De bates y de votos

Captura de pantalla 2019-03-18 a las 16.54.16PolíticaDebates y votos

Bien, ¡ya se han acabado! Se esperaban con tanta expectación que, como suele ocurrir en esos casos, la decepción se ha enseñoreado de todo el mundo y la función que debían cumplir —convencer a los indecisos—, quizás se haya transformado en un auténtico empujón para echar a ese enfadoso estado de la indecisión a no pocos que ya tenían su voto más o menos decidido.

         Le llaman debates con absoluta impropiedad, y harían bien en llamarlo Monólogos reunidos de Campaña o algo así (Geyper es marca registrada…). Que cuatro adultos talluditos hayan de ser encorsetados en tan fieras y asfixiantes tiras de ballena no deja de ser una especie de venganza femenina contra una preterición que ni siquiera el nombre de una candidatura, Unidas Podemos, atenúa o melifica. Colocados ante sus atriles y sometidos a un control de tiempos diseñado para evitar que “estalle” el debate como debería, esto es, que se produzcan las interrupciones, réplicas, contrarréplicas, etc., que definen eso tan poco practicado en nuestro país que es el debate, primo hermano formal de la tertulia. Para entendernos, vistos estos dos debates, uno echa de menos los turnos ágiles de réplicas y contrarréplicas que a veces se dan en el Congreso —¡la casa de la palabra!— cuando un Presidente de Gobierno se enzarza con el líder de la oposición en un debate de investidura o sobre el estado de la nación o con motivo de cualquier otro asunto, legislativo o no.

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         El primero, en la TV pública, estuvo presidido por ese envaramiento que se extendió a lo largo de todo el debate y que apenas se rompió, con alguna que otra descalificación, sobreactuación acusadora e incluso homiléticas llamadas al orden por parte del exazotador de Mariló Montero, ahora travestido de extraño telepredicador constitucional bolivariano, edición propia de la Constitución en mano, aquel “papelillo” fundamentador de la Transición del 78 con la que Podemos había de terminar a toda costa para asegurar la libertad de los pueblos de España y la de las soberanías múltiples que la conforman.

Los participantes venían con los papeles asignados y se fajaron de lo lindo para no moverse ni un jeme de sus posiciones iniciales. Desde los “pactos nefandos” hasta la cantinela casi pauloviana —a juzgar por cómo salivan de estremecido gozo, cuando la oyen, los militantes de base…— del “no es no”, pasando por las posiciones clásicas en defensa de la patria en peligro, fueron dibujando los contendientes un escenario partido por la mitad: a un lado las que se pretenden izquierdas; al otro, lo que las pseudoizquierdas llaman “las derechas”. Y daba igual la ubicación de los aspirantes. ¿Cuál fue la sorpresa del debate? Que C’s escogiera la atrevida estrategia de marcar terreno propio, distanciándose tanto del PP como del PSOE de Pedro Sánchez, de UP no lo necesitaba, por definición. En ese atrevimiento que renunciaba a los “bloques” cifró C’s su nicho de negocio electoral. ¿Le salió bien? El 29 lo sabremos. Se ha de elogiar, con todo, que ofreciera algo “diferente” a los votantes, hasta hora tan esclavos de ese bipartidismo que se resiste a morir, porque son legión los intereses económicos creados que hay tras ellos. Recuerden que después de descalificar a Pablo Casado, Sánchez dijo que no lo consideraba ya interlocutor para nada. A la semana se reunían y acordaban, sin luz ni taquígrafos, el relevo de los jueces en el Consejo General del Poder Judicial.

