Cuando escribo este artículo, la mayor parte de Venezuela lleva, ininterrumpidamente, 72 horas sin servicio eléctrico. Las neveras no están enfriando, la comida se ha podrido, no hay internet, los equipos en los hospitales llevan muchas horas sin funcionar; incubadoras, respiradores, diálisis, nada, nada está en marcha, porque no hay energía eléctrica. Y es que en pleno siglo XXI no existe en el mundo ninguna contingencia, ningún manual de urgencias médicas que permita trabajar de esta forma, prever estas dramáticas situaciones, por lo que los enfermos rápidamente se deterioran y mueren. En las morgues los cadáveres se acumulan y se descomponen porque tampoco enfrían las neveras. La gente camina desesperada para buscar una bolsa de hielo, pero recuerde: en el país de «La revolución bonita» no hay efectivo desde hace mucho tiempo, y sin luz no funcionan los datáfonos, las terminales, las pasarelas electrónicas… Nada funciona.
Los pozos petrolíferos pueden colapsar sin energía eléctrica, también las refinerías, y a duras penas funcionar las gasolineras… Me podría pasar todo el artículo escribiendo y describiéndoles una situación grotesca, absurda, kafkiana. La noche cae a obscuras en un país en tinieblas, donde apenas se oyen cacerolas, gritos y protestas. Hasta el silencio enmudece. Aunque en algunos barrios se sabe que los colectivos armados hacen “su” trabajo… A altas horas de la madrugada han salido a asesinar a quien encuentren a su paso, o incluso, porque nada les detiene, en sus propias casas.
Se dice que Nicolás Maduro no está en Venezuela. En su lugar está el conocido asesino cubano Ramiro Valdés, a cuyo mando responden las fuerzas armadas, las mismas que han sido infiltradas desde hace años por el G2. También es notorio que han despegado y despegan vuelos desde el país hacia diversos destinos del mundo… ¿Cuáles? ¿Qué transportan en esos aviones? ¿Quiénes viajan en ellos? No lo sabemos, pero sin lugar a dudas estas horas sin servicio eléctrico sirven para mucho a un régimen que tiene como socios a las FARC, ELN, Hezbolá, chinos, rusos, turcos, cubanos e iraníes.
Podríamos decir que todo esto se resume en socialismo, y es cierto, pues es un régimen que significa obscuridad, miseria, esclavitud, muerte. Y además supone corrupción en proporciones incalculables, mayores de las que cualquiera pueda llegar a imaginar.
Permítanme ponerles en contexto. Venezuela tiene la cuarta central hidroeléctrica del mundo, El Guri, con una enorme represa, dato que es fácilmente constatable tras una simple búsqueda en internet. Hace 20 años su funcionamiento permitía cubrir el suministro eléctrico de Venezuela e incluso vender electricidad al Norte de Brasil; además, los ingenieros que planificaron y estuvieron a cargo de la construcción de la Represa del Guri, fueron contratados para la construcción de la Represa de las Tres Gargantas en China, la más grande y más importante del planeta. Al igual que PDVSA y las empresas mineras de Guayana, El Guri era un ejemplo de eficiencia, trabajo y meritocracia. Al año siguiente de la llegada de Hugo Chávez al poder, las obras de mantenimiento de la empresa quedaron paradas, en suspenso. Chávez sustituyó al personal especializado y cualificado, entregando la gestión y logística de la Represa a los militares, quienes a su vez recibían órdenes desde La Habana.
Recuerdo conversaciones de ingenieros que trabajaron para El Guri, o las empresas de electricidad de Venezuela, que en los primeros años de mandato de un todopoderoso Chávez, llegaron al Puerto de La Guaira con diversos equipos destinados al mantenimiento que correspondía realizar en la Represa; entre ellos varios generadores, algunos de los cuales permanecieron años allí y al final fueron «regalados» a Nicaragua. Otros viajaron hasta Guayana, pero nunca fueron instalados. Tampoco se realizó el mantenimiento adecuado, mínimo, normativo; ni la sustitución de los equipos por otros de nueva generación en la red eléctrica de todo el país. Otro tanto ocurrió con las represas de menor tamaño, como las de Tocoma, Caruachi, Macagua, Urubante Caparo. Todo esto trajo como resultado que antes de 2007 se empezaran a producir apagones en diferentes Estados de Venezuela, aunque el régimen siempre intentaba «respetar» a Caracas por ser la capital y la fachada visible de ese desastre interno. No obstante Estados andinos o en el Oriente del país sufrían largos periodos sin luz, lo que afectaba al funcionamiento de institutos y empresas públicas y privadas.
