Aquella Barcelona prodigiosa…

Publicidad Ataraxia magazinejoan puig09-MEDITERRANEA

Añoro la «Barcelona de los Prodigios». Éste es un artículo melancólico, un viaje en el tiempo. Corría 1.992. Bruce Springsteen publicaba “Human touch”. Si les apetece pueden leer esta columna con esa música de fondo: aquí la tienen…  

Eran días desbordantes de ilusión, la alegría salpicaba a todos los barrios, calles y plazas de Barcelona. Unos años atrás recuerdo haber estado en la Plaza de Cataluña cuando el Presidente del Comité Olímpico Internacional, J.A. Samaranch, anunció que la Ciudad Condal era la elegida para albergar los JJOO de 1992. El estallido de aplausos de miles de personas fue atronador, aún retumba en el cielo ¡Dios mío, aquello ponía la piel de gallina! ¡Gente gritando, llorando, riendo, abrazándose! Aquel momento determinaba y marcaba el comienzo de algo muy grande, pero fue el estallido de muchas más cosas: un proyecto compartido por todos los catalanes y españoles, un triunfo, un horizonte. Durante las siguientes semanas los barceloneses paseábamos por las calles con la sonrisa pegada en el rostro, una sonrisa que evidenciaba una íntima sensación de felicidad. Todos, absolutamente todos, compartíamos una gran ilusión. La Ilusión. Absoluta. Inmensa. Pletórica. Todo eso generó un récord sin precedentes de voluntarios en unos Juegos Olímpicos, un récord de energía positiva.

Conversando sobre España y CataluñaDe repente, por arte de magia, la ciudad se puso patas arriba: obras en todas partes, ruidosas, incómodas, pero ¡daba igual! Lo soportábamos todo con la cara iluminada por una contagiosa alegría. Aparecieron las rondas, esas vías rápidas que abrazan la ciudad y que significaron un salto hacia adelante en la movilidad. Y sí, oh, ahora lo recuerdo: las obras para abrir la ciudad al mar. Me viene a la cabeza un fragmento de “100 años de soledad”: «El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo» Pues ésa era la sensación que descubrimos todos los barceloneses: el mar, las olas, la arena blanca, el horizonte con sus veleros. Desde entonces unas magníficas playas refrescan y embellecen la que fue la ciudad de los prodigios. Salíamos de la universidad y… ¡nos íbamos a bañar al mar! ¡Se diría que aquello era la California mediterránea! Una nueva luz de desparramaba por toda Barcelona.

La vuelta al año en 80 mundos.jpgY llegó 1992. Llegó aquella flecha inolvidable, elegante, precisa, que encendió la llama del júbilo colectivo. Creo que jamás volveré a vivir días como aquéllos, cuando la  felicidad abrazaba al delirio. Atletas, medios de comunicación, visitantes de todo el mundo, australianos, japoneses, brasileños, estadounidenses…. Literalmente enloquecimos todos de alegría. De día era un no parar, corriendo de la pista de atletismo a las carreras de natación… ¿Lo recuerdan? ¡Ja, ja, ja! Devorábamos barritas de chocolate para darnos un chute energético, porque aquello era agotador, y entonces, tras una jornada pletórica en emociones, llegaba la noche; esa noche canalla e infinita, llena de copas, de mezcla de razas, culturas, risotadas y amores ¿Dónde estará, por cierto, aquella madrileña de ojos negros que no olvidaré jamás? Todo el mundo era feliz… ¿Cansados? ¡Cansados, no, extenuados! ¡Pero daba igual! ¡Las noches eran largas y las vivíamos con una intensidad mágica!

Recuerdo como si fuera ayer mismo las animadas charlas mantenidas con los amigos. Un parloteo desbordante, contagioso. Charlas en las que se mezclaba el catalán y el castellano con absoluta normalidad ¡Cada cual hablaba el idioma con el que se sentía más cómodo! Creo que me repito, pero la sensación de compartir proyecto fraternal, ilusión y ganas de hacerlo bien, nos empujaba a ser simpáticos, amables, encantadores, con todo el mundo y a todas horas. ¡Oh, Dios mío, qué recuerdos; qué maravilla de ciudad!

Y llegó el final. Llegó aquel «Amigos para siempre», y el cielo se iluminó en un estallido de fuegos artificiales que rielaban en un mar bruñido en plata fina y recién descubierto, o redescubierto…

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Los ojos se me humedecen, créanme, recordando aquella «ciudad de los prodigios»… ¿Dónde estamos hoy? Hoy estamos sumidos en un interminable Procés que ha partido la sociedad catalana en dos bloques antagónicos, uno de ellos abducido por los lunáticos de Waterloo, que sueñan cada noche con brotes de violencia, seguidos con fe ciega por fanáticos con el espíritu crítico anulado, incapaces de razonar, dispuestos a tragarse todas las mentiras que les dictan a grito pelado sus líderes independentistas… Hoy estamos en una Cataluña en la que hay comisarios de la lengua, que apuntan en qué idioma hablan los niños, o radicales que tuitean en qué bar no le han atendido en catalán ¡Qué ciudad tan antipática, arisca, desábrida y agria! Una ciudad donde despiertas, casi a diario, con asesinatos, violaciones, ataques a sedes de partidos que piensan diferente ¡Qué pena, qué pena, qué pena tan grande! Los ojos, humedecidos por la nostalgia, se llenan de lágrimas de rabia, porque todos esos Síguenos en Facebookintolerantes han destruido Cataluña, han asesinado a Barcelona. Les maldigo. A todos ellos. Maldigo a Artur Mas, a Carles Puigdemont, a Quim Torra, políticos miserables e indignos que solo persiguen fomentar el rencor y la división ¡Yo les maldigo!

Escuchen, queridos lectores… «Yo he visto cosas que ustedes no creerían: una Cataluña exultante, una Barcelona luminosa, una alegría incontenible, que brillaba como los Rayos-C en la oscuridad, cerca del Estadio Olímpico. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».

Sí, Barcelona… la Ciudad de los Prodigios, ha muerto.

Joan Puig-FirmaPuedes seguir a Joan Puig en twitter como @avecesensayo

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