Las elecciones y la teoría del caos

Publicidad La Vuelta al Año en 80 mundos.jpgElecciones y CAOS

«El leve aleteo de las alas de una mariposa puede ser la causa de un huracán a miles de kilómetros de distancia». Quienes nunca antes hayan oído esta frase, pensarán que están ante uno de esos típicos mensajes que uno se encuentra en las galletas de la suerte de los restaurantes chinos de las películas. No se lleven a engaño, la frase concentra el pensamiento de una gran teoría, y también una forma de entender el mundo y una filosofía de vida: «todo está conectado».

El «efecto mariposa» teoriza sobre el hecho de que una determinada y simple acción puede provocar una serie de situaciones o acciones sucesivas que arrojan un resultado considerable, que no parece corresponderse con la acción inicial. Es una de las ideas principales de la teoría del caos, rama de las matemáticas que estudia el comportamiento de sistemas. Ésta considera que en un sistema dinámico no lineal, pequeños cambios o situaciones pueden conducir a situaciones totalmente divergentes. Una pequeña perturbación inicial, seguida de un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerable a medio plazo. Se aplica principalmente en matemáticas, física y otras ciencias. También en numerosos ámbitos como la meteorología o la medicina. Incluso en la política.

Nuestro leve aleteo de las alas de una mariposa

En octubre de 2018, Manuel Valls en una entrevista al diario El País se mostraba favorable a establecer un cordón sanitario a VOX, y sugería que Ciudadanos, partido que le prestaba su apoyo en coalición para las elecciones municipales de Barcelona, tenía que actuar en ese sentido. Un cordón sanitario en la práctica conlleva que quien queda así señalado se convierte en un apestado político, sin posibilidad de negociar ningún acuerdo con nadie, sin ni tan siquiera poder sentarse en una mesa con otros interlocutores políticos.

No soy partidario de vetar con cordones sanitarios a nadie, salvo a BILDU. Ochocientos muertos encima de la mesa, más de trescientos asesinatos sin resolver por falta de colaboración, y la ausencia de condena de forma tajante de la violencia y de los atentados, deberían ser suficiente explicación para cualquiera mínimamente decente. Desde el máximo respeto a su ideario y a su programa, Ciudadanos no debería tener ningún problema en negociar a priori con nadie… Con el PP, colaborando para que terminen de dejar atrás esa etapa de corrupción pasada que les lastra; con el PSOE de Sánchez —sí, han oído bien—, en las condiciones de gobernabilidad que se manejan y con una única condición expresa, pero no ahora en el escenario y en las circunstancias actuales. También con Podemos, la reforma de la ley electoral o la del CGPJ, por ejemplo; y con VOX, la reorganización y reducción de la administración, entes y sociedades públicas, y la defensa de nuestro modelo territorial, con las implicaciones que eso tiene en cuestión de igualdad y solidaridad para los españoles. ¿Por qué no?

Nuestra serie de acciones y situaciones sucesivas. El proceso de amplificación

Las declaraciones de Manuel Valls colocaron a Ciudadanos en el centro de la diana, y generaron tal revuelo político y mediático que todos, a diestra y siniestra, se lanzaron a la yugular del partido naranja, quizás unos con más razón que otros. A partir de entonces, Albert Rivera y su equipo tuvieron que hacer piruetas y equilibrismo para mantener el tipo, y cayeron, en gran parte por sus propios miedos, en la trampa tendida por sus adversarios políticos, que estiraban de un lado y del otro. No consiguieron contentar a nadie, pero tampoco hacerles enfadar del todo: me siento a negociar pero sin negociar, acepto el apoyo pero sin estar, subo pero bajo. Considerar el centro político como el punto de máximo equilibrio, aunque muchos lo consideren una falacia inexistente, no significa no implicarse ni ser claro y conciso con las ideas, con los principios y, sobre todo, con las decisiones. El momento que vivimos en España necesita determinación, arrojo y coraje.

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Esta situación desembocó más tarde en la decisión tomada por la ejecutiva de Ciudadanos —por UNANIMIDAD— de no pactar con Pedro Sánchez; decisión que compartía y comparto plenamente en la situación y condiciones actuales. A partir de aquella decisión, pocos cambios han sucedido, ya que la situación política en la que se encuentra España, y con Ciudadanos empeñado en seguir con esa actitud vacilante, llena de temores y complejos, y poco apropiada para lo que este punto de inflexión en el futuro del país requiere, ha llevado a este partido a convertirse en un objetivo fácil para el resto de adversarios, y en carroña para algunos buitres que observan desde la tan polarizada prensa de este país.