Después de uno de estos grandes apagones, Chávez creó la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), destinando ingentes cantidades de dinero para su funcionamiento y para el mantenimiento y compra de equipos destinados a El Guri y a otras represas en Venezuela. Pese a ello, los apagones continuaron… Es más: los apagones se programaban y en cada Estado o Municipio se anunciaban con anterioridad, por lo que casi todos los hospitales y empresas importantes, incluso muchos particulares, compraron generadores eléctricos a fin de cubrir sus necesidades básicas. Grandes sectores de las ciudades o pueblos enteros quedaban sin suministro eléctrico, debido a una situación que tenía su origen en la ineficacia y en la corrupción más galopante. Tras más de 15 años sin mantenimiento ni reposición de piezas fundamentales para el sistema eléctrico —que funciona por debajo del 20% de su capacidad potencial—, Venezuela tiene hoy una red eléctrica propia de comienzos del siglo XX por no decir del XIX.
Lo que han leído hasta aquí podría ser un pequeño resumen de lo que ha ocurrido con las represas hidroeléctricas en Venezuela. Pero me quedaría corta, y mucho. Como en otras ocasiones he dicho, siempre hay más, porque lo que siempre se esconde detrás de los regímenes socialistas son enormes tramas de mafia y corrupción. Y en el caso que nos ocupa en estas líneas, también está Corpoelec. Yo les invito a leer el blog del periodista venezolano Alek Boyd (@AlekBoyd en Twitter), que recientemente escribió un tuit que dice «#Venezuela #SinLuz Todos los caminos conducen a #Derwick. De allí a Rafael Ramírez». El mismo Ramírez que ahora se declara y reafirma como «chavista originario», como si ello supusiera alguna diferencia con el régimen actual. Ese Ramírez que fue presidente de PDVSA y ministro de petróleo, justamente cuando Morodo era el embajador de España en los días de Rodríguez Zapatero. Sí, ese que defiende el diálogo con el régimen castrochavista y se queda tan ancho.
Si el relato no les parece lo suficientemente macabro, se torna aún más retorcido al constatar lo que comprueban muchos venezolanos en sus coches: las emisoras de radio que aún logran emitir, a pesar de no haber energía eléctrica, son las oficiales, o las que ha ido confiscando el régimen Castrochavista durante estos últimos 20 años. En las primeras líneas de este artículo les mencioné a Ramiro Valdés. Su presencia en Miraflores, en estos momentos, no es gratuita. Este entramado tremendamente sofisticado es fiel reflejo de la dictadura genocida cubana, porque al final son ellos quienes dirigen los destinos de mi patria.
Mientras voy concluyendo estas líneas logro, gracias al cielo, comunicarme unos minutos con mi madre y mi hermana. Son afortunadas porque en casa, a pesar de llevar tantas horas sin luz, tienen aún algo de comida. Mi hermana logró recargar “las megas” de su teléfono y pude verles las caras sonrientes a pesar de la tragedia, a pesar de hallarse en un país desconectado del mundo, aislado, en la oscuridad, con innumerables vidas perdidas, e incalculables e irreversibles daños materiales.
Como una vela que se consume, Venezuela se muere.
Carolina Rodríguez Cariño
Otros artículos del Dossier Venezuela, de Carolina Rodríguez Cariño, publicados en los últimos meses por Ataraxia Magazine, por orden de aparición:
https://ataraxiamagazine.com/2018/12/01/venezuela-un-pais-en-la-memoria/
https://ataraxiamagazine.com/2019/01/01/de-la-luna-de-miel-a-la-represion/
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https://ataraxiamagazine.com/2019/02/01/venezuela-cronologia-de-la-esperanza/
https://ataraxiamagazine.com/2019/02/28/el-legado-de-chavez/
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Carolina Rodríguez Cariño
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Hispanovenezolana, con la suerte de nacer y crecer en la Venezuela democrática. Hija de padres docentes, quienes me han dejado como herencia valores, una formación y a creer, enseñar y practicar lo que se enseña. De niña fui testigo de los estudios de Maestría de mi papá y los de mi mamá, que les retomaba con 4 críos pequeños, lo que me permitió aplaudirle a rabiar con solo 10 años, mientras Ella subía al paraninfo universitario. Disfruté de mi casa con su “mata de mango”, de los juegos con mis 3 hermanos y muchos primos, el colegio y la universidad. Aunque en casa se hablaba de matemáticas y teniendo nutrida biblioteca de geografía e historia de mi papá, decidí que mi vida se imbuiría en las ciencias. Así que me gradué Médico Veterinario (UCLA-Venezuela), fui profesora e investigadora en la UCV durante 20 años, parte de los cuales los compartí con la Maestría y PhD en la UAB (mención Cum Laude y Premio Extraordinario de Doctorado). He sido profesora invitada en la UAB y la UdeC en Chile. Actualmente en España con marido e hijo, quereres compartidos y con Cuba entremedio; formando parte del grupo de patología de IDEXX laboratorios.