“¿No cree usted que tiene una dulce sonrisa?”, me preguntó aquella americana de mediana edad, sorprendida de que en España se conociera el escándalo político-sexual protagonizado por Mónica Lewinsky.
Yo no había reparado hasta entonces en si la joven era guapa o si, como sentenció mi madre, tenía “la boca llena de dientes”. Era el año 1998. “Lewinsky” se había convertido en sinónimo de becaria, y becaria se llamaba a cualquier cosa. Pero jamás se criticó la conducta de la joven del vestido azul, sino la del todopoderoso Presidente de los Estados Unidos que la había seducido —la erótica del poder— en el rebautizado como “Despacho Oral” de la Casa Blanca.
Siempre creí que lo más grotesco del caso era la estrategia semántica de los hombres del Presidente: para demostrar que Bill Clinton no mentía al negar relaciones sexuales con Lewinsky, convencieron a millones de norteamericanos de que “sexo oral” no implicaba “relaciones sexuales”. Ya se lo dijo Humpty Dumpty a Alicia: la cuestión no es lo que signifiquen las palabras, sino quién tiene el Poder.
Quince años después, Beatriz Talegón se hizo famosa abroncando a sus mayores en el Congreso de la Internacional Socialista: «me sorprende mucho cómo pretendemos promover la revolución desde un hotel de cinco estrellas en Cascais, llegando en coches de lujo”, exclamó. Desde aquella escenita playera, su carrera cabalgó veloz a lomos de la más vacía demagogia, con escalas en Bruselas, Viena, Asunción, Washington, Nueva York, Estocolmo, Berlín o Jerusalén, entre otros muchos destinos.
La exconcejala manchega no fue cocinera antes que indepe: viajó deprisa por medio mundo evitando caer en las garras de la inteligencia. Confundió juventud con ignorancia, y por eso nada ha aprendido con la edad. No le hizo falta: sólo cobra por sonreír cuando la causa lo exige.
Los nacionalistas llevan décadas insultando de todas las formas imaginables a la raza inferior, que somos los demás españoles. La Talegón se sumó a este juego, en el mismo bando que su elogiado Otegui, colaborando con el prófugo Puigdemont. Con ese currículum, le podrían haber llamado de todo, quizás con razón. Pero le han llamado “la Lewinsky de Puigdemont”.
Uno podría suponer sin malicia algún pago a su apoyo entusiasta al separatismo, ya sea en forma de remuneradas tertulias, consejos asesores o promesas republicanas. Es cierto que no ha cumplido el papel de Marcela Topor, cuyo gusto sentimental no es quizás ajeno a que cobre de la Diputación de Barcelona 6000 euros al mes para complementar sus ya cuantiosos emolumentos en Catalonia Today o la muy subvencionada Punt Avui. A Talegón no se le supone similar relación con el Carlomagno de Waterloo. Precisamente por ello, no parece descabellado rebajar su rentable colaboración con el prófugo a la de simple asistente.
«Beatriz Talegón insultó al medio en el que ella misma escribía, y desde el que, a su pesar, muchos periodistas se juegan el tipo por criticar a etarras como Otegui o golpistas como Puigdemont.»
Beatriz Talegón insultó al medio en el que ella misma escribía, y desde el que, a su pesar, muchos periodistas se juegan el tipo por criticar a etarras como Otegui o golpistas como Puigdemont. En este número de Ataraxia entrevistamos a una de ellas: Cristina Seguí, a la que han amenazado, escupido y agredido por informar en libertad. Cristina dijo lo que cualquier persona decente piensa: los que defienden a los batasunos agresores son gentuza.
Ha sido la ocasión para escenificar un matrimonio judicial: el abogado del prófugo golpista ha anunciado una demanda de conciliación previa a la querella por injurias contra Cristina Seguí. En defensa del honor del prófugo y de su empleada, colaboradora, chica en prácticas o lo que sea.
Comenzó su fulgurante carrera como concejala socialista en Cabanillas del Campo, y la culmina persiguiendo periodistas molestos para el nacionalismo de la mano de un prófugo ricachón. Un orgullo.
Charlé hace años con Talegón a las puertas de un estudio de televisión. Su sonrisa era tan vacía como sus palabras. He conocido a demasiadas víctimas de la banda de Otegui para disculpar elogios a un etarra; he escuchado a demasiados perseguidos por el nacionalismo para excusar sus traidores insultos a la libertad y a España; he vivido suficientes años el deterioro de la convivencia que los nacionalistas han causado en mi nación como para no despreciar la sonrisa mercenaria de Beatriz Talegón.
Cristina Seguí ha dicho lo que todos pensamos; son gentuza los que elogian a los batasunos. No es siempre fácil calificar el servilismo ante etarras y golpistas. Al llamarle becaria, no insinuaba ninguna conducta privada que a nadie atañe: denunciaba su público apoyo al prófugo Puigdemont. Sonriendo.
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Asís Tímermans
Asís Tímermans (Madrid, 1966) estudió Derecho en la Universidad Complutense y Asesoría Jurídica de Empresas en el Instituto de Empresa, y ejerció la abogacía. Desde hace años, compagina su trabajo con el conocimiento y divulgación de temas económicos y el periodismo, expresando sus opiniones y análisis políticos y económicos en medios como Radio Intercontinental, City FM, Veo 7, Libre Mercado, EsRadio, Libertad Digital, 13TV e Intereconomía.
Es autor del libro ¿Podemos? (2014), temprana investigación y análisis sobre el origen del partido de extrema izquierda y su cúpula dirigente. Colabora en la actualidad con el programa Sin Complejos, de Es Radio, y El Gato al Agua, de Intereconomía.
Lee y escucha mucho para poder hablar y escribir con algún fundamento sobre política y economía. Su cuenta de Twitter es @AsisTimermans