Candidatos a gobernar España afrontan segundo debate antes de las elecciones

         El Presidente fue arrastrado al debate e intentó, incluso, en el transcurso del mismo, condicionar la labor del untuoso moderador que sabía con quién se jugaba los cuartos, es decir quien nombró a dedo a la actual Directora del Ente…, y se achantó, por supuesto. Con todo, no fue un VAR que condicionara un resultado bastante negativo para el “jefecito”. Ejerció Sánchez con aires mayestáticos de nuevo rico despectivo con los plebeyos con quienes se veía forzado a debatir, y exhibió un repertorio de visajes, muecas y gestos que en modo alguno eran propios del cargo de ocupa. Y cuando quiso cuadrarse en “modo valiente defensor de las damas” se hundió en un ridículo espantoso, subrayado por Pablo Iglesias, su escudero fiel, quien incluso llegó a decir que las únicas aptas para hablar de las mujeres son las mujeres; y de los niños, los fontaneros y las peluqueras, los niños, los fontaneros y las peluqueras, por supuesto.

         Se han criticado mucho las interrupciones de quienes como Albert Rivera o Casado pretendían iniciar un auténtico debate, e incluso el rey del escrache a Rosa Díez en la universidad, Pablo Manuel, se revestía con la camisa remangada de cordero dialéctico para exigir que los supuestos conservadores “guardaran las formas”. Sí, a veces daba la impresión de que Pablo Manuel había preparado el debate con la canción de Paco Ibáñez sobre texto de José Agustín Goytisolo, Érase una vez… Con todo: ¿cómo pueden ignorar esos lerdos estirados de pacotilla que en el español coloquial nos quitamos unos a otros la palabra diciéndonos: «Calla, calla, que lo que me paso a mí sí que…»

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         Puede que alguien eche de menos que me centre en los contenidos programáticos, pero nada se dijo que no haya sido dicho, y lo que se dijo se dijo, además, o peor o con mayor cursilería. Las típicas controversias entre lo público y lo privado, entre las subidas de impuestos y las bajadas, entre la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre un modelo educativo, entre la inviabilidad del modelo de pensiones o el pacto indispensable para que no estalle el sistema, etcétera, no creo que arrastraran la pasión dialéctica de los espectadores, quienes asistíamos a un desfile de monólogos, ya digo, bastante insufribles. Quedó claro, eso sí, el ofrecimiento de Rivera a Casado para formar una alianza de gobierno; pero «snchz» no le dio a «pablo manuel» la satisfacción que este pedía a cambio de su sumisión: que no pactará con C’s. Entre estas y otras trampas se llegó al final de un debate que, al parecer, dicen los expertos, ganó Rivera de forma holgada, lo cual de poco o nada sirve, porque tales “expertos” distinguen con precisa nitidez cuándo han de hablar como la voz de su amo y cuándo con voz propia, aunque algunos, de tanto practicar lo primero han perdido la segunda.

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8896235152254169211        El segundo debate se produjo en Antena 3 y, dado el precedente somnífero del de TVE, tuvo un formato más ágil, pues los presentadores —la insufrible “estrella” Ana Pastor y el discreto y eficaz Vicente Vallés— se hartaron de preguntar a los candidatos con el meritorio objetivo de que estos no se “escaparan” de esa acuidad que, supuestamente, es sello de La Secta…, digo de La Sexta. A través de unos cuestionarios bien trabajados, el debate gano en ritmo, en interés y en precisión, respecto al del día anterior, bastante plúmbeo. Así, y salvo algunas declaraciones genéricas e insignificantes, como, ¡curiosamente!, cuando los participantes tuvieron que improvisar una defensa de la Cultura, a la que, en su estrategia de debate, no le habían dedicado ni los veinte segundos que hablaron de ella de la forma más tópica posible, los presentadores obligaron a los contendientes a tomar partido no solo frente a los pactos, sino frente a la sanidad, el sistema educativo, los impuestos y otros muchos temas que afinaron algo las vaguedades del día anterior, como el compromiso de C’s de anular el impuesto de sucesiones en toda España, por ejemplo, enviar en menos de cien días una tarjeta sanitaria idéntica a todos los españoles, vivan donde vivan, o fijar un único tipo de contrato: el indefinido. Pero no hubo muchas concreciones, a pesar de todo, y sí mucho cruce de datos cuya falsedad se reprochaban unos a otros con tal porfía que ¡hasta obligaron a intervenir a «pablo manuel», ayer de estricta moda marcelinocamachiana, aunque con el cuello sin vuelta, reclamando “moderación en las formas” de nuevo: asumiendo un papel centrista que contrastaba con la ristra de prohibiciones y medidas coercitivas que tomaría nada más llegar al poder, solo o acompañado. En las páginas de Ataraxia ya se han analizado los diferentes modelos económicos, y no han salido muy bien parados. Pueden leer el excelente artículo de Álvaro Shares, aquí.

