Sánchez y Trece

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La política es una actividad seria, pues no puede ser de otra forma cuando de recaudar impuestos o de defender una frontera se trata.

Para Pedro Sánchez incluido, supongo que la gravedad de la política no es un concepto discutible.

No obstante, en muy reducidos casos, determinados actos políticos provocan espontáneas respuestas biológicas conocidas popularmente como cachondeo.

Cuando la solemnidad de la política se transforma, por arte de birlibirloque, en risas generalizadas, tenemos el ejemplo perfecto del humor involuntario; que no deja de ser una meritoria destreza, pero con el daño colateral de mutar al político en humorista.

En España hay políticos vinculados a caricatos de renombre internacional. Véase la fácil asociación establecida por la oposición venezolana entre Zapatero y Mr. Bean en un vídeo millones de veces visto.

Pero siempre se puede ir un poco más allá y rozar la perfección.

Cuando en su reciente visita al rey marroquí el Dr. Sánchez anunció urbi et orbi que España, Marruecos y Portugal, presentarían una candidatura conjunta para ser sede de un mundial de fútbol, la guasa fue también mundial cuando el Primer Ministro de Portugal dijo: «¿que qué? ¿de qué me está hablando usted?»

La cornada del portugués la llevaba Sánchez en el glúteo, pero como esos toreros mediocres que suplen con efectismo la ausencia de sentido del ridículo, se vino arriba y se fue al centro del ruedo, ni más ni menos que al ruedo gibraltareño: «dejadme solo que estoy ‘mu’ loco: el acuerdo UE-GB relativo al Brexit me le paso por la entrepierna».

La cuadrilla que le acompañaba le avisó prudentemente: «maestro, que no ha hecho usted nada durante meses. Ya no es el momento».

«¡Gibraltar español!» —les respondió con un desplante el mandamás.

Como no podía ser de otra forma, el maestro cum laude Sánchez perdió el engaño y tomó el olivo de forma apresurada ante las embestidas del morlaco británico.

Al llegar al burladero con la tez blanca como la cal, Sánchez fue recibido por los suyos con el clásico «¡ya le habíamos avisado!», pero el maltrecho se recompuso con un histriónico golpe triunfal: «¡cumbre! ¡cumbre! ¡he estado cumbre!», haciéndose sacar de la plaza a hombros, aunque fuese por la escasamente gloriosa puerta de arrastre.  

Mientras Sánchez, enloquecido por la euforia y jaleándose brazos en alto, era llevado a hombros por los capitalistas, uno de éstos, conocido como Borrell, gritaba enfervorizado: «¡el Acuerdo sobre Gibraltar es el más importante desde el Tratado de Utrecht!»

Pero la realidad era que el toro de la pérfida Albión seguía en la plaza y éste ya había sentenciado: «¿Gibraltar? Todo sigue igual: ¡británico!»

El cachondeíto fino a costa de Sánchez ha trascendido el ámbito planetario para llegar a la interestelar República de Lituania, cuya presidenta no ha tenido reparos en hacer públicas chanzas con Sánchez a costa de su salida a hombros por la puerta de atrás: «prometemos prometer».

Insuperable. Ni los hermanos Marx con su «parte contratante de la primera parte».

Y decimos insuperable porque cuando tus homólogos se carcajean de ti sin disimulo, has pasado de político a humorista. Accidental, humorista accidental si quieren ustedes, pero humorista sin solución de continuidad.

Sánchez ha querido ser un político, pero se ha burlado de la política y ésta se ha vengado convirtiéndole en un cómico errante, en un cómico de la legua que va de Marruecos a Cuba provocando el hazmerreír.

Si Sánchez quisiese realmente recuperar la soberanía sobre el Peñón de Gibraltar no tendría que hacer nada especial, pero sí actuar con seriedad.

Le bastaba con copiar la política que China puso en práctica hace años para ahogar económicamente a Hong-Kong constituyendo un paraíso fiscal justo enfrente, en Shenzhen. Los resultados no pueden ocultarse, lean esto:

http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com/2012/05/de-gibraltar-shenzhen.html

Pero no.

El Dr. Sánchez buscaba pasar a la posteridad como «Presidente de España».

Lo que jamás pensó es que lo haría como «Sánchez y Trece», pues empezó friendo empanadillas en Ferraz y ya ha quemado Móstoles, Barcelona, Portugal y el Campo de Gibraltar.

¡To-re-ro! ¡To-re-ro! —le animan desde La Moncloa.

¡Bom-be-ros! ¡Bom-be-ros! —piden auxilio los que temen arder.

 


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Jorge Sánchez de Castro Calderón

Puedes seguir a Jorge en Twitter  y también en su blog «El único Paraíso es el fiscal» 

Estuve en la Facultad de CC. Políticas de la Complutense antes que Pablo Iglesias. Allí vi a gente de lo más variopinta… Un miembro de la Casa Real; un magistrado del Tribunal Supremo, que me anunció dónde iba a llegar, y hasta un gran maestro marxista que mudó en consejero «black». También conocí a Tocqueville, a Marx, a Maquiavelo y al sabio español Dalmacio Negro. Incluso a Kelsen y Carl Schmitt, cuya disputa intelectual creo que ganó Don Carl. Si con esto no les basta, les invito a entrar en Ataraxia Magazine o en mi página «El único paraíso es el fiscal».
 

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