El legado de Chávez

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EL LEGADO DE HUGO CHÁVEZ

 

Los últimos meses del 2002 y los primeros del 2003 fueron meses convulsos en la Venezuela de Hugo Chávez, donde desaparecían personas que eran encarceladas por orden del “presidente”, siendo un secreto a voces las torturas y las vejaciones. La expropiación tomó forma desde el poder sin cumplir los dos requisitos imprescindibles, que fuera objeto de bien público y sus dueños indemnizados, por lo que aquella famosa frase dicha varios años más tarde (2012) por María Corina Machado frente a un Hugo Chávez todopoderoso, “expropiar es robar”, exponía lo que ya venía ocurriendo durante años.

Pero no quiero que mi propio realismo mágico, que me hace saltar en el tiempo, me desvíe de esos años terribles que refiero al inicio. Si bien en el artículo anterior os introduje en los hechos sucedidos en abril de 2002, hubo una serie de hechos posteriores que conllevaron el muy conocido y recordado «Paro Petrolero».

Captura de pantalla 2019-02-26 a las 11.25.30A mediados de ese año, los militares ante los que Hugo Chávez renunció y otros tantos que le desconocieron como presidente (unos 120), decidieron realizar una acción cívica continuada llamando a la “insurrección castrense y la desobediencia civil”. Consistía en concentraciones en la Plaza Francia, también llamada Plaza Altamira, en Caracas, a las que se unió inmediatamente la Coordinadora Democrática, una coalición de partidos opositores al gobierno, más ONGs, gremios empresariales y sindicatos. También se acercaban cientos de personas cada día, mañana, tarde y noche, realizando mítines y protestas que eran transmitidas por radio y televisión con el importante apoyo de los medios impresos; todo con el objeto de presionar a la sociedad civil y lograr salir del gobierno de Hugo Chávez. Si bien las acciones de calle se llevaban a cabo en todas las ciudades del país, con la consecuente represión por parte del gobierno, los actos en la Plaza Altamira no tenían rival como centro principal de los actos de la oposición.

Casi tres meses más tarde, el 2 de diciembre de 2002 se inicia un paro nacional convocado por Carlos Ortega, quien era el secretario general de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras (principal organización de los gremios empresariales). Era la cuarta acción de este estilo que tomaban ambas organizaciones a fin de presionar para que se lograsen elecciones anticipadas, en esta ocasión la población estaba mucho más polarizada. Se unió PDVSA, con Juan Fernández de la nómina mayor de esta petrolera, que en su momento estaba considerada una de las 5 mayores y mejores empresas del ranking petrolífero mundial.

La huelga tomó otro matiz los días siguientes, la población realiza importantes acciones de calle que incluían algunas justo frente a diferentes instalaciones de PDVSA, en diferentes partes del país, incluidas las gasolineras. Recuerdo que, por esos días en casa teníamos un kit de marcha, un bolsito pequeño con agua, vinagre, antihistamínicos ingeribles e inyectables, pues la represión era cada vez mayor e incluía el uso de gases lacrimógenos —a los que Chávez llamaba “gas del bueno”— y se sabía que contenía otros elementos químicos que provocaban efectos tóxicos en las personas. Durante las protestas nos tocó correr y llegar a casa con el miedo en el cuerpo, pero eso no nos impedía, ni a nosotros ni a nuestros conciudadanos, volver a salir al día siguiente.

