Untermenschen (Subhumanos)

Cabecera Antonio Jaumandreu

muralla-catalana

Una nueva república que pretende construirse contra la voluntad de la mitad de su población va a requerir dosis masivas de represión para su implantación efectiva. Represión y exilio.

 

Con gran esfuerzo he leído una entrevista que el digital separatista Vilaweb ha hecho al Presidente Torra. Es una de esas entrevistas en que entrevistador y entrevistado se masajean mutuamente. Uno coloca balones en la línea de gol para que el otro remate con lucimiento. Las preguntas llevan implícita la respuesta. Nada se cuestiona, nada se inquiere: se da simplemente el pie para que el entrevistado coloque sus mensajes con absoluta comodidad, y éste corresponde con paternal delectación. En fin, aquí la tiene quien desee leerla.

La entrevista contiene todo lo necesario para que cualquier gobierno sensato aplique ipso facto el 155 de manera drástica y sine die: es un compendio de amenazas y un detallado anuncio de un nuevo plan golpista, o mejor, la constatación de que el golpe nunca ha cesado y de que el fugaz y torpe intento de atajarlo no fue lo suficientemente contundente como para que las estructuras golpistas quedasen dañadas. Ello evidencia además que esa estructura golpista era mucho más sólida de lo que se pensaba, que sus ramificaciones llegaban mucho más lejos de lo imaginado y que la deslealtad es el estilo de vida del nacionalismo catalán desde hace muchos, muchos años.

Constituye asimismo la entrevista el reconocimiento explícito, con todas las letras, de que la Generalidad no está gobernando para ejercer las competencias propias de la autonomía, sino para la independencia. Así lo dice el Sr. Torra expresamente, en un desvergonzado reconocimiento de una colosal estafa política: un gobernante que se dedica a administrar los recursos del Estado contra el propio Estado que se los facilita, sin el menor atisbo de rubor.

Pero a mí me ha impactado especialmente no algo que se diga en la entrevista, sino una clamorosa omisión. El Muy Honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña, y por tanto de todos los catalanes, no dedica una sola mención, un mísero comentario, una fugaz referencia a la mitad (por lo menos) no independentista de la población catalana. Sencillamente no existimos. No existen, debería decir, porque yo venturosamente ya no tengo la vecindad civil catalana. Pero algo, genética o solidariamente explicable, permanece en mi interior.

Ni un solo llamamiento a la concordia, a la integración, a la futura e inevitable reconciliación que en el caso de una hipotética y maldita independencia sería necesaria entre las dos mitades de la sociedad catalana ya definitiva y fatalmente fracturada. Nada. Simple y llanamente no existimos. La mitad de Cataluña no existe para el presidente más manifiestamente sectario de la historia de la institución. Y digo manifiestamente porque éste no cuida ni las formas, pero los demás lo han sido igualmente. Al menos disimulaban un tanto. Este es el presidente que mantiene cerrado el parlamento catalán, sustrayendo así su acción de gobierno a los mínimos cánones de control democrático, amordazando a la oposición y provocando con ello que el debate se traslade a la calle con las consecuencias violentas que estamos viendo en los últimos días. Y que, desengáñense, son mucho más frecuentes de lo que nos quieren hacer creer: yo mismo me he visto envuelto en uno de esos incidentes, de forma totalmente casual e inopinada, en una fugaz visita a Cataluña la pasada semana.

El presidente nos ignora, nos desprecia. Nos ningunea. Normal por otra parte en quien nos considera bestias con forma humana en el culmen de su pensamiento político escrito. Pero si esta es su actitud en esta etapa del proceso, cuando lo que le interesa es concitar el mayor número posible de apoyos y simpatías, aterra pensar cuál será el destino que nos tiene reservado cuando ya no necesite alardear de sonrisas, en esa fantasmagórica república que cada día que pasa va adquiriendo tintes más y más fascistas. El ninguneo en el debate político promete quedarse en simpática anécdota cuando la Cataluña independiente fuese realidad. Y del ninguneo civil a la muerte civil va un paso pequeño, tan pequeño como el siguiente, que dejo a su imaginación.

Porque una cosa está clara: una nueva república que pretende construirse contra la voluntad de la mitad de su población va a requerir dosis masivas de represión para su implantación efectiva. Represión y exilio. Y no parece que esta posibilidad preocupe lo más mínimo al presidente Torra. Total, no existimos. Somos perfectos «Untermenschen».

Autor - Antonio Jaumandreu

Puedes seguir a Antonio Jaumandreu en Twitter y en su blog personal “Los árboles y el bosque” en este enlace.

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