotora del PIB español a pasar a ser una más. Todo ello perjudica la imagen de España en el exterior y se buscan destinos alternativos, como Portugal, donde hay mayor confianza en la economía y el entorno regulatorio. El dinero busca estabilidad, seguridad y rentabilidad, y en este momento, no se dan ninguna de esas condiciones en Cataluña. Ante la situación económica a la que nos enfrentamos, es un craso error por parte del Gobierno, dejar que uno de los motores de nuestra economía se siga deteriorando por dejación política y por falta de valentía a enfrentarse a la situación.

—¿Es viable económicamente una Cataluña independiente?

—No. La independencia implica muchas consecuencias a nivel económico y muy difíciles de solucionar. La salida inmediata de la UE como primera consecuencia, implicaría un problema comercial en exportaciones e importaciones de gran magnitud. Aranceles y más aranceles, además de ser una contrapartida con más riesgo que perteneciendo a España y la UE. El acceso a los mercados financieros, ya de por sí difíciles ahora mismo, sería todavía más complicado y caro, por no decir casi imposible. Las relaciones comerciales con España se verían seriamente perjudicadas y provocaría una deslocalización adicional inmediata de muchas empresas que todavía tienen su sede en Cataluña. El saldo comercial y por cuenta corriente se verían seriamente dañados. Más desequilibrios difíciles de solucionar. Las inversiones extranjeras se irían a otras regiones de España y a otros países. Si asumieran la deuda correspondiente por su peso en el PIB español, es decir, un 18% de 80.000 millones, aproximadamente un 78% de su PIB, tendrían serios problemas para financiarla. Perderían el acceso a la financiación de la UE y del sistema de pagos de la zona euro. No podrían recurrir al FLA, salvador in extremis en las últimas ocasiones, ni al Plan de Pago a proveedores del Estado español. Tendrían que renunciar al euro como moneda oficial. Cataluña siempre ha presumido de ser una CCAA conformada por muchas pymes y negocios muy locales. Son los que más sufrirían en esa situación y veríamos serios problemas para sacar adelante sus negocios. Sería un caos, en todos los sentidos, y una ruina para los catalanes en su conjunto.

 

MANUEL ARTERO

Don Manuel Artero observa y discierne los acontecimientos con los ojos del periodista que ha desempeñado su oficio a lo largo de 40 años y que percibe aquello que el común de los mortales no ve. Hablamos con él sobre los sucesos de 2017 en Cataluña, sobre la situación actual del procés y la responsabilidad de los medios de comunicación en la propagación del discurso secesionista. Desde Madrid, donde vive, Artero siguió minuto a minuto esos días de caos e incertidumbre.

—Si tuviera que seleccionar una imagen de lo ocurrido entre septiembre y octubre de 2017 en Cataluña, ¿con cuál se quedaría?

—Para mí lo más fuerte fue ver, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, cómo muchos catalanes tomaban la calle, acosaban los cuarteles de la Guardia Civil, las comisarías de la policía, incluso los hoteles donde estaban alojados con enorme violencia. Esto, dos años después, tiene una clara continuidad. Sin ir más lejos, la semana pasada después de detener a 9 presuntos terroristas en posesión de elementos explosivos, vimos cómo en Sabadell de nuevo la multitud se echó a la calle protestando por la detención. Estos son los que se proclaman gente de paz y que propugnan la revolución de las sonrisas.

—Resulta paradójico que todavía se llamen a sí mismos gente de paz. ¿Cree que todavía hay gente que compra ese mensaje?