Captura de pantalla 2019-02-26 a las 10.16.31La noche del 6 de diciembre, mientras la televisión transmitía los eventos de la Plaza Altamira, alocuciones de militares y civiles, de repente reinó la confusión ¡en vivo y en directo!; tal y como había ocurrido antes, durante la marcha del 11 de abril, veíamos en las pantallas del televisor como disparaban a inocentes en una plaza abarrotada de gente que gritaba, corría y se tiraban al suelo. Se sabe que previamente un hombre de origen portugués, Joao De Gouveia se había acercado al escenario y, según quienes se encontraban en el lugar, tras mirar al cielo sacó “una pistola Glock punto 40” y sin mediar palabra la descargó sobre la multitud, primero «a bulto» y luego apuntando a las personas que se habían tirado al suelo. Entre la confusión se escucharon otras armas. Muchos creyeron que se trataba de fuegos artificiales mientras personas inocentes caían: 3 muertos —Keyla Guerra, de 17 años, Josefina Inciarte y el profesor Jaime Giraud Rodríguez— y 29 heridos, uno de las cuales, Priscila Salas, murió años más tarde por varias complicaciones que le produjeron las heridas de aquella noche. Tengo la inmensa fortuna de tener entre mis amigos a una superviviente de aquel atentado quien quedó herida por aquel horror. Me cuenta que junto a una amiga con la que iba cada noche a la plaza, se tiró al suelo y al intentar reincorporarse sintió que una de sus piernas no le respondía. Una bala le había atravesado la rodilla. Mi querida Adriana Cuervo después de ser intervenida tuvo que salir del país “de prisa y corriendo” como el resto de los heridos, ella con un niño pequeño y otro en el vientre. Dice que lleva un recuerdo al que llama «pedagogía chavista» que padece de por vida, en la profundidad de la cicatriz de su pierna. Además, agrega: “yo aprendí muy bien mi lección, con asesinos no cohabito, ni los perdono. Exijo justicia”. Sobre De Gouveia se sabía poco, se mencionó que era un sicario de Freddy Bernal, exalcalde de Caracas, enviado a disparar tras haber sido entrenado en Cuba. Se le enjuició y condenó a 29 años y 11 meses de prisión. Se dice que «corre» por el mundo. Del resto de los asesinos aún a día de hoy nada se sabe.

Esa escena dantesca de la Plaza Altamira estuvo precedida, como relaté anteriormente, por acciones en torno al paro nacional, que se llamó rápidamente «Paro Petrolero», que se prorrogó llevando las operaciones de PDVSA a mínimos de producción, refinado y distribución de petróleo; producción reducida a unos tres millones de barriles de crudo que debía exportar el país de acuerdo a lo pactado con la OPEP. El día anterior a la “masacre de Altamira”, el capitán Daniel Alfaro Faundes fondeó el buque petrolero “Pilín León” en la bahía del Lago de Maracaibo con 44.000 litros de gasolina y gasoil, impidiendo que el combustible llegara a los puertos venezolanos. Otros 12 buques siguieron el ejemplo de Alfaro Faundes. La llamada “gente del petróleo” defendía la meritocracia, algo que se había saltado un Hugo Chávez, que a su vuelta en abril de ese año había endurecido su política represiva. Llevaba a sus seguidores a las calles, donde había enfrentamientos con la oposición.

Captura de pantalla 2019-02-26 a las 14.06.38Esos días, los Círculos Bolivarianos, creados un año antes como milicia civil armada de la “revolución”, penetraron en las instalaciones petroleras amedrentando y amenazando al personal de guardia. Durante esos días no se cubría la demanda nacional de gasolina y gasoil, lo que generaba largas colas en las gasolineras, y tampoco se cumplía con los compromisos internacionales de exportación de gasolina, lo que llevó a una crisis en el gobierno. Pero no todo el país vivía de la misma manera el paro petrolero. Ese año mi hermana menor, médico pediatra, hacía su segunda especialidad en neonatología en la Maternidad Concepción Palacios, situada en el Oeste de Caracas. Se trasladaba en metro desde el Este de la ciudad, en donde la huelga se cumplía casi al 90%, hacia el Oeste. Comentaba que al salir se veía una ciudad absolutamente distinta, como si nada ocurriera, con las tiendas abiertas y todo en pleno funcionamiento. La huelga, sin duda alguna, no cumplía con los objetivos planteados por la oposición.

