El partido republicano, de la mano de Oriol Junqueras, Joan Tardà o Gabriel Rufián, ha estado quemando el bosque de Cataluña, y ahora pretende pasar por bombero, de larga y viperina manguera, cuyo fin es apagar las llamas. Un clásico de la política del s. XX difícilmente creíble en una sociedad donde la información y las hemerotecas fluyen cual río caudaloso.

Ese río no apagará el fuego pero seguramente servirá para comprobar que el bombero estaba mojado antes de empezar el fuego. Habría miles de frases, discursos, e incluso anécdotas, de los pirómanos de ERC. Pero vamos a quedarnos con aquélla que imploraba el sentimiento más humano de los catalanes, la pena. Fue en octubre de 2014, cuando entre lágrimas Oriol Junqueras decía: “Hagámoslo de una vez, por favor”.

Uno, que cree saber algo de tierra quemada, sabe que aunque el fuego haya acabado, sus efectos duran años y años.

Y uno se pregunta sí eso fue el inicio de uno de los grandes focos del incendio que ha asolado Cataluña. Uno, que cree saber algo de tierra quemada, sabe que aunque el fuego haya acabado, sus efectos duran años y años. En ese trozo de territorio ardiente es imposible cultivar nada. La tierra yerma, negra, con cenizas atizadas por el viento, no permite nueva vida. El suelo quemado es muerte y desesperación.

Está bien apagarlo, aunque sea el bombero pirómano, aunque todos debemos ser conscientes de que su actuación debe ser condenada. Sin su mano la tierra podría dar frutos en breve; gracias a su mano, todo menos inocente, nada será como antes. Dejemos pues que el bombero saque su larga manguera, que se pelee con otros pirómanos, si es necesario, pero no olvidemos jamás que él es uno de los culpables de que nunca más Cataluña sea como antes. Lo cual, aunque él lo desconozca en su ignorancia, quizá sea algo positivo. Con territorio quemado, el pasado se olvida, nada será como era. Todo puede ser como queremos; pero quien quemó la tierra, debe ser condenado.

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