—Con estas expresiones como gente de paz, o revolución de las sonrisas, creo que todos los españoles deberíamos asumir la gran manipulación que se ha extendido merced a los falsos periodistas que pululan por todas partes, incluso de grandes líderes de opinión; deberíamos reflexionar sobre lo que es una verdad visceral, cómo se ha manipulado el concepto de paz. En el día del falso referéndum, los golpistas jugaron a provocar con violencia, luego la manipulación periodística quiso hacer ver a los demás que la violencia sólo era ejercida por las Fuerzas de Seguridad del Estado, cuando la realidad es que la violencia procedía de la multitud. Por ejemplo, hay una imagen en la que se ve cómo un golpista lanza una silla rompiendo unos cristales e hiriendo a un guardia civil, si se omite esa violencia previa y sólo se emite la respuesta, el mensaje que se da es mentira, es muy sencillo manipular. Y eso se ha hecho constantemente.

«La manipulación periodística quiso hacer ver a los demás que la violencia sólo era ejercida por las Fuerzas de Seguridad del Estado, cuando la realidad es que la violencia procedía de la multitud.»

—Habla abiertamente de manipulación de los medios de comunicación. ¿Qué responsabilidad tienen los medios en que el nacionalismo haya tenido tan buena prensa siempre en España y, sobre todo, en el exterior?

—Continuo con el ejemplo de la semana pasada, el día de la detención de los 9 presuntos terroristas por parte de la Guardia Civil, yo seguí la información de una manera profesional. Pues bien, en la cadena que es causante de la gran manipulación que hay en España, La Sexta, desde el programa de Ferreras, Al rojo Vivo, se estaba ejerciendo esa manipulación de una forma absolutamente burda, pero también exquisita. La mesa de colaboradores estaba compuesta por siete señores y señoras líderes de opinión, todos de la misma ala ideológica, que continuamente manejaban el concepto de que el procés había finalizado. Argumentaban que los catalanes independentistas se habían dado cuenta de ello porque había acabado en un juicio ante el Tribunal Supremo; ellos sabían que eso era mentira, todos sabemos que el procés continúa. Yo conozco el oficio y me sorprende que la gente no se dé cuenta de lo burda que es la manipulación que ejercen, pero también reconozco que es exquisita porque triunfa.

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«El procés empezó hace 40 años con la circular de Pujol apostando una cantidad ingente de dinero para alimentar funcionarios, líderes de opinión y culturización de los más jóvenes, son tres generaciones ya.»

—Entonces, ¿el procés sigue vivo?

—El procés está más vivo que nunca y la sentencia del TS lo va a revitalizar. Nos engañan con esto, el procés empezó hace 40 años con la circular de Pujol apostando una cantidad ingente de dinero para alimentar funcionarios, líderes de opinión y culturización de los más jóvenes, son tres generaciones ya. Los españoles debemos recordar esto, no olvidarlo.

—Hace alusión a los años 80 y 90, en esa época Pujol era considerado un gran hombre de Estado que ayudaba a la gobernabilidad de España, ¿cuál fue su mayor acierto para que hayamos llegado a este punto?

—La inmersión lingüística, sin ninguna duda. Le pongo un ejemplo que conocí directamente. A finales de los 80, un familiar mío, gran ingeniero, hizo un diccionario de hidrología subterránea español-catalán; pues bien, por ese trabajo recibió una cantidad enorme de dinero, y como este caso hay miles. Se han empleado enormes cantidades de recursos en el tema de la inmersión. Por otro lado, no han parado de contarnos los beneficios de la inmersión lingüística para la sociedad, nos han vendido que habría niños más listos y casi superdotados. Hoy en día debemos asumir que la inmersión lo que ha traído ha sido tres generaciones de españoles que odian a España, y todos lo hemos aceptado y digerido y ahora nos duele el estómago. Un Estado jamás puede aceptar eso, y aquí se ha hecho.

«Hoy en día debemos asumir que la inmersión lo que ha traído ha sido tres generaciones de españoles que odian a España, y todos lo hemos aceptado y digerido y ahora nos duele el estómago.»

—¿Por qué la mayoría de los medios de comunicación callaron ante esta realidad?