No obstante, pequeños comercios, bancos y los principales centros comerciales en todo el país cerraron sus puertas; también colegios y universidades. Junto a eso, la principal empresa de alimentos del país, Empresas Polar, redujo también su producción al mínimo, y con ello la Harina PAN, una harina de maíz comúnmente usada para las arepas, pan de maíz que desayuna usualmente el venezolano. Pero había más, la hallaca, el plato estrella de la cocina navideña venezolana, una especie de “tamal” en hoja de plátano macho, incluye entre sus ingredientes principales la masa de maíz, por lo que la ausencia en los anaqueles de los supermercados de esta harina hacía casi imposible cocinarlo. Muchos pensábamos que era parte de los sacrificios que debíamos realizar para obtener la libertad de un régimen comunista al que estábamos apenas empezando a sufrir.

La polarización de la sociedad comenzó a ser extrema y a todos los niveles, haciendo aflorar un odio que se evidenció en un hecho que marcó un antes y un después en la historia del paro petrolero. El día 9, desde la televisora estatal VTV, el diputado del chavismo Ismael García llamaba a las masas a “defender la revolución y a exigir a los medios que dijeran la verdad”. Durante la noche, los medios de comunicación fueron rodeados por seguidores de Hugo Chávez y sus Círculos Bolivarianos, un total de 26 sedes de medios de comunicación en varias ciudades del país fueron acribilladas y saqueadas. A nosotros nos tocó vivirlo muy de cerca, en la ciudad de Maracay, a 150 km al Oeste de Caracas. Esa noche escuchamos a una gran cantidad de gente que se aproximaba a la urbanización donde vivíamos, procedían de los barrios pobres cercanos… Con palos golpeaban las rejas de los aparcamientos de los edificios, que permanecían con las luces apagadas. Los vimos pasar vociferando, en dirección a la cadena de televisión TVS, que está a pocas calles de casa. Muchos edificios de viviendas permanecían sumidos en absoluto silencio. Sus inquilinos miraban aterrados a la muchedumbre, pensando que entrarían en sus casas. Seguramente como hicimos nosotros, otros también colocaron los muebles bloqueando la puerta de entrada. La cadena de televisión sufrió grandes daños, cristales rotos, equipos destruidosy incontables robos. La amenaza no solamente era contra los medios sino también contra los periodistas. Los cuerpos de seguridad no se acercaron a ninguno de los medios antes mencionados.

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En Ciudad Guayana, la sede de El Correo del Caroní, diario de circulación regional fue visitado también por los círculos bolivarianos, no solo el día 9, también el 10. Narran literalmente que “llamamos a la Policía del Estado, a la policía municipal (Los Patrulleros del Caroní) y a la Guardia Nacional, y ninguno acudió. Prometieron llegar y no llegaron. Según las llamadas que nos hicieron algunos vecinos de la zona se calcula que los manifestantes eran unas 100 personas” Aunque tanto la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), como la OEA a través de quien era su secretario general, César Gaviria, condenaron los hechos, todo quedó en papel mojado.

Entretanto, el ansiado acuerdo a elecciones no cristalizó, los días pasaron y el paro petrolero perdió fuerza ante un Chávez que controlaba el estamento militar y contaba con ayuda extranjera, lo que se puso en evidencia el día 11 de la huelga, cuando el buque Pilín León fue abordado por una tripulación extranjera obligando a la venezolana a entregarse.Síguenos en Twitter

En PDVSA, se inició una cacería de brujas, aparecieron listas de traidores que fueron despedidos de la empresa, sin importar su preparación, el número de años o la experiencia. El mero hecho de participar en la huelga, o declararse opositor era causa de despido. En la cadena nacional, Hugo Chávez, armado con un silbato, anunciaba cada uno de los nombres de la directiva de PDVSA, seguido de un grito: “¡fuera!”, quedando así oficialmente cesados. Más de 20.000 empleados despedidos fueron sustituidos por gente sin formación ni experiencia, estos empleados que se quedaron sin trabajo tampoco tenían la opción de trabajar en otras empresas, por lo que a muchos de ellos no les tocó otra vía más que el exilio. A día de hoy se sabe que gran parte de ellos trabajan en diversas empresas, algunas petroleras, que aprovecharon el talento venezolano.

