Gúmena. f. Mar. Esdrujulea gúmena con atisbo de balbuceo infantil, como un quiero y no puedo entre gutural y ameno. Pero hay en ese retraimiento hacia el valle donde desciende la tilde como el rayo en el valle en noche de tormenta una suerte de afincamiento en los calcañares dispuesto a todo que impresiona y nos pone en alerta. Súbitamente percibimos la presencia de la inhóspita cuchilla de la gubia de media luna como una amenaza que nos estremece. En la plácida extensión de sus sílabas finales, sin embargo, ¡qué alivio, ay, para nuestro espanto!, ¡qué dulce locus amœnus del río, el prado, el árbol, la sombra…llenos de la hiératica y consoladora inmortalidad del tópico!
[gúmena. f. Mar. La maroma gruesa que sirve en los navíos y embarcaciones para atar las áncoras y otros usos.]
Abemolar. tr. ¡Qué extraño vuelo de agitada ortografía por el cielo oscuro de la boca se tritura en este abemolar que parece prometer, por equivocación, haberes imposibles! Se abre a nuestros oídos y nuestros ojos, en ella, la diamantina pureza del esmalte felizmente conservado frente a la erosión de agentes provocadores que buscan su deturpación… En este inicio de alfabeto súbitamente masticado, siempre hallamos un eco lejano de aquellos saurios alados que exhibían dentadas quijadas como feroces alicates alados, dispuestos siempre, ¡ay!, a desmolarnos entre gritos abismales…
[abemolar. tr. Suavizar, dulcificar la voz.]
Solerte. adj. Hay una dejadez parecida a la incertidumbre envejecida, un deje raro de soledad yerta en este sol apagado, de nulo alcance y exento de tormentas… Acaricia el oído un arte del agasajo y la cirigaña, pero al cabo se desvanece en rumor de soledades sin arte ni enrevesadas telas de araña donde caen los conceptos desvaídos. Solerte, desamparado, se extiende hacia un orto errático y un descanso de tumba donde habita el olvido.
[ solerte. (Del lat. sollers, -ertis). adj. Sagaz, astuto.]
Mador. m. Me da que desde el mirador de esta palabra con dificultad alcanza la vista a sentirse segura de que lo que ve sea lo que existe. Una impenetrable adoración gálica propone, subida en la ola del mar o en las cumbres de la sierra, sin que sepamos a qué ídolo oriental, más allá del yo, se rinde. Hay una suerte de reverencia, en su elocución, que contrasta con la altivez del muro inicial a cuya sombra se extiende la genuflexión sumisa.
[mador. (Del lat. mador, -ōris). m. Ligera humedad que cubre la superficie del cuerpo, sin llegar a ser verdadero sudor.]
Juan Poz forma parte del elenco de escritores que da forma semanalmente a Ataraxia Magazine. Puedes seguirle en Twitter como @JuanPoz9 y también en su excelente blog de crítica cinematográfica «El Ojo Cosmológico de Juan Poz» y en su blog de crítica literaria «Diario de un artista desencajado»
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