Por el calor que da el poder, y hay que reconocer que frente a la chimenea en invierno se está muy bien. También hay un interés en la destrucción de España para la construcción de algo nuevo que interesa y que obedece a la ideología. Es difícil hablar de estas cosas y no parecer un payaso. Habría que reflexionar y leer más sobre los males de las propuestas comunistas que están en la base de estas derivas periodísticas y que ahora predican el bien que puede suponer, por ejemplo, el federalismo.

—La pregunta del millón, ¿por qué no se cerró Tv3 con la aplicación del 155?

—Porque fue un 155 con minúsculas, descafeinado; la dificultad del gobierno de Rajoy por llegar a un acuerdo con los dos grandes partidos, PSOE y Ciudadanos, condicionó una negociación a la baja, y una de las grandes bazas de la negociación era Tv3, porque está claro que es el órgano de propaganda del separatismo catalán. De nuevo, volviendo a estos días, se sigue viendo en el comportamiento de Tv3 cómo está extendiendo todo tipo de mentiras para que las detenciones parezcan una ilegalidad de las cloacas del Estado, insistiendo en que ellos son hombres de paz y sólo querían montar fuegos artificiales. Cerrar este medio no sólo es vital para que un 155 sea eficaz, es que Tv3 es el espejo de las instituciones catalanas.

—¿Cree que la principal razón para no cerrar tv3 fue el miedo por parte del Gobierno?

—Más que miedo, complejo; ese acomplejamiento que le achacábamos a Rajoy fue un ingrediente terrible para que no se cerrara Tv3. Otra muestra más de que los separatistas son los dueños del mensaje y de la propaganda, y el tema de la libertad de expresión lo dominan, como la pancarta que han colocado ahora en la Generalidad, aludiendo a la declaración de la ONU.

—Muchos ven ahora el federalismo como la panacea, ¿sería la solución para acabar con los nacionalismos como plantean algunos partidos?

—Antes hablábamos de la exquisita manipulación de los medios, y en esto también están triunfando, tienen ganada la audiencia, puesto que han conseguido que la gente no reflexione y adopte como suyo lo que le suena bien: libertad de expresión, derecho a decidir, o que el mundo se muere mañana porque lo dice una niñata, que es Greta Thunberg. Nos lo están vendiendo y lo estamos comprando.

«Para ganar las elecciones (Pedro Sánchez) será capaz de aplicar el artículo 155 si le conviene y, al día siguiente, retirarlo y subirse al Falcon.»

—¿Queda lugar para la reacción?

El relato lo tienen ganado. Por cierto, la palabra relato también es suya. Es muy difícil cuando queremos masticaditas las cosas; ese es el relato, salir de casa y tener todo hecho. La melodía es la metáfora del flautista de Hamelin.

—Don Manuel, ¿quién es ahora el flautista?

El más felón y sinvergüenza, que es Pedro Sánchez; es la vacuidad hecha poder, le han enseñado que con dinero y el poder de La Moncloa se puede conseguir lo que quiera y lo está haciendo de maravilla. Para ganar las elecciones será capaz de aplicar el artículo 155 si le conviene y, al día siguiente, retirarlo y subirse al Falcon. No ha pactado con Podemos, pero ha entregado Navarra. Mientras Sánchez siga en el gobierno no tenemos esperanza.

JULIO MURILLO

Julio Murillo, creador de Ataraxia, es periodista, escritor, director creativo y experto en publicidad y comunicación. Ha sido finalista y ganador del Premio Alfonso X El Sabio de Novela Histórica, en 2005 y 2008 respectivamente; ha publicado más de media docena de novelas y libros y ha estado al frente de numerosas revistas mensuales; entre ellas, la edición española de Playboy.

Pero Julio Murillo es, sobre todo, un referente en la lucha contra el nacionalismo, el cual conoce de primera mano. Es un auténtico diccionario del procés, lo ha vivido y sufrido día a día y jamás ha callado con todas las consecuencias que esto le ha acarreado. Su visión de los acontecimientos no se reduce al ámbito catalán, su análisis es de conjunto, porque, al fin y al cabo, el tema catalán es el tema español.