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         El segundo debate se ha caracterizado por un tono bronco que ha llevado a que contemplemos un suceso lamentable y pionero en nuestra breve historia democrática, del que solo hemos tenido noticia al acabar el mismo, porque en el desarrollo del mismo fue enunciado con total solemnidad por el presidente del Gobierno sin que los aludidos Síguenos en Twitterdijeran ni mu al respecto: «snchz» acusó a C’s, y al PP, aunque lo centró en C’s, porque la Consejería es de su competencia, de estar creando “listas negras” contra los profesionales que atienden a las víctimas de la violencia machista. Y lo dijo con tal mueca de asco que quiso dar a entender que ese papel que aireaba era la prueba inequívoca de la presencia del maligno sobre la tierra. A la mañana siguiente hemos sabido que la carta en cuestión era falsa, y así lo ha reconocido el propio José Luis Ábalos, aunque la ignara e iletrada Adriana Lastra aún se atrevía a defender en Twitter la veracidad de ese documento. Enseguida, el contraataque de C’s ha dejado en evidencia a un tocado «snchz», y hoy, incluso descalificado para aspirar a ese puesto, porque, como dijo Síguenos en FacebookRubalcaba de Aznar, “merecemos un gobierno que no nos mienta”. Rivera extendió, literalmente, un rollo con todos los casos de corrupción del PSOE sometidos a investigación judicial, y añadió: ¿dimitirá si la justicia falla contra el PSOE en el caso de los eres? ¡Menos mal que no repitió lo del “¿lo escuchan?” para magnificar el silencio cómplice de «snchz» con los corruptos de su partido! Pero sí hubo un momento en que Pablo Casado se arrancó con legítima indignación ante la “representación” feministófila de «snchz», poco menos que acusando al líder popular de justificar la violencia contra las mujeres. El debate se fue agriando por momentos y dejó en los espectadores la sólida idea de que, con tan poco juego parlamentario para llegar a acuerdos, entra dentro de lo posible que vayamos a la repetición de las elecciones, si nadie suma lo que se ha de sumar…

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         Eso sí, no vi que nadie defendiera lo que debería estar fijado en la ley sobre las campañas: que el Presidente del Gobierno ha de tener, como mínimo, un debate cara a cara con cada uno de los líderes de los partidos con representación parlamentaria, con una extensión acorde a la representación de cada cual, por supuesto, y en la televisión pública. La privada que haga lo que estime oportuno, y convoque cuantos crea convenientes.

         En resumen, aún estamos muy verdes para que los debates tengan la naturalidad que deben de tener este tipo de actos. Y que conste que en el modelo educativo no es, precisamente, algo que se fomente en las clases de Lengua, tan preocupados sus profesionales por la gramática descriptiva ¡y tan poco por la pragmática! Porque es evidente que, salvo en su día Gustavo Bueno, ¡filósofo mirífico!, nadie nace debatiendo, y que a debatir se aprende debatiendo…

Juan Poz-Firma.jpgPuedes seguir a Juan Poz en Twitter como @JuanPoz9 y también en su excelente blog de crítica cinematográfica «El Ojo Cosmológico de Juan Poz» y en su blog de crítica literaria «Diario de un artista desencajado»

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