Comparto más que nunca con Albert Rivera la decisión de no pactar con este PSOE de Sánchez; no al menos sin llegar a un acuerdo que respete al máximo nuestro programa, y una única condición, como comenté antes, innegociable: la renuncia expresa del PSOE a pactar con nacionalistas a cualquier nivel —local, autonómico o nacional— y en cualquier materia que lleve aparejada cuestiones monetarias o de transferencia de competencias. Debemos terminar con el chantaje nacionalista de una vez por todas, y Ciudadanos debería erigirse como partido valedor de este compromiso con España. Esto no implica de ningún modo que el partido naranja deba hacer una oferta al PSOE, ni que le pida abrir negociaciones. Esto no es un mercado, ni una feria de oportunidades. El partido que gana las elecciones debe ser el que busque los apoyos necesarios para gobernar, pero Pedro Sánchez no quiere negociar nada: tan solo busca una especie de abstención técnica por patriotismo, para facilitar la gobernabilidad, pero en solitario y a su antojo.

No me gustaría ver al partido que me representa en actitud solícita de negociación, o presentando un programa de gobierno a Pedro Sánchez. Dos no negocian si uno no quiere —para muestra, la lamentable y ridícula imagen que está dando Podemos—; Pedro tiene la mente puesta, ya desde hace tiempo, en una próxima cita electoral. Tanto ha presionado políticamente a Podemos, que el hasta ayer republicano Pablo Iglesias ha tenido que rogar al Rey para que intervenga ante el inmovilismo del PSOE…

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Nuestro resultado o efecto considerable

Hemos llegado, después de las elecciones y con la actual distribución parlamentaria, a una situación enquistada y de total estancamiento que parece de difícil solución. Con el PSOE totalmente cegado por su éxito electoral y lanzado en busca de unas nuevas elecciones que a priori arrinconen a Podemos y a Ciudadanos; con Podemos sin saber qué hacer para conquistar a Sánchez, y temerosos ante la idea de una nueva cita electoral; con un PP desorientado que no sabe si aprovechar unas nuevas elecciones para recabar votos de Ciudadanos, o inquietarse ante un posible aumento del voto socialista; con VOX, los últimos en llegar, y no por ello menos importantes en un parlamento tan fragmentado, a la expectativa; con Ciudadanos, aprisionado ante la polarización de sus dos tendencias internas, centro-derecha y centro-izquierda, pero firme. Y con lo que es más importante: con los partidos nacionalistas afilando el cuchillo dispuestos a terminar de exprimir a los españoles, y a dinamitar, si se les presenta la ocasión, la España que hoy conocemos.

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Estoy seguro que Ciudadanos se mantendrá firme en su postura. Esta vez la veleta no girará, por usar términos que algunos usan con desprecio, cuando para mí esa flexibilidad bien gestionada y argumentada representa una de sus mayores virtudes. Lo contrario constituiría, desde mi punto de vista, una sorpresa y decepción tales que pondrían fin a mi etapa naranja. El que dude o se pregunte el motivo de esa afirmación, debería echar un vistazo a lo que está ocurriendo en Baleares, de la mano de socialistas y ERC, o al vídeo «No en mi nombre», en el que José María Múgica rompe el carnet del PSOE ante el indecente pasteleo socialista con BILDU. Son solo dos ejemplos.

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Quizá finalmente no haya elecciones porque en última instancia Podemos y los nacionalistas hagan presidente a Pedro Sánchez, aunque no sea esa su voluntad. Pero si éstas llegan, no hay que tenerles miedo. Al contrario, es una oportunidad para que los españoles de izquierdas, de centro y de derechas, pongan en su sitio a este infame personaje repartidor de sonrisas huecas, y usurpador de instituciones y organismos en su propio beneficio. Cuenta con toda la maquinaria política y mediática que tiene a su servicio desde aquella penosa moción de censura en la que le cedieron el testigo en bandeja de plata. En la mente de Pedro Sánchez tan solo hay un plan: mejorar su último resultado electoral y acercarse a la mayoría absoluta. Pero a veces los planes salen mal. Además, como decía Aticus Finch, aquel abogado idealista creado por Harper Lee en su novela «Matar a un ruiseñor»: “El simple hecho de haber perdido cien veces antes de empezar, no es motivo suficiente para no intentar vencer”.

Pedro Otamendi

Naranjito

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NARANJITO @PedroOtamendi

Soy un tío normal. Bueno, eso depende de a quién preguntes. Afiliado a Ciudadanos y «Naranjito» en Twitter. Nada mejor para definirme que mi bio en esa red social: en el cómo y en el cuándo, piensa en tu partido; pero en el fondo, en el qué, piensa siempre en tu país. «Etiam si omnes, ego non»

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