—El proceso comienza (o así se dice) en 2012 y culmina en 2017, en septiembre y octubre. ¿El proceso sigue activo, está vivo?

—Creo que lo que vimos a partir de 2012, cuando Artur Mas, a su regreso de un encuentro con Rajoy en La Moncloa, en que vio frustrada, en plena crisis mundial, su pretensión de obtener un «concierto económico» para Cataluña, al estilo del vasco, solo fue la manifestación externa, final, de una enfermedad incubada a lo largo de muchos años de concesiones, prebendas y pagos al nacionalismo catalán. Esto empezó cuando Pujol urdió su taimado plan de inocular el veneno del nacionalismo en todos los estratos de la vida política y social de Cataluña. Que el huevo de la serpiente eclosionara era solo cuestión de tiempo, compra de voluntades, fidelización, a base de dinero, de medios de comunicación y de mucha inmersión lingüística. Lo que comienza en 2012 es la sintomatología de esa enfermedad incurable. Y sí, en septiembre y octubre de 2017, culmina ese proceso que hemos sufrido todos los españoles. Y se cierra con una derrota del nacionalismo, solo parcial, mediante la aplicación de un paliativo que no pasa de ser solo una venda y un poco de mercromina: el artículo 155. A partir de ese momento, y durante los dos últimos años, hemos visto cómo el independentismo se ha desplomado conceptualmente. Todo es lucha por el dinero y el poder. Un engaño descomunal a la población, que, no obstante, se resiste a aceptar esa derrota y esa tomadura de pelo. La sentencia inminente del Tribunal Supremo será el clavo en el ataúd de ese proceso. Un revés brutal que pondrá fin a esta etapa, pero que, inevitablemente enquistará el odio, el rencor y el agravio en las mentes y corazones de los sectores más radicales. Se abrirá, a continuación, una larguísima etapa de toma de contacto con la realidad. Pero en lo social, la huella, la secuela de lo vivido, pervivirá durante muchas décadas.

«La sentencia inminente del Tribunal Supremo será el clavo en el ataúd de ese proceso. Un revés brutal que pondrá fin a esta etapa, pero que, inevitablemente enquistará el odio, el rencor y el agravio en las mentes y corazones de los sectores más radicales.»

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—Del cúmulo de acciones que sucedieron desde el 9N hasta el 1-O, ¿hubo algún momento en el que creíste que el golpe podría triunfar? ¿Cuál fue?

—Aunque hablo a nivel personal estoy convencido de que cientos de miles de personas en Cataluña hemos vivido estos años con el corazón en un puño, sin lograr superar la perplejidad y el surrealismo de un totalitarismo impropio en una sociedad moderna, democrática y europea. Cada día, cada noticia, cada hecho, cada envite de esa bestia inmunda que es el nacionalismo, nos ha zaherido y arrasado, más si tenemos en cuenta la tibia o nula reacción del Gobierno de turno y del Estado de Derecho a la hora de embridar el desmán. Pero esos días que mencionas, fueron sin duda, los más terribles que hemos vivido. Ver a esos aprendices de fascista derribar desde una institución como es el Parlamento toda la estructura democrática catalana, española y europea, nos causó, al menos a mí sí, verdadero pavor. Luego vino el referéndum, los golpes y equivocaciones del Gobierno, el eco mundial, y las dos declaraciones del 10 y del 27 de octubre. Parecía que ese golpe de Estado triunfaba, que España nos abandonaba a nuestra suerte. Solo ese discurso de Felipe VI, y ver Barcelona inundada por cientos de miles de constitucionalistas, nos devolvió la respiración. Muchos españoles salieron de Cataluña en esos días y muchos estudiábamos cómo hacerlo. Por suerte lo peor de la pesadilla ya ha pasado, pero insisto en que Cataluña es un territorio al margen de la ley y esto va para muy largo a no ser que se apliquen medidas tremendamente drásticas y prolongadas en el tiempo.