En enero las pequeñas y grandes empresas que se habían sumado al paro, retomaron poco a poco las actividades, pero el mismo afectó gravemente sus ingresos, por lo que debieron reducir horario y personal. Otro tanto ocurrió con los medios de comunicación. En resumen, la economía quedó visiblemente afectada, la sociedad dividida y muchos se quedaron sin trabajo. Aquellos muertos y heridos en la plaza Altamira, en las protestas posteriores, y los trabajadores del petróleo, tras 63 días de paro, quizá fueron quienes se llevaron la peor parte. Incluso hoy muchos de ellos recuerdan aquellos hechos que cambiaron sus historias y vidas para siempre.

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Después del paro petrolero, como mencioné, no hubo acuerdo electoral y, como todos sabemos, menos aún renuncia por parte de Hugo Chávez. La “revolución” se afianzó apoyándose en uno de sus pilares de lucha, los círculos bolivarianos que derivaron hacia los colectivos armados, un régimen de mafia y delincuencia que ha transformado al país en un NarcoEstado. Los que hemos visto actuar estos días como responsables de la quema de los camiones cargados con ayuda humanitaria cuando intentaban cruzar el puente fronterizo Simón Bolívar, y también amedrentando a la población en diferentes ciudades y pueblos del país.

Actualmente, las instalaciones de PDVSA presentan un enorme deterioro, ingentes pérdidas, con una producción que no alcanza los mínimos exigidos por la OPEP, debido a la enorme corrupción que ha minado a la empresa y a sus máximos responsables, desde el año 2003 hasta la actualidad. Una corrupción que ha sido clave para el totalitarismo que, a lo largo de los años, ha ido consolidando sociedades con otros países además de Cuba, como Irán, China, Rusia y Turquía, y con organizaciones como las FARC o el ELN, convirtiéndose en el monstruo de mil cabezas que hoy conocemos y seguimos combatiendo. Ese monstruo, esa Hidra, es sin duda el legado de Hugo Chávez.

Carolina Rodríguez Cariño

Otros artículos del Dossier Venezuela, de Carolina Rodríguez Cariño, publicados en los dos últimos meses por Ataraxia Magazine, por orden de aparición:

https://ataraxiamagazine.com/2018/12/01/venezuela-un-pais-en-la-memoria/

https://ataraxiamagazine.com/2019/01/01/de-la-luna-de-miel-a-la-represion/

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Hispanovenezolana, con la suerte de nacer y crecer en la Venezuela democrática. Hija de padres docentes, quienes me han dejado como herencia valores, una formación y a creer, enseñar y practicar lo que se enseña. De niña fui testigo de los estudios de Maestría de mi papá y los de mi mamá, que les retomaba con 4 críos pequeños, lo que me permitió aplaudirle a rabiar con solo 10 años, mientras Ella subía al paraninfo universitario. Disfruté de mi casa con su “mata de mango”, de los juegos con mis 3 hermanos y muchos primos, el colegio y la universidad. Aunque en casa se hablaba de matemáticas y teniendo nutrida biblioteca de geografía e historia de mi papá, decidí que mi vida se imbuiría en las ciencias. Así que me gradué Médico Veterinario (UCLA-Venezuela), fui profesora e investigadora en la UCV durante 20 años, parte de los cuales los compartí con la Maestría y PhD en la UAB (mención Cum Laude y Premio Extraordinario de Doctorado). He sido profesora invitada en la UAB y la UdeC en Chile. Actualmente en España con marido e hijo, quereres compartidos y con Cuba entremedio; formando parte del grupo de patología de IDEXX laboratorios. 


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