«Lo peor de la pesadilla ya ha pasado, pero insisto en que Cataluña es un territorio al margen de la ley y esto va para muy largo a no ser que se apliquen medidas tremendamente drásticas y prolongadas en el tiempo.»

—Se dice que la sentencia del TS pondrá fin al procés; en ese caso, ¿crees que habrá nuevos intentos? ¿el sector secesionista de la sociedad se conformará con la autonomía?

—La sentencia no acabará con esto. Digamos que la sentencia va a dejar al independentismo traumatizado, en la UCI y fuera de combate, desde el punto de vista operativo, para una muy larga temporada. Sí, habrá protestas, cortes de carreteras, algaradas y ruido mediático, pero nada que no pueda ser controlado, pendiendo, como pende de un hilo, la espada de Damocles de un nuevo 155. El asunto es otro. Aquí estamos viviendo una lucha por el poder, que en Cataluña protagonizan ERC y la banda de Puigdemont, la antigua Convergencia, con todos sus nombres habidos y por haber. Los primeros, dirigidos por el abate Junqueras desde la celda, pretenden ofrecer una falsa e interesada imagen más moderada, de regreso al autonomismo reivindicativo («ahora no es el momento, hay que esperar y ampliar la base social»), a ese «más vale pájaro en mano» que preconizaba Pujol. Persiguen gobernar en Cataluña, apoyados por los Comunes y por ese vergonzoso PSC, que aparenta ser constitucionalista y no lo es, porque intercambia alcaldías con ERC y hace la vista gorda con el adoctrinamiento. En el otro plato de la balanza catalana tenemos al orate de Waterloo, que desde su posición en la esquina del tablero, y aterrado ante la pérdida de notoriedad e ingresos, prefiere que arda Roma y que todo se radicalice aún más. El plan de ese nuevo tripartito catalán, perseguido por ERC, era tener un reflejo en Madrid, con un PSOE gobernando en entente cordial con Podemos y apoyados por ellos puntualmente. Doble reinado, por tanto, de la izquierda, en Cataluña y en España. Y un compás de espera largo, aparentemente normalizado, en que el mensaje falaz de la izquierda —»Lo de Cataluña solo se soluciona con diálogo»— pudiera ir calando en la opinión pública y propiciando, en unos años, un referéndum. El divorcio del PSOE y Podemos ha tumbado esa opción. De ahí el cabreo sublime de Rufián. En eso estamos ahora. Un Sánchez en La Moncloa es un peligro absoluto para este país. En la tesitura en que se encuentra Sánchez, retratado, en un brete, no permitirá desmanes en Cataluña, al menos no lo hará mientras no tenga poder y control total. Ya veremos qué pasa el 10-N. Así que a corto y medio plazo no habrá nuevas intentonas golpistas en Cataluña, más allá de los arrebatos chulescos de ese payaso bocazas que es Quim Torra. Pero ojo, porque a largo plazo, dependiendo de qué Gobierno tengamos en España, todo esto puede volver a ocurrir. El terreno está más que abonado. Los secesionistas radicales jamás se conformarán con la autonomía, aunque les regalen la luna y las estrellas. Son la misma basura, la misma gentuza, que los abertzales y etarras.

«El plan de ese nuevo tripartito catalán, perseguido por ERC, era tener un reflejo en Madrid, con un PSOE gobernando en entente cordial con Podemos y apoyados por ellos puntualmente. Doble reinado, por tanto, de la izquierda, en Cataluña y en España.»

—La semana pasada la GC detuvo a 9 miembros de los CDR por tenencia de explosivos destinados, presuntamente, a la realización de actos terroristas, tal y como lo ha considerado la Audiencia Nacional. ¿Supone esto un salto cualitativo en el independentismo catalán?

Mira, llevamos años y años comprando la falacia de que el nacionalismo catalán es festivo, alegre, inclusivo; un movimiento transversal, pacífico, cívico. Abuelitas y nietos felices. Esa es la postal, y es la mayor mentira entre las muchas mentiras del denominado Procés. Me río y me reiré eternamente —si es que uno puede reír desde la eternidad—, de su pacifismo. Este es un movimiento burgués, fariseo, clasista, casposo, carlista, insolidario, hispanofóbico, manipulador y repugnante, orquestado por una casta indigna de políticos de ultraderecha, sólo preocupados por su bolsillo y por su apego absoluto al poder. Cataluña es uno de los muchos reinos de Taifas de esta pobre e ingenua España. Ocurre que es de los más ricos, y de sus ubres son miles los que maman y medran. Vieron claro que la única forma de perpetuarse en el poder, tapando a un tiempo sus vergüenzas, el 3% y la corrupción, pasaba por echarse al monte y acelerar el proceso identitario, nacional, iniciado por el «Padrino», ese mafioso de la «Costra Nostra», arrastrando a millones en pos de una quimera. ¿Quién dice que no hay violencia en la imposición totalitaria de unos postulados basados en la xenofobia, en el racismo, en la hispanofobia, aplicada contra la voluntad de más de la mitad de la población? ¡El Procés destila, supura, exuda, violencia psicológica por los cuatro costados! El Procés marca, separa, discrimina, relega y excluye al disidente. O estás con ellos, aunque seas un charnego de polígono —del que ya nos desharemos con el tiempo y una caña—, o estás contra ellos. Desde ese punto de vista, lo que ahora estamos viviendo, es el salto cualitativo en función de un estado de cosas que se les escapa de las manos. La intentona ha fracasado. No existe la República, idiota. Pero sí existen quinientos mil fanáticos, o muchos más, que lejos de aterrizar en la realidad y efectuar un acto de contrición, creen que esta etapa turbulenta y confusa es el tramo final, en el que de ser preciso se debe entregar la vida por ese objetivo supremo. La libertad de un pueblo. Dure lo que dure esta etapa, veremos, no lo dudes, a cientos, quizá a miles, de descerebrados, dispuestos a la inmolación. Cataluña es, ahora mismo, una inmensa granja de burros sumamente incultos, sin criterio, sin capacidad analítica, sin capacidad de discernir. Ellos compraron, en su día, un pasaje de oro, business class, a Ítaca, a la tierra de la hidromiel, al Walhalla de Odín y sus lobos, a la Arcadia bucólica y feliz en la que se come langosta cada martes… Y a gente así no la desprogramas sin años y años de duro trabajo. Ese núcleo duro no dudará en abrazar, de ser preciso, la violencia como vía de liberación nacional. Llamémosle la «Vía eslovena», que tanto fascina a cretinos como Quim Torra.

«Ellos compraron, en su día, un pasaje de oro, business class, a Ítaca, a la tierra de la hidromiel, al Walhalla de Odín y sus lobos, a la Arcadia bucólica y feliz en la que se come langosta cada martes…»

—Las investigaciones apuntan a que esos CDR podrían haber sido el enlace entre Torra y Puigdemont; si esto se demuestra ¿qué consecuencias tendrá o debería tener?

—Seguro que esos, y muchos otros que no han sido detenidos, han jugado y juegan su papel en toda esta etapa. Lo grave del asunto no es cuántos de ellos, incluidos Mossos de escuadra entregados en cuerpo y alma al Procés fascista, participan y arropan a esos facinerosos que detentan el poder como máximos representantes del Estado en Cataluña. Lo tremendo es que el Estado, y el Gobierno de turno, sea del color que sea, se muestre incapaz de pararles en seco los pies a esta caterva de totalitarios que han destruido la convivencia y la paz social. Que altos funcionarios del Estado intenten volar por todos los medios la estructura del Estado democrático que les protege y paga, desde sus mismos cimientos, se antoja surrealista. Pero así es. Aquí no hay un avión secuestrado volando directo, dispuesto a estrellarse contra el edificio del Estatuto, la Constitución, el ordenamiento jurídico y las leyes supranacionales europeas… Lo que hay es puñado de fanáticos enajenados —y Quim Torra y Carles Puigdemont lo son— dispuestos a incendiarlo todo y entrar en el Libro Gordo de Petete del Cretinismo Nacional por la puerta grande. No hablamos de gente racional, normal, equilibrada, dialogante. Quim Torra y Carles Puigdemont no son seres normales, son una aberración, un par de mediocres obsesivo compulsivos de clara sintomatología psicopática. Todo les resbala; no sienten empatía, son egocéntricos, no escuchan a nadie; no son sensibles al dolor que causan a su paso; son fríos, impermeables, obsesivos. Deberían estar los dos, y el majadero que les precedió, ese miserable llamado Artur Mas, en un frenopático. Aunque antes de eso deberían ser detenidos, atados como salchichones, y puestos ante un juez.

«Lo tremendo es que el Estado, y el Gobierno de turno, sea del color que sea, se muestre incapaz de pararles en seco los pies a esta caterva de totalitarios que han destruido la convivencia y la paz social.»

—Desde otros lugares de España llama la atención la defensa que se está haciendo de los detenidos por parte de las instituciones catalanas y de buena parte de la ciudadanía, ¿qué percepción hay desde Cataluña? Sólo escuchamos una voz…

Las instituciones catalanas, y es igual que hablemos de la Generalitat, del Parlament, del defensor del Pueblo, de las entidades de la Sociedad Civil o de cualquier otro organismo, están al servicio del nacionalismo en cuerpo y alma, bien pagadas, subvencionadas, protegidas. Que nadie se asombre de que ante lo que ocurre cierren filas defendiendo a unos aprendices de terrorista pillados con las manos en la nitroglicerina. Es normal. Bueno, de normal no tiene nada. Es tremendamente anormal, indigno e inmoral. Ocurre que para el nacionalismo, y te ruego recuerdes los años de plomo del terrorismo etarra, estos CDR son unos chavalotes majotes, recios, con raíces, buenos patriotas, queridos por todos. No hay capacidad de ver más allá, ninguna posibilidad de redención, de preclaridad en el juicio. Nadie dirá: «Pues menuda pandilla de cabrones, con estos yo no comulgo ni por la República ni por todo el oro del mundo». Imposible. Simplemente lo zanjan con un «Son de los nuestros». Y eso implica defensa a ultranza. Para toda esta gente todo se limita a un «ellos y nosotros», y no hay matices que valgan. La sociedad catalana se ha abertzalizado. Tras las protestas, los cortes de autopistas, los escraches, los asaltos al Parlament, el explosivo, la bomba, el atentado, son el paso subsiguiente y natural. Cataluña no tiene, ahora mismo, remedio. Y el único remedio, amargo, es estar dispuesto a ponerse cien veces verde por no haberse puesto una maldita vez rojo. Y eso pasa por la suspensión de la autonomía sin la más mínima duda. Una suspensión que intervenga Generalitat, cuentas, educación y medios de comunicación. Y lo digo muy seriamente… esa suspensión debe durar años, porque han ido tan lejos, tanto, que devolverlos a la cordura tomará años de largo camino de regreso. Sé que no será así. Lo temo, lo sé, lo intuyo. Por eso mi pesimismo es absoluto. Si España es gobernada por esa izquierda pusilánime, cobarde, acomplejada, de puñito alzado, revanchista, indigna y avergonzada ante su bandera, sus instituciones, su historia y su carácter, no hay nada que hacer. Nos pasará como a Boabdil, el último sultán nazarí. Lloraremos, pero será muy tarde. España debe reaccionar. Con eso está dicho todo.

Carmen Álvarez-FirmaPuedes seguir a Carmen Álvarez en Twitter y también en su blog personal, en este enlace

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Autor - Carmen ÁlvarezImagen de cierre